Fabiola perdió a su familia a causa de sus adicciones (Parte I)

Procedente de Nueva Inglaterra, Fabiola vivió por mucho tiempo en las calles; sus adicciones al alcohol y las drogas la llevaron a perder a su familia

Delia Marí / El Heraldo de Tabasco

  · sábado 21 de septiembre de 2024

Fabiola, mujer de 30 años con adicciones. Foto: Delia Marí / El Heraldo de Tabasco

Ella es Fabiola, tiene 30 años, y es alcohólica y además, drogadicta. Confiesa tener un problema con el consumo de cristal y fentanilo, lo que se agudizó a raíz de la separación de su compañero de vida, llevándola a vivir perdida en las calles de la ciudad.

Procedente de Nueva Inglaterra y madre de tres hijos, lleva un año un mes viviendo en las calles de Tabasco, sin ganas de vivir, experimentando el dolor de sentir a su familia perdida a causa de sus adicciones impulsadas por el hecho de no sentirse suficiente; y en exclusiva platicó con El Heraldo de Tabasco para dar su testimonio, y lo que la llevó a integrarse al grupo de Alcohólicos Anónimos.

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El Heraldo de Tabasco: Cuéntanos un poquito de tu experiencia, cuánto tiempo hace que estás aquí, ¿eres de Nueva Inglaterra?

- Sí, tengo 13 meses, 13 meses pasando de sábado. Llegué el 23 de julio, han pasado 12 meses y he ido recorriendo mis 13 meses.

El Heraldo de Tabasco: ¿Por qué llegaste aquí, cómo fue que llegaste?

- ¿Cómo fue que llegué? Pues la verdad, soy alcohólica y drogadicta. Tuve que llegar por haber tocado fondo, más que nada en el cristal. Yo vivo por el problema del cristal, del fentanilo.

La verdad, me veía en las calles ya perdida, sin ganas de vivir, con muchas ganas de morirme. Con una familia ya perdida. Yo soy madre de tres hijos y mis tres hijos se tuvieron que alejar de mí.

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No ser buena compañera, no ser buena hija y buena madre, me conllevó a meterme en las drogas. Yo me la pasé tres años con una niña en el cristal. Tras la separación del compañero con el que yo estaba.

Eso me llevó a sentir un dolor muy fuerte, porque yo pensé que esta persona quería algo conmigo, quería tener una familia conmigo. Yo le creí. Él es una persona mayor, va a cumplir cuarenta.

Le creí porque me prometió muchas cosas, y una de ellas fue que iba a estar conmigo siempre. Y eso a mí me gustó, porque la verdad, la familia en la que yo crecí, es una familia muy disfuncional.

Mi papá tenía su primera mujer y nosotros fuimos crecidos en un segundo matrimonio. Entonces esta parte a mí me dolió bastante. Aquí me vine a dar cuenta que fue uno de mis dolores más grandes, porque yo siempre quise a papá al lado.

Mi papá nunca vivió con nosotros, él solo llegaba por ratitos a casa. Solo teníamos a mi mamá, mi mamá fue padre y madre para nosotros. Pero el cariño que yo quería nunca lo tuve, porque mamá fue una mujer muy sumisa que siempre estaba pendiente a que mi papá la viera bien, a que mi papá la viera como una buena mujer de casa y sin importarle qué sentíamos nosotros.

Nosotros no veníamos de personas tan ricas tampoco, pero no nos hizo falta zapatos ni cosas, ni la comida jamás. Mis padres no son alcohólicos y mucho menos vi violencia en la casa, por eso yo me pregunto por qué yo tuve que parar hasta allá.

El desapego de mamá

Pero tras ir conociendo el programa y escuchar a mis compañeros, descubrí que fue el cariño de mis padres que a mí me hizo falta. Cuando a mí en la escuela me pasaba algo, cuando me iba mal en las clases o que me regañaban, en realidad cuando llegaba a casa no tenía a alguien que me preguntara cómo me fue

El Heraldo de Tabasco: ¿Qué edad tienes?

Treinta años acabo de cumplir. Entonces, cuando llegábamos mi mamá estaba barriendo el patio, echando tortillas o lavando, y nos sentábamos a comer y nos servía la comida y ella se ponía a hacer sus cosas. Obviamente si me iba mal tampoco le quería decir a mi mamá, porque nos reprendía pues, si nos portábamos mal en la escuela mi mamá nos pegaba, pero nunca le quería yo decir a mi mamá por miedo a que me pegara o que se diera cuenta que me portaba mal, yo siempre con una pinche máscara de que me portaba bien. Entonces todas esas emociones yo me las fui reprimiendo, nunca fui abierta con ella, nunca tuve la confianza de decirle sabes que mamá me siento así.

