YAUHQUEMEHCAN, Tlaxcala. “Te amo y si te llego a encontrar en estas jornadas te llevaré para que por fin puedas descansar en paz”, dijo Guadalupe Cobos Arenas, quien ayer acudió a los límites de Puebla y Tlaxcala para buscar a su hijo Gilberto Raymundo Cobos, quien desapareció en marzo del 2018.
La mujer recibió el apoyo de voluntarios del Colectivo Voz de los Desaparecidos que realiza búsquedas tanto en territorio poblano, como en Tlaxcala, donde no existen grupos que respalden estos casos.
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La jornada comenzó a las 7:30 horas de ayer cuando los voluntarios se dieron cita en el Centro Histórico de Puebla para dirigirse a unos terrenos que están en Yauhquemehcan en la división entre Puebla y Tlaxcala.
En cuanto Guadalupe vio llegar a los miembros de Voz de los Desaparecidos, corrió a los brazos de María Luisa Núñez, fundadora del colectivo, quien le dio ánimos porque no dejaba de llorar. Núñez le dijo que era normal sentirse triste, nerviosa y que no se sintiera sola, ya que estaban los demás familiares para darle “su humilde acompañamiento”.
Lupita recordó que Gilberto fue secuestrado en 2018 y que los delincuentes pidieron a la familia 180 mil pesos para su rescate, pero sólo lograron reunir 20 mil y jamás volvieron a comunicarse con ella. La carpeta de investigación parecía estancada hasta que hace unos días de manera anónima, llegó a su domicilio unas hojas en las que supuestamente indicaban el paradero del cuerpo.
Con base en su experiencia, María Luisa dijo que lo mismo podrían encontrar algo que diera indicios para ubicar a Gilberto o podrían irse con las manos vacías. Aunque esto no significaba una derrota, sino que sólo era una pequeña piedra en el camino.
Antes de comenzar con la excavación, la familia de Gilberto y todos los voluntarios se tomaron de las manos e hicieron una oración. Posteriormente la Comisión de Búsqueda del Estado de Tlaxcala y policías apoyados con perros de rescate, acudieron a la zona para ayudar a buscar indicios.
Los familiares de los desaparecidos ya se han vuelto expertos en estas jornadas, saben cómo usar las varillas, los picos y dónde aplicar fuerza para que las palas entren con mayor facilidad en la tierra. Saben que si la tierra no es sólida al cien por ciento es un lugar que debe de inspeccionarse y entre todos se van avisando si encuentran algo fuera de lo común.
Cuando una varilla entraba de manera muy fácil, los investigadores de la Comisión de Búsqueda tenían que detenerse y revisar la zona. Además, tenían que oler la varilla porque si llegaba un aroma fétido, era muy probable que en ese lugar estuviera un cuerpo.
Guadalupe aceptó que estaba fragmentada, pues una parte de ella quería encontrar el cuerpo de su hijo para por fin “descansar en paz”, pero otra parte aún tiene fe de encontrarlo con vida y poder abrazarlo una vez más.
“Es mi última opción, mi última esperanza, si lo encontramos mi espíritu descansaría, pero claro que mi sueño es que aparezca con vida”, lamentó.
Tras varias horas lo único que se pudo encontrar fue un zapato, el cual no fue identificado como pertenencia de Gil, además de varias bolsas de plástico, pero en ninguna había indicios de haber envuelto algún cuerpo humano.
La Comisión les pidió retirarse y acudir a otro punto similar con base en la información anónima que recibió Lupita. Sin embargo, este segundo punto representó un reto por tratarse de un predio privado y rodeado por una malla.
Para los familiares-voluntarios, esta búsqueda no es una pérdida de tiempo, pues así como están destinando su tiempo para buscar a Gil, ellos esperan que cuando sea su turno de emprender búsqueda por sus hijos o hijas el apoyo sea recíproco.
“A lo mejor hoy no encontramos al familiar que teníamos pensado, pero tal vez podemos hallar al hijo de alguien más”, dijo uno de ellos.
Personal de la Comisión de Búsqueda del Estado de Tlaxcala les avisó a los presentes que iban a rodear el predio para entrar, aunque para eso tendrían que tomar la carretera, retornar y acercarse al primer punto, pero se presentó un nuevo problema pues el vehículo que los transportaba se descompuso.
Tras ocho horas de búsqueda, alrededor de las 17:00 horas, retomaron las actividades y se auto nombraron “peritos empíricos”, como suelen hacerlo en los estados del norte donde son más comunes las fosas clandestinas, y cuando parecía que ya no iba a haber otro descubrimiento, aparecieron dos costales como olor maloliente.
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Notificaron a los especialistas de la Comisión, pero sólo se trataba de dos perros muertos.
Tras el hallazgo concluyó la jornada de búsqueda, que, aunque pareciera un día desalentador, es un día más de unión por parte del Colectivo y una muestra más de que los familiares de los desaparecidos jamás se darán por vencidos.
Si Gilberto está escuchando a su mamá, ella le manda a decir lo siguiente: “Quiero abrazarte, quiero besarte. Te amo y si te llego a encontrar en estas jornadas te llevaré para que por fin puedas descansar en paz”.