Sin lugar a dudas, la gran inundación de Tabasco ocurrida en 2007 dejó huella en quienes la vivimos de cerca, más aún en aquellas personas que se vieron en el centro de los hechos, que sufrieron la anegación de sus casas, y que estuvieron en las labores de apoyo y rescate antes, durante y después de que el río prácticamente se "tragara" a Villahermosa.
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Tal es el caso de Gildardo Blanco de la Cruz, de 37 años de edad y de profesión diseñador gráfico y avecinado desde hace tiempo en la calle Chico Che de la colonia Las Gaviotas, en donde el agua arremetió sin piedad, siendo una de las primeras zonas que resultó inundada en tiempo récord. En entrevista exclusiva para El Heraldo de Tabasco, Gildardo platicó lo que significó para él este hecho histórico, el cual calificó como una tragedia y una aventura a la vez.
"Pensábamos que era una inundación normal"
Acostumbrado a las constantes crecientes del río Grijalva en ese lado de la ciudad, para los habitantes de la colonia parecía que se trataba de una creciente normal del afluente, sin imaginar lo que estaba por venir: "Al principio fue como una inundación normal, era normal que el río se elevara su nivel, era normal poner costales de arena; antes no teníamos la barda que anteriormente teníamos y que actualmente ya tenemos el malecón remodelado; antes era como se puede ver en las fotos, veíamos el río al ras y era una pequeña rejita verde y siempre se llenaba de costales de arena; entonces año con año era poner costales, quitar costales y listo, el agua subía, bajaba y la vida de nosotros los gavioteros seguía normal.
"Pero ese 2007 era mucha agua, estábamos poniendo costales y la fuerza del agua los empujaba; había que poner costales otra vez y la verdad es que en ese momento no dimensionábamos o no sabíamos que nos íbamos a ir al agua, simplemente estábamos quitando y poniendo costales, a como lo habíamos hecho en años anteriores.
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"Un día antes de irnos al agua estuvimos poniendo costales y la fuerza del agua los empujaba; había que poner más, y llegaban los militares con camiones de arena, y sobre todo los varones de la colonia salíamos, el que podía cargar de dos costales cargaba de dos, si no te tocaba de a uno, había quienes ponían en carretilla tres o cuatro, y a amurallar todo el malecón y estar pendientes, porque la misma fuerza de pronto tiraba un costal, y como que se venían en fichas de dominó, y empezaba a entrar el agua cañón".
Entre la garulla y la tragedia
En esa labor, señala Gildardo que les dieron las siete de la mañana, y la solidaridad ciudadana no se hizo esperar: "Había personas que llegaban en camionetas, nos daban café, nos daban atole, pozol, algunos que otros llevaban sándwiches, pan dulce; la verdad es que estaba como padre, y pues en cierto modo divertido, estábamos entre la garulla, entre los cuates, todo mundo se estaba mojando, no paró de chispear en toda la noche, estuvo lloviendo toda la noche, madrugada, parte de la mañana.
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El entrevistado, quien era parte del movimiento Scout, señaló que como parte de sus actividades para ese momento era acudir a apoyar en colonias que ya presentaban anegaciones; explica que tras la jornada de colocación de costales "yo me fui a mi casa a bañar, dormí un rato, y salí caminando porque ya el malecón ya estaba bloqueado, ya no había paso de vehículos. En eso me encuentro a mi hermano, a quien saludo, y le pregunto que si qué hace en el malecón, porque él debería estar en el trabajo, a lo que me responde que lo regresaron del trabajo por la inundación".
En sus labores de apoyo, el grupo scout acudió a la ranchería Río Viejo, en donde ya se encontraba inundado: "Ya el agua le llegaba a la cintura a la gente, y entramos con una camioneta de dos toneladas para sacar a las personas que seguían en sus casas, pero la verdad es que muchas personas no quisieron salirse de su lugar; nos pedían ayuda para subir sus cosas al techo y los ayudábamos; ya por ahí de las cuatro o cinco de la tarde que seguíamos ahí en actividad, empezaron a explotar los transformadores y nuestro coordinador nos dijo que nos subiéramos todos a las camionetas y que nos fuéramos, para prevenir que alguien quedara electrocutado; nos subimos a la camioneta en la parte de atrás y nos fuimos".