El Heraldo de Tabasco: ¿Por qué?

- Porque yo veía que mi mamá consentía más a mis otros hermanos y eso aparte a mí me dolía, porque yo decía ¿por qué a mí no?, yo siempre tuve envidia de que mi mamá, mi hermana era más apegada a ella porque es una muchacha muy callada, como que muy dedicada y así, no como yo.

Yo la neta soy una muchacha rebelde, pleitista, desobediente; o sea, era un caos, entonces siento que por esa parte yo me fui; yo fui creciendo más con la vida en la calle, con la vida de mis compañeros, como que al madrazo, yo nunca tuve la confianza de acercarme a mi mamá.

Cuando yo veía que mi hermana sí se acercaba a mi mamá, a mí me ganaba más la pinche envidia, yo no me acercaba a ella, yo prefería decir ‘ah, ¿por qué a ella sí y a mí no?’

Yo prefería salirme a la calle a jugar canicas, andar en los árboles cortando guayabas, cortando mango, salirme con mis primos, que estar en la casa.

Esperaba que mi mamá se durmiera y yo a la calle; mi hermana no, mi hermana era de las que hacía tareas y se acostaba a dormir, y se levantaba y se iba a la hamaca con mi mamá, yo no quería estar ahí con mi mamá, yo quería andar en la calle; no me di cuenta que por mis actitudes, mi mamá quizá también no tuvo ese acercamiento hacia mí. Yo estuve más apegada a mi papá, porque sólo estaba para premiarme económicamente.

Él nada más fue papá para mantenernos, y cuando él llegaba nos daban dinero, ya tenía yo para irme a la tienda o al ciber, a mí me gustaba estar allá para saber de juegos y todo eso.

Ahí mi mamá se dio cuenta de que yo era una niña rebelde, que no le hacía caso, y al quejarse con mi papá, él le decía ‘deja a la niña’, eso me hacía sentir bien.

En la escuela igual iba baja de calificaciones, porque me la pasaba jugando, y cuando a ella la mandaban a hablar porque yo no entregaba tareas, me portaba mal, me expulsaban mucho de la escuela, me llamaban mucho la atención y el reporte, entonces mandaban a hablar a mi mamá.

Mi mamá se decepcionaba de mí, y lo que a mí me ponía mal es que me reprendiera en la escuela, me avergonzaba que me pegara en la escuela, yo fui creando un resentimiento hacia ella, yo me fui mirando más hacia la calle, yo no pensaba.

Su inicio en las adicciones

No imaginé, yo pensaba que como toda niña era liberal, y pensé que era todo un juego, pero cada vez me fue gustando más estar fuera del hogar, y con las compañías que yo escogí, que igual estaban alejándose de su papá, entonces no faltó el que ya conocía el cigarrito, no faltó el que ya conocía la motita y eso, y ahí empecé.

Creo que empecé con un primo, porque le daban dinero y él estudiaba la técnica en el centro, acá en Tumacán; entonces allá por parte de sus amigos, empezó a conocer lo que fue la mota, y nos mandó a hablar a mí y a mi hermano, para aprender a fumarla; recuerdo que yo fui para allá, igual intenté, y no me gustó, pues al principio no le supe.

El Heraldo de Tabasco: ¿Qué edad tenías en ese momento?

- Como unos 9 años, 10 años tal vez, sí chiquita; entonces así empecé, y ya luego con el alcohol, el alcohol empezó con mis medias hermanas, porque aparte de que yo soy de un segundo matrimonio, mi mamá había tenido ya un primer matrimonio, donde procreó seis hijos. Son 6 medias hermanas que yo tengo, que ya son mayores.

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Entonces, nos invitaban a comidas o convivios de ellos, y ellos sí tomaban, yo recuerdo ver las ampolletitas de cervecita, las típicas coronitas, y ver cómo ellos se fiestaban, y eso a mí me gustó, yo quería también sentirme contenta como ellos estaban. Tenía 9 o 10 años cuando yo me puse una borrachera allá en casa de mi hermana Danila

El Heraldo de Tabasco: ¿Por qué?

- Porque mi mamá no estaba, nos dejó quedarnos ahí, y ya luego mi hermana nos iba a llevar, entonces como que sentí la libertad de ponerme una buena peda; yo no sabía que me iban a emborrachar, yo con la primera que me tomé sentí el efecto. Al principio pues lo amargo no me gustó, pero el efecto que me hizo sentir, yo me sentía alegre, ya podía hablar más y hasta bailaba, y a mí nunca me gustó bailar. Yo recuerdo que mi mamá decía ‘¿por qué vamos a ir a la fiesta si a esta chamaca no le gusta bailar?’; a mí no me gustaba bailar, me comportaba más como un varón que como una niña. Mi hermana sí bailaba y todo, porque yo crecí tras de mi hermano; mi hermano es un año mayor que yo, entonces yo llevaba los pasos de mi hermano.

Él me llevó a juntarme con puros compañeros hombres, entonces ese día nos buscaron allá en casa de mi hermana, a mi hermano incluso; mi hermana no, ella se regresó con mi mamá, entonces al ver que mi hermano andaba atrás de una chamaca, y porque ese galancito se tomó una ampolletita, y el efecto que cargaba, que andaba muy alegre, me dio el valor y la confianza de tomarme una.

La mejor cosa que recuerdo es ver que mi hermana al día de hoy, no tenía conciencia de ver el daño que me iba a causar, y yo no lo vi como un daño, a mí me gustó; me gustó lo que me hizo sentir, lo que no me hizo sentir, porque al día siguiente yo ya no me acordaba a qué hora me dormí, no me acordaba que me había emborrachado, yo nada más recuerdo haberme levantado con un fuerte dolor de cabeza, mi hermano también, se reía con su compañero de que estaban ‘cruditos’, era algo simpático.

A mí me estaba matando un pinche dolor, yo no sabía lo que era una cruda, pero ver que luego se me pasó porque hasta caldito hicieron y todo, pensé ‘ay, yo lo voy a volver a hacer en otra fiesta’, y ya venían las fiestas de diciembre y servían ponche; esa agüita yo me la tomaba porque sabía que tenía alcohol, y escuchaba que había una mamá que decía: ‘No le den a los chamacos eso, nada más que se coman el nance, porque la agüita emborracha’. Yo decía,’de aquí soy’, y así me empezó a gustar el alcohol.

La etapa de la secundaria

Al entrar a la secundaria, como mi papá me daba dinero, yo decía ‘que yo tenga amigos o amigas que lleguen a mí porque sea muy buena onda o porque tenga esa empatía para encajarnos’. Yo compré mis amistades, porque les invitaba cosas, porque mi papá me daba dinero; siento que mi papá pagaba un sentimiento de culpa dándonos dinero para así sentirnos bien y no darme cuenta de que nosotros no éramos la familia, porque él nunca nos incluyó a nosotros.

O sea la familia sí sabía, la gente sí sabía, pero yo no me daba cuenta de eso; entonces a mis amigos en la escuela los tenía yo rodeados porque compraba yo que la coca, la Sabrita.

Una vez se me ocurrió meter una botella de alcohol a la escuela, iba en primero de secundaria, no tenía a sus amigos que también bebieran; a mí se me ocurrió comprarme un típico charango porque eran más baratos; lo sentí bueno, dulce con coca y como tengo una pinche malicia, dije: ‘Voy a meter una botella de trago’ y mando a comprarla y la meto a la escuela, entonces mandé a comprar la coca porque yo dije: ‘no, no me van a cachar porque con la coca todos los días la compro y la voy a meter ahí, le voy a sacar un poco y le voy a meter el charango ahí’.

Pero como siempre, no faltó quien dijera que algo está pasando, y que me cacha el conserje y dice: ‘A ver, Faby, regálame un vasito de coca’ y yo así como que no le quería dar, y que se toma un vasito y que me mandan a hablar a la dirección y me expulsan; no fue lo peor, para mí fue lo mejor porque llegó mi papá, y mi papá en vez de reprenderme no me dijo nada.

En cambio, mi mamá sí se enojó mucho, pero mi papá no me dijo nada; mi papá siempre me consintió quizá a él no lo tenernos en casa, no vivimos con él; siento que tal vez él tendrá sus razones, el por qué hacía esto con nosotros, y cuando me expulsaron de la escuela, dijo que se va a ir 15 días y va a traer una silla blanca,.

Recuerdo que