El conocido periodista Rodolfo Rincón Taracena desapareció el 20 de enero de 2007; sus restos fueron encontrados tres años después en la quinta “El Bambú”, ubicada en la periferia de la ciudad. ¿El motivo? Un reportaje sobre narcotiendas en la ciudad de Villahermosa.
Rincón Taracena fue asesinado por miembros del grupo criminal Los Zetas, sicarios del cártel del Golfo, quienes lo ejecutaron, descuartizaron y “cocinaron” dentro de un tambo de 200 litros, junto a cuatro personas más.
El periodista de 54 años firmó su sentencia de muerte al publicar en el medio para el cual trabajaba, un reportaje en el que informaba a detalle acerca de las llamadas “narcotienditas” de la ciudad de Villahermosa, las cuales eran fervientemente custodiadas por los miembros de la estaca de Zetas más sangrienta del sureste, mencionados en una montaña de averiguaciones previas y causas penales: Miguel Ángel Payro Morales, alias “El Pelucas”; Manuel Pereyra González, alias “El Milimétrico”, y Joel Akal Sosa, alias “El Licenciado” o “El chelo Akal”, quienes protegían y administraban los intereses del cártel en Tabasco.
Otros miembros eran Arturo Gutiérrez Jiménez, alias “El Soldado”; Miguel Ángel Cabrera Centeno; Paulina Durán Garduza; Héctor González Peñate; Oscar Enrique Dzibus; Juan Carlos Jiménez Avalos; Emiliano García Cruz, alias “El Chelo”; Pedro Marín Damián; Samuel Pascual Sánchez; José Zacarías Hernández; Arturo Gutiérrez Jiménez.
El artículo hizo enfurecer a los jefes de la droga en la plaza. Los Halcones recibieron airadas quejas de sus vendedores, a quienes no se les paró “ni una mosca” durante días, asediados por algunos policías corruptos que lejos de tener la intención de llevárselos presos por vender drogas, buscaban “canastearlos”, es decir, extorsionarlos, aprovechando que su aparente anonimato había sido vulnerado.
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Aunque el reportaje que le costó la vida al reportero no contenía nombres de narcodistribuidores, sí mencionaba las ubicaciones exactas de los puntos de venta de la droga: estimaba que en Tabasco operan alrededor de 500 “tiraderos”.
Precisaba sobre la existencia de ocho “tienditas” en el fraccionamiento La Selva, seis en Bosques de Saloya, una en Atasta y tres en Tamulté. 16 puntos de venta más estaban localizados sobre un mapa en las rancherías Lázaro Cárdenas, Anacleto Canabal, Playas del Rosario, Río Viejo, Río Tinto, Buenavista, Luis Gil Pérez y Corregidora.
También relataba cómo operan los vendedores de drogas, así como sus jerarquías al interior de la organización, agregando que el número de mujeres que trabajan para el crimen organizado estaba en aumento.
José Zacarías Hernández, miembro de una célula del grupo delictivo los Zetas perteneciente al cártel del Golfo y preso en el penal de máxima seguridad del Altiplano, menciona en el curso de la causa penal 53/2007-IV que durante su estancia en una casa de seguridad de la colonia Tierra Colorada, en Villahermosa, “estaba con el grupo del Apache, el Shakira y el Nico, quienes contaron que habían matado a un periodista de apellido Rincón, por órdenes de Payro Morales, un señor ya grande de edad, porque sacaba notas de crímenes y de los tiraderos de droga de las que estaba encargado Payro, dando direcciones y nombres, lo cual le molestó mucho, ya que le daba 2 mil pesos quincenales para que no sacara nada. Dicen que lo trozaron en cachos, lo metieron en un tanque con gasolina y lo quemaron en una Quinta cuya ubicación desconozco...”
Tiempo después, la Procuraduría General de Justicia del Estado de Tabasco (PGJE) informó de que el periodista fue ejecutado junto con otras cuatro personas una semana después de su desaparición. Rincón Taracena recibió un balazo en la cabeza y después fue quemado y sepultado en una finca en los alrededores de Villahermosa.
Las detenciones de algunos dirigentes de Los Zetas en Tabasco entre 2007 y 2009, permitió conocer quiénes y por qué planearon el secuestro y asesinato del periodista, quien previamente había recibido varias llamadas por parte del crimen organizado para exigirle que abandonara sus escritos referentes a sus actividades ilícitas.
Los cuerpos de las víctimas fueron rociados con diesel y después se les prendió fuego; para que los cadáveres no se pegaran a los tanques, constantemente eran movidos con una paleta de madera, hasta que quedaron consumidos a cenizas, residuos que después fueron enterrados dentro del predio de la quinta.
En el lugar también fueron encontrados tanques metálicos con capacidad de 200 litros, que utilizaron para la incineración de diversos cuerpos.
Tras el plagio de Rincón, los periodistas locales realizaron diversas manifestaciones exigiendo a la Fiscalía informes sobre la investigación del caso. Organismos como Reporteros sin Fronteras (RSF) y la Comisión Nacional de Derechos Humanos también denunciaron la desaparición.