Se gana la vida tejiendo hamacas

Vende en promedio una por semana en 500, invirtiendo 150, por lo que obtiene de ganancia 350 pesos

Raquel May Olán

  · martes 30 de abril de 2019

Pese a ser una persona en situación de calle, don Lupe no pide dinero. /Carlos Pérez

Don Guadalupe Bautista es una persona en situación de calle, sin embargo, no es a como la mayoría que se dedica a pedir monedas en las esquinas, plazas y parques públicos; por el contrario, se gana la vida elaborando hamacas a un costado de Plaza de Armas.

De 400 a 500 pesos es el costo en el que don Lupe comercializa estas piezas tejidas a mano, un oficio que perfeccionó cuando estuvo cuatro años en el Centro de Reinserción Social del Estado (CRESET) y aprendió desde pequeño por enseñanza de su abuelo.

“Yo ya lo sabía desde chamaquito porque mi abuelo lo hacia allá en Macuspana, me enseñó pero bien no aprendí, cuando uno está chamaco no pone atención, solo tenía el conocimiento básico, y lo aprendí mejor en el Creset, estuve cuatro años”, apuntó.

Oriundo de Macuspana, Tabasco, compartió con este medio de comunicación que llegó a la capital villahermosina a los 16 años, y desde entonces tomó trabajos temporales y se rodeó de gente equivocada que posteriormente lo llevaron por caminos equivocados.

“Me eche al relajo, pero ahora que estos grande ya me doy cuenta, en ese momento uno es joven y se quiere comer el mundo, claro que se junta con gente equivocada y se te relaciona con cosas malas”, puntualizó.

Actualmente dijo no tener familia, ni hijos, por lo que al salir del Creset comenzó a ejercer esta oficio, que aunque no le deja muchas ganancias al menos obtiene para su comida diaria, pues tampoco cuenta con un espacio para vivir y debe pasar las noches debajo de los puentes o en las escaleras de la emblemática Plaza de Armas.

“No tengo casa yo, vivo en la calle, me quedó a veces en plaza de armas, donde me agarre la noche, y como de lo que saco diario”, aseveró.

Por semana vende al menos una hamaca, y con eso –comentó- le alcanza para subsistir los referidos siete días, esperando que otra persona le solicite una pieza en un taller que improvisó sobre la plaza Josefa Ortiz de Domínguez.

“Vendo una por semana más o menos, como en 500 pesos, de ahí saco 150 de inversión y me quedan 350, de eso pues ya para a la comida y lo que necesite”, delineó.

Finalmente, se dijo contento de haber aprendido este oficio, pues de lo contrario no hubiera tenido forma de ganarse la vida a su salida del reclusorio.