"Todo se fue al agua"
Al continuar su narración, Gildardo explicó que dependiendo el lugar en el que vivieran los que se habían subido en las unidades, los dejaban en un punto cercano desde donde el cual pudieran moverse: "Como yo vivía en Gaviotas me iban a dejar por el puente que está por Paseo Tabasco; cuando íbamos a la altura de Guayabal estaba inundada la parte de Seguridad Pública, Soriana, City Club; en todo eso se veía agua, como un encharcamiento quizás hasta la rodilla, y un mar de gente, una oleada de gente que venía saliendo como que viniendo de Parrilla; muchísima gente, como esas caravanas de indocumentados, con sus cosas en la cabeza y todo mundo pidiendo ayuda, y la verdad es que en ese momento no dimensionábamos lo que había pasado, no estaba el auge de los teléfonos ni la comunicación digital.
"Me dejan a mí en el puente, quiero entrar a Gaviotas y me dicen que no puedo pasar, y yo así de ¿por qué?, y me dice el militar '¿qué no ves las noticias, chamaco? Todo se fue al agua'. Pero como no había luz, no se veía nada hacia el otro lado y no dimensionaba qué tanto se había inundado. Yo no estuve en el momento en el que Gaviotas se fue al agua; yo estaba en Río Viejo apoyando con los scouts.
En ese momento decide moverse a casa de su hermano, quien vivía en la colonia Atasta, hecho que le costó mucho trabajo, puesto que no había transporte público, por lo cual determinó caminar, lo cual lo llevó a descubrir la empatía de la sociedad villahermosina: "la verdad es que vi un Villahermosa muy distinto, muy humano; había muchas personas, las que tenían la posibilidad, nuevamente llevando comida, café, por todos lados estaban regalando comida; había camionetas de batea preguntando a dónde ibas porque iban a echar el raid; yo dije que iba a Atasta, me dijeron 'súbete' y me subí a la batea de una camioneta con un poco más de gente y nos fueron dejando; me acuerdo que me dejaron por la Fuente del Chorro y ya luego yo caminé; mi hermano vivía por Infonavit".
Una postal impresionante
"Al día siguiente -continúa su narración-, en la mañana volví a salir caminando y fui hasta el puente y pude ver que Gaviotas se había ido al agua; fue impresionante el ancho del río; siempre todos los años veíamos que el río crecía y bajaba, pero esto era una inmensidad; el agua iba desde donde está El Submarino, más o menos en la bajada de 27 de Febrero, a partir de ahí y llegaba, inundaba todo Gaviotas... el ancho del río era impresionante".
Fue cuestión de 40 minutos o una hora para que Gaviotas quedara sumergida bajo el agua: "No pude regresar a casa en ese momento, esta parte me la cuenta mi papá: Gaviotas se fue al agua en cuestión de 40 minutos, una hora; nosotros vivimos en los edificios de la calle Chico Che, son alrededor de unas cuatro o cinco cuadras al puente peatonal; mi papá caminó el puente peatonal con mi hermanita, que en ese momento debía tener unos nueve años, para dejársela a mi hermano que vivía en Atasta; mi papá sale de la casa caminando, llega con el agua a la cintura al puente peatonal y regresa nadando; básicamente así fue, y así pudo llegar a la casa".
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Para ese momento todo fue un caos, señala Gildardo, pues muchas personas deseaban ponerse a salvo saliendo de la colonia, pero "mi papá desde un principio dijo que él no se iba a salir por la delincuencia, porque los edificios se inundaron en la planta baja, pero todo lo demás, arriba, estaba seco; entonces pues fácil llegas en un cayuco, te subes las escaleras, abres cualquier departamento y te sacas cosas bien y te las llevas. Entonces mi papá dijo que él se iba a quedar junto con otro vecino y una vecina que su mamá estaba en silla de ruedas y que era muy difícil sacarla, los primeros dos, tres días fue un caos; yo no pude ir a mi casa en Gaviotas porque no dejaban pasar, al contrario, todo mundo quería salir de Gaviotas; era una locura".
