En algún punto de la historia, contar con un policía o un vigilante en un lugar era sinónimo de protección, y por la figura que representaban, los delincuentes lo pensarían dos veces antes de cometer un atraco en tal sitio. Sin embargo, esta situación en los últimos años ha cambiado drásticamente.

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Ya los delincuentes no respetan ni a los agentes policiacos, ni a los guardias de seguridad privada que resguardan determinado inmueble, y por supuesto, Tabasco no es la excepción. Así lo demuestran los hechos sangrientos ocurridos la madrugada del 25 de marzo de 2019, cuando delincuentes cegaron la vida de tres vigilantes por robar en las oficinas de la Comisión Federal de Electricidad (CFE) ubicadas en pleno centro de Villahermosa.

El crimen fue descubierto durante las primeras horas de esa fatídica mañana, cuando comenzaron a llegar los empleados a iniciar sus labores. En el interior de las instalaciones de la subestación Villa-Centro de la empresa productiva del país yacían los cadáveres de dos elementos adscritos a la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana, uno de ellos perteneciente a la Policía Auxiliar, Bancaria, Industrial y Comercial (PABIC), y el segundo de la Policía Estatal preventiva. El tercer fallecido era un vigilante de seguridad privada.

De acuerdo a la información dada a conocer en su oportunidad, uno de los occisos estaba de descanso, y sólo pidió autorización para dormir en las instalaciones debido a que tenía su domicilio en otro municipio y ese día le tocaba presentar un examen interno en la corporación; pero lamentablemente, la muerte lo sorprendió.

El crimen habría sido perpetrado por varias personas, aproximadamente seis, quienes llegaron a las oficinas entre las 3 y 4 de la mañana; se decía que pudieron hacerse pasar por usuarios que iban a realizar un pago en los cajeros, y una vez que se adentraron al sitio, sorprendieron a los guardias.

Las víctimas fueron maniatadas, y el rostro se los cubrieron con bolsas de nylon. Fueron reunidas en la sala de la entrada a las instalaciones, en donde permanecieron hasta que los ladrones saquearon los cajeros de cobro automático (CFEmáticos), y destruian parcialmente una caja fuerte que guardaba efectivo. Destruyeron también puertas de cristal y forzaron otras, y una vez concluida su hazaña, decidieron acabar con la vida de los policías dándoles el tiro de gracia.

Acto seguido, emprendieron la huída con su jugoso botín; los trabajadores de la empresa de luz se llevaron una desagradable sorpresa al llegar a sus oficinas con la intención de iniciar una jornada más. Los tres cuerpos yacían sobre el piso del área administrativa; el área había sido destrozada por los rateros.

Las primeras diligencias arrojaron que los ladrones asesinos se habían robado un armamento asignado a uno de los agentes, y que correspondía a un fusil de asalto AR-15 y su arma corta, una glock calibre 9 milímetros.