Manuel Hernández, un hombre de pálido rostro, mirada directa y ‘puños de acero’ , es como se define un franelero del centro Histórico de Villahermosa, quien durante este 11 de mayo se hizo viral como ‘El canelo tabasqueño’, tras sostener una pelea en plena vía pública contra un checador de taxis.
Don Manuel contó en exclusiva para El Heraldo de Tabasco el por qué ha sido apodado de esa manera, así como algunos detalles de lo ocurrido este día, y algunos recuerdos de su vida.
El incidente por el cual se hizo popular Manuel comenzó en una típica mañana tabasqueña extremadamente calurosa, cuando la gente desde temprano iba a sus trabajos y comenzaba a despertar la ciudad de Villahermosa.
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En medio de este ‘mar de gente’ unas franelas largas de colores se agitaban de la mano del entrevistado en el Parque Juárez, específicamente en el sitio de taxis donde espera que uno de estos vehículos se estacioné para abrirle la puerta a los usuarios y recibir una moneda por parte de los transportistas.
Durante la jornada hace una breve pausa para acercarse al montón de palomas que hay en el parque y para darles alimento. Esta escena ha sido vista con ternura por parte de las personas que se encuentran en el lugar, al ver a un abuelito dando de comer a las palomas y luego a seguir trabajando, les transmite mucha paz.
Sin embargo, la escena dio un cambio radical cuando otro checador invadió el lugar, y entonces, el concreto se convirtió en el campo de batalla.
Tras una acalorada discusión, Manuel miró a su contrincante y comenzó la pelea por la ‘plaza’.
Los movimiento de ambos sujetos hizo que la parvada de palomas que se encontraban en el lugar salieran volando. Sin embargo, un solo golpe certero, al rostro del invasor puso fin a la reyerta matutina que colocó a dos tabasqueños luchando por trabajar.
Esta casa editorial entrevistó a Manuel quien dijo ser de la ciudad, tener 84 años de edad, y dedicarse hace ya más de 10 años al oficio de checador de pasajes en las paradas de taxis.
Mientras tomábamos dos refrescos, aquel se sentó cansado en el concreto semi caliente, tomó un sorbo rápidamente, y empezó a contar.
“Yo fui piloto de aviones de carga en mi juventud, tenía recuerdo unos 17 años cuando empecé a trabajar en ello, imagínate que volaba en la ciudad de Villahermosa, gigantes de acero de la segunda guerra mundial, transportábamos víveres desde Tabasco hacia lugares como Veracruz, Campeche, la Ciudad de México y parte del norte del país, ya que en ese tiempo sólo se podía transportar vía marítima o en un tren, fui uno de los mejores pilotos, quizá algún día, llegué a pensar mientras volaba uno de ellos, estar en un combate en contra de los alemanes, recibiendo fuego antiaéreo, luego dejaba de fantasear, y seguía el curso del vuelo”.
¿Cuál fue su experiencia con el box?
Luego de que dejé de trabajar en ese lugar, me gustaba mucho el deporte, así que empecé a practicar el box, uno de mis amigos que se dedicaba a ese deporte en el área profesional, me enseñó todo lo que sabía, cómo pelear con guantes, cómo defenderse, posiciones y lo más importante; cómo noquear a una persona, como siempre me imaginaba, mi mente volaba en los rines profesionales, compitiendo con los más grandes boxeadores del momento, no obstante, lo único que obtuve, fue trabajar en un circo como pugilista, daba espectáculos a los niños y adultos, peleaba en un ring pequeño, rodeado de animales exóticos, tuve una vez un sueño de salir del circo para dedicarme como boxeador profesional”.
Luego conforme el sol pegaba directamente en su cara, se limpiaba con las manos el sudor, volteaba a ver el pavimento, y volvía a recordar sus extremas mocedades.
¿Qué otro oficio desempeñó Manuel?
“¿Sabías que también fui torero? Me tenía que ganar la vida como pudiese, pues tenía cuatro hijos y una esposa, ellos siempre dependían de mí, yo no podía dejarlos solos, así que siempre salía a buscar trabajo a la ciudad, siempre le pedía a Dios que me diera un trabajo formal y normal, en cambio, encontraba cosas fuera de lo común, un día llegué a pensar que las trivialidades y formalidades no eran para mí, yo había nacido para hacer cosas grandes”
Actualmente se dedica a ser checador de taxis en el Parque Juárez, muchas personas lo tachan como una persona de carácter fuerte, ya que aseguran, es difícil platicar con él, sin embargo, según sus historias, el tiempo lo ha marcado, con los más geniales trabajos que no cualquiera domaría en una situación difícil.
“Siempre que le pido a Dios algo, me lo concede, hoy por ejemplo, pensaba en dejar ya mi trabajo, aburrido de estar en lo mismo muchos años, luego tuve una pelea, y ahora la gente me conoce como “El Canelo Tabasqueño”, quizá nacimos siempre para ser cosas grandes”, finalizó.