Apoyo en albergues
Ante la situación que se estaba viviendo, Gildardo decidió irse con el grupo de scouts a apoyar en los albergues, en donde les brindaban asistencia a las personas que salieron de sus comunas para ponerse a salvo, en donde el coordinador de grupo les indicaba qué era lo que les tocaba hacer: "Nos tocó ir primero a la Cruz Roja a descargar ayuda, a descargar despensa; yo nunca había entrado a la caja de un tráiler, ¡es grandísima!, la cantidad de despensa que le cabe es enorme.
"Descargar un tráiler tomaba mucho tiempo; ahí vimos pasar los camiones de la Marina, era impresionante; luego nos tocó ir a la Quinta Grijalva, ahí para las personas que habían donado ropa, la labor era separarla en ropa de niño, de niña, de adulto, de señora, zapatos, tenis, por tallas, y básicamente seccionábamos la ropa para que pudiera ser más fácil repartirla".
De todo lo anterior quedaron evidencias fotográficas a gracias de una cámara digital Sony que siempre acompañaba a nuestro entrevistado, quien no desaprovechaba el momento para tomar fotos: "A donde pudiera tomaba foto, tenía unas pilas recargables que a donde pudiera las ponía a cargar, y cuando llegaba a casa de mi hermano en Atasta yo ponía a cargar las pilas y salía a tomar fotos, y así me la pasé hasta que se me fue llenando la memoria".
Entretener a los niños, una labor muy difícil
"Antes de irme a Gaviotas el último lugar donde estuvimos fue en el estacionamiento de Galerías -comparte Blanco-; ahí fue la última parte donde nos tocó ayudar antes de que yo me fuera con mi papá, ahí la verdad es que era muchísima gente, eran varios pisos, cada piso estaba llenísimo; había un adulto mayor con su guitarra, andaba como que animando a la gente.
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"Ahí se llevaba la ayuda, ahí nos tocaba descargar tráilers de despensa, y nos tocaba entretener a los niños. La verdad es que esa fue una labor; nos apoyamos con una amiga que el día de hoy es educadora, en ese momento estaba estudiando; les poníamos actividades a los niños, yo sé dibujar, entonces me ponía a dibujar en papel, pegábamos el papel bond en la pared, hacía muchos dibujos y le dábamos colores a los niños para que colorearan.
"Luego alguien llevó una televisión con un DVD, les ponían películas; básicamente la chamba que hacíamos era entretener a los niños y era muy pesado, eran muchísimos niños; había gente que llegaba disfrazada de payaso, todo mundo llegaba a ayudar. Yo creo que esa parte fue muy bonita, muy humana, la verdad es que se sentía bien, siempre se ha sentido bien ayudar a las personas y ver que mucha gente se sumaba era muy satisfactorio".
No faltó el negrito en el arroz
Sin embargo, no todo fue apoyo, empatía y solidaridad por parte de los albergados, ya que muchos de ellos 'hacían concha' y sólo esperaban recibir, según nos compartió Gildardo: "Era un poquito triste. Yo entiendo que muchas personas perdieron su patrimonio, pero la verdad era que había muchos adultos, hombres sobre todo, que llegaban a acostarse, llegaban a dormir, y nomas llegaban con su plato de 'dame de comer', o llegaban a la fila donde se daba la ropa y 'quiero ropa'.
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"Se voceaba, alguien tenía un altavoz y decía: 'Hombres que puedan ayudar para descargar un camión de despensa' y ahí se quedaban, no se paraban; había mucha gente que podía hacer algo y se quedaban echados y pues da coraje, porque era una chinga, por ejemplo, estar con los niños, entretenerlos, y dinámicas de dos, tres horas, hasta que se les ponía una película para nosotros era un descanso, porque se quedaban viéndola y ya nosotros podíamos comer, los que se podían se iban a bañar o cualquier otra actividad; esa parte no estuvo tan padre".
El regreso a Gaviotas
"Después de eso regresé con mi papá; había unas lanchitas que cobraban cinco o 10 pesos; nosotros vivimos en un cuarto piso y no nos tocó irnos al agua; yo tenía una laptop que un amigo se acababa de ir de viaje y me pidió que se la guardara, a mí me ayudó mucho porque yo la encendía para descargar las fotos, formateaba la memoria y seguía tomando fotos.
"Ahí en Gaviotas no hubo luz por mucho tiempo y la laptop nomas la encendía, descargaba y la apagaba, para eso me sirvió. Yo a donde sea llevaba la cámara, tomaba fotos por todos lados y luego cuando me tocó estar en Gaviotas que nos llevaban en una lanchita había personas que nada más iban a su casa o que llevaban despensa a las personas que se habían quedado en su casa y yo iba tomando fotos por todos lados", refirió el joven, quien asegura haber tomado alrededor de 2 mil 300 fotos.
La estadía en la colonia, en donde estaba acompañado por su hermana, su papá y la pareja de éste, fue algo complicada: "Todo estaba oscuro en la noche, no se veía nada, no había el auge de las redes sociales; nos la pasábamos jugando ahí en el pasillo. Llegaron unos perritos nadando al edificio, ahí los tuvimos, les conseguimos alimento y básicamente era como estar en austeridad".
Explicó que comida no les faltaba, pues vecinos antes de irse, le autorizaron a su papá entrar a los departamento y tomar la que habían dejado; "no podíamos usar el baño porque el agua se salía por el drenaje, estaba prohibido usar el baño y ocupamos el patio de un vecino, ahí pusimos una cubeta, bolsas, papel y toda la necesidad se hacía por ahí, de ese lado; yo tenía una guitarra y básicamente nos la pasábamos escuchando la radio, era el máximo entretenimiento que teníamos, enterarte de qué está pasando, como iba la situación".
En las vivencias de Gildardo, compartió una anécdota que protagonizó su papá al salir de la colonia para conseguir pilas para el radio: "Se le acabaron las pilas, y entonces mi papá tenía que ir por ellas, y salió a buscarlas en una de las lanchitas, y las lanchitas tenían un radio, porque la Sedena les dejó un horario para circular porque se dedicaban a vigilar.
"Vimos que dieron las seis y mi papá no llegaba y no había cómo comunicarse; pensamos que no pudo encontrar pilas y que se fue a Atasta con mi hermano y allá se iba a quedar; pero lo que pasó es que mi papá sí logró conseguir sus pilas y cuando llegó al puente peatonal ya no había lanchitas porque ya habían pasado las seis de la tarde.
"Entonces mi papá sintió la necesidad de llegar a casa, entonces se fue a una vulcanizadora allá por Guayabal, compró una cámara de llanta y encontró unas tapas de cubeta; llegó a la orilla donde se ponían las lanchitas, ahí puso la cámara, se acostó, se puso las cosas que tenía en la panza, y las tapas de pintura las utilizó de remos y empezó a remar del puente peatonal a la calle Chico Che; nosotros estábamos en el pasillo y vimos que venía mi papá remando de espaldas, y llegó todo empapado y ya nos contó cómo fue que le había hecho. Fue una tragedia pero a la vez una aventura, fue una experiencia", exclamó Gildardo.
Los saqueos
Al llegar la noche, quienes se quedaron en la colonia montaban guardias, "porque en la madrugada se escuchaban ruidos, se escuchaba donde serruchaban, donde con un esmeril cortaban herrería; ya cuando no había nada de luz, y como que llega un punto en el que la pupila se dilata y más o menos puedes ver cosas en la noche.
"Se veía donde pasaba un cayuco vacío, había gente que iba del otro lado caminando, agarraban los cayucos y se escondían detrás de ellos dentro del agua, esas personas andaban robando; entonces mi papá tenía una escopeta vieja y nos tocaba cuidar las casas. Nos tocaba vigilar de madrugada, no nos tocó en el edificio donde estábamos nosotros que alguien pudiera meterse pero sí se escuchaba en la madrugada donde rompían vidrios, donde entraban a casas, y así".
"La ciudad era un cochinero"
Al comenzar a bajar el nivel del río, se pudo apreciar la magnitud del desastre recién ocurrido, dejando en evidencia una ciudad completamente destruida, de lo cual también Gildardo dio su testimonio: "cuando empezó a bajar el agua, creo que fue como unos 15 días después, la ciudad era un cochinero; nos tocó limpiar, las personas que estaban en planta baja, tenemos un amigo que su mamá tiene una tienda, cuando abrieron la reja no sacaron nada de ahí, había todos los productos, todo tirado, lleno de lodo.
"La verdad que sí fue un poco triste ver todo lo que había que hacer, lo que había que limpiar y nuevamente los vecinos, todo mundo empezó a salir, y a echar agua, y a limpiar, a cepillar, era un mundo de basura, de planta; la parte de la limpieza sí costó mucho trabajo.
"Luego empezaron a meter bombas, porque había partes donde el agua quedó medio estancada y ponían bombas que daban hacia el río y a empezar a sacar el agua. Uno veía en la basura estéreos, colchones, muebles, fue un poco triste ver la cantidad de cosas que se perdieron".
¿Hubo muertos?
Para Gildardo era inverosímil que, dada la magnitud de la tragedia ocurrida, no hubiera pérdida de vidas humanas, y señala que algunas personas aseguraron que sí las hubo: "Hay quienes dicen que no se perdieron vidas humanas, la verdad es que la gente de Gaviotas tiene otro punto de vista, porque mi hermano asegura que sí hubo gente que se ahogó, que pasaban flotando animales y algo que parecían cuerpos.
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"La verdad es que sí nos tocó ver en la madrugada una lancha militar que entraba, recorría en la noche y luego llevaban bolsas, y la gente asumía que eran cuerpos y por eso es que dijeron que nadie había fallecido, pero la verdad es que una tragedia de esa magnitud y que nadie haya perdido la vida, pues sólo que tengamos muchísima suerte pero no lo creo, la verdad".
Entre la tragedia y la aventura
Al resumir su experiencia en este acontecimiento que marcó la vida de los tabasqueños, Gildardo Blanco consideró que para él, "fue una tragedia y una aventura a la vez; es triste ver cómo las personas perdían su patrimonio, cómo la ayuda no alcanzaba, los albergues, la cara de los niños, muchos no sabían lo que estaba pasando; había una foto donde una familia está abrazándose porque lograron salir en lancha y apenas se bajaron de la lancha se abrazaron y esa escena te doblega, te toca el corazón, porque sí fue muy triste.
"Por otro lado ver la ayuda de la gente, ver cuánta gente se sumaba, se sentía bonito, a su vez ayudar a las personas se sentía muy bien. Había muchas cosas por hacer; durante la inundación hubo muchas cosas por hacer, yo agradezco a los que se pudieron sumar; es un poco triste las personas que podían hacer algo y decidieron no hacer nada eso también es un poco triste".
"Nos merecemos otra inundación"
Sin embargo y a pesar de la magnitud del desastre ocurrido, los ciudadanos no aprendieron la lección, pues aún no hay cultura de la limpieza en calle: "Yo creo más triste aún al día de hoy, por ejemplo, al menos allá en mi colonia hay muchos gavioteros que siguen tirando basura, parece que no aprendimos la lección. Nos merecemos otra inundación, por irresponsables por inconscientes por puercos porque vivimos una tragedia muy grande y que no hayas aprendido nada de eso, sí está cañón.
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"No está preparada la gente a 17 años de la tragedia no aprendimos, es para que ahorita no esperemos a que el ayuntamiento lo haga todo, una cuadrilla manda el ayuntamiento y que salgan los vecinos también a ayudar, son pocos los vecinos que tienen la iniciativa de barrer, de limpiar, concluyó.