/ domingo 26 de febrero de 2023

Marcha en defensa del INE: entre la ambivalencia y el banderazo hacia 2024

"¡Mi voto no se toca!", es la arenga más socorrida en esta tarde sofocante de invierno en el primer cuadro de la capital del país

Tiempos de ambivalencias. Tiempos de deslindes y de fijar rutas. En la segunda Marcha en Defensa del INE hay una confusión notoria desde los estrechos pasillos que llevan al Zócalo hasta la Plaza de la Constitución misma. Está el discurso del "mi voto no se toca", pero también el de ganar los comicios presidenciales de 2024.

Los miles de asistentes a la movilización también se tropiezan con las preguntas que van surgiendo en estas horas. La de si es verdad que el gobierno de Andrés Manuel López Obrador les quitará su credencial de elector, o si el país avanza hacia una dictadura.

Puedes leer: José Ramón Cossío pide a ministros que echen abajo el plan B

"¡Mi voto no se toca!", es la arenga más socorrida en esta tarde sofocante de invierno en el primer cuadro de la capital del país. Aunque hay otros que optan por deslindar de este movimiento al expresidente Felipe Calderón y a su secretario de Seguridad, Genaro García Luna, quién en la semana fue declarado culpable en una Corte Federal de Nueva York por delitos de narcotráfico.

La monumental manta desplegada en la fachada de las oficinas del Congreso de la Ciudad de México, con la imagen de García Luna en primer plano y de fondo el logotipo del PAN, marcan la tónica de la jornada en la que la oposición colmó la Plaza de la Constitución.

En dos horas se da el arribo masivo. De las calles de Pino Suárez, 20 de Noviembre, Madero, 16 de Septiembre, Tacuba y 5 de Mayo no dejan de llegar ciudadanos para nutrir el Zócalo. A las once de la mañana ese punto neurálgico de la vida política y social de México ya luce teñido de rosa y blanco.

"¡Hay que esparcir a la gente!", gritan algunos organizadores y dicen en su instrucción, aparentemente sin sentido, que "así se verá más llena la Plaza".

Otros hombres de camisas blancas y pantalones de mezclilla azul, con aparatos de radiocomunicación en las manos, piden cerrar los accesos al Zócalo para "que las calles aledañas también luzcan llenas". Más allá, cerca del templete, piden "apurar los discursos". Son las once de la mañana.

"¡La gente se va a ir con este sol!" "¡Que le apuren!". Aquí y allá se de un intenso movimiento. Arriba del templete, tras bambalinas. Entre el público que asiste a la marcha ya calan los efectos del sol invernal de finales de febrero. Y sí. Los discursos de la periodista Beatriz Pagés y del exministro Ramón Cossío se adelantan.

No esperan a los que todavía vienen llegando desde las estaciones del Metro cercanas, sobre todo la de Pino Suárez y Bellas Artes, a los que vienen aún bajando de los camiones sobre Calzada de Tlalpan. Tampoco importa los que ya se van, los que optan por encontrar alguna sombra y reposar el cuerpo, o los que molestos dan la media vuelta cuando comprueban que los principales puntos de acceso al Zócalo ya están cerrados.

Los que se quedan delimitan perfectamente sus motivos para asistir: "la democracia está en riesgo", "el gobierno quiere desaparecer al INE con su 'Plan B'", "quieren desaparecer o quitar las credenciales de elector".

Y sí. Los más dicen que vinieron porque "López Obrador nos está llevando a una dictadura". Cuando se pregunta el por qué de esa percepción, la mayoría responde que lo vio en redes sociales.

El antiobradorismo también queda de manifiesto en las pancartas, en las consignas, en el discurso de los oradores. No lo mencionan por su nombre, pero las muestras de desaprobación al tabasqueño son evidentes.

”¡Sal al balcón, hocicón!", se escucha entre la muchedumbre y estallan las carcajadas. El grito recuerda a aquel que se lanzaba al expresidente Gustavo Díaz Ordaz durante el Movimiento Estudiantil del 68 en las marchas que llegaron hasta el Zócalo.

El júbilo estalla cuando Beatriz Pagés anuncia que en ese momento iniciaba la ruta para el triunfo de la oposición en el 2024, pero también cuando diputados locales del PAN logran desgarrar y luego romper la megamanta de García Luna; o cuando se fueron arrancando, uno a uno, los carteles del arquitecto de la guerra contra el narcotráfico del gobierno de Felipe Calderón con el logotipo de Acción Nacional de fondo y la frase #YoDefiendoAlNarco.

"¡No somos narcos, somos ciudadanos!". La arenga retumba desde primeras horas desde Catedral hasta Palacio Nacional, y desde el templete, instalado a espaldas de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), hasta los arcos del Antiguo Palacio del Ayuntamiento.

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La multitud se dispersa lento tras el discurso de cierre, el del exministro Cossío.

Va con la sensación del deber cumplido, de aportar "su granito de arena" para "defender la democracia", para "defender su voto", y con la infranqueable y arraigada idea, como ocurrió en noviembre, en el debate de la reforma constitucional en materia electoral, que la Cuatroté busca desaparecer al INE con el "Plan B", que este legislación busca "quitarles su credencial de elector" y que "México avanza hacia una dictadura".

Tiempos de ambivalencias. Tiempos de deslindes y de fijar rutas. En la segunda Marcha en Defensa del INE hay una confusión notoria desde los estrechos pasillos que llevan al Zócalo hasta la Plaza de la Constitución misma. Está el discurso del "mi voto no se toca", pero también el de ganar los comicios presidenciales de 2024.

Los miles de asistentes a la movilización también se tropiezan con las preguntas que van surgiendo en estas horas. La de si es verdad que el gobierno de Andrés Manuel López Obrador les quitará su credencial de elector, o si el país avanza hacia una dictadura.

Puedes leer: José Ramón Cossío pide a ministros que echen abajo el plan B

"¡Mi voto no se toca!", es la arenga más socorrida en esta tarde sofocante de invierno en el primer cuadro de la capital del país. Aunque hay otros que optan por deslindar de este movimiento al expresidente Felipe Calderón y a su secretario de Seguridad, Genaro García Luna, quién en la semana fue declarado culpable en una Corte Federal de Nueva York por delitos de narcotráfico.

La monumental manta desplegada en la fachada de las oficinas del Congreso de la Ciudad de México, con la imagen de García Luna en primer plano y de fondo el logotipo del PAN, marcan la tónica de la jornada en la que la oposición colmó la Plaza de la Constitución.

En dos horas se da el arribo masivo. De las calles de Pino Suárez, 20 de Noviembre, Madero, 16 de Septiembre, Tacuba y 5 de Mayo no dejan de llegar ciudadanos para nutrir el Zócalo. A las once de la mañana ese punto neurálgico de la vida política y social de México ya luce teñido de rosa y blanco.

"¡Hay que esparcir a la gente!", gritan algunos organizadores y dicen en su instrucción, aparentemente sin sentido, que "así se verá más llena la Plaza".

Otros hombres de camisas blancas y pantalones de mezclilla azul, con aparatos de radiocomunicación en las manos, piden cerrar los accesos al Zócalo para "que las calles aledañas también luzcan llenas". Más allá, cerca del templete, piden "apurar los discursos". Son las once de la mañana.

"¡La gente se va a ir con este sol!" "¡Que le apuren!". Aquí y allá se de un intenso movimiento. Arriba del templete, tras bambalinas. Entre el público que asiste a la marcha ya calan los efectos del sol invernal de finales de febrero. Y sí. Los discursos de la periodista Beatriz Pagés y del exministro Ramón Cossío se adelantan.

No esperan a los que todavía vienen llegando desde las estaciones del Metro cercanas, sobre todo la de Pino Suárez y Bellas Artes, a los que vienen aún bajando de los camiones sobre Calzada de Tlalpan. Tampoco importa los que ya se van, los que optan por encontrar alguna sombra y reposar el cuerpo, o los que molestos dan la media vuelta cuando comprueban que los principales puntos de acceso al Zócalo ya están cerrados.

Los que se quedan delimitan perfectamente sus motivos para asistir: "la democracia está en riesgo", "el gobierno quiere desaparecer al INE con su 'Plan B'", "quieren desaparecer o quitar las credenciales de elector".

Y sí. Los más dicen que vinieron porque "López Obrador nos está llevando a una dictadura". Cuando se pregunta el por qué de esa percepción, la mayoría responde que lo vio en redes sociales.

El antiobradorismo también queda de manifiesto en las pancartas, en las consignas, en el discurso de los oradores. No lo mencionan por su nombre, pero las muestras de desaprobación al tabasqueño son evidentes.

”¡Sal al balcón, hocicón!", se escucha entre la muchedumbre y estallan las carcajadas. El grito recuerda a aquel que se lanzaba al expresidente Gustavo Díaz Ordaz durante el Movimiento Estudiantil del 68 en las marchas que llegaron hasta el Zócalo.

El júbilo estalla cuando Beatriz Pagés anuncia que en ese momento iniciaba la ruta para el triunfo de la oposición en el 2024, pero también cuando diputados locales del PAN logran desgarrar y luego romper la megamanta de García Luna; o cuando se fueron arrancando, uno a uno, los carteles del arquitecto de la guerra contra el narcotráfico del gobierno de Felipe Calderón con el logotipo de Acción Nacional de fondo y la frase #YoDefiendoAlNarco.

"¡No somos narcos, somos ciudadanos!". La arenga retumba desde primeras horas desde Catedral hasta Palacio Nacional, y desde el templete, instalado a espaldas de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), hasta los arcos del Antiguo Palacio del Ayuntamiento.

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Va con la sensación del deber cumplido, de aportar "su granito de arena" para "defender la democracia", para "defender su voto", y con la infranqueable y arraigada idea, como ocurrió en noviembre, en el debate de la reforma constitucional en materia electoral, que la Cuatroté busca desaparecer al INE con el "Plan B", que este legislación busca "quitarles su credencial de elector" y que "México avanza hacia una dictadura".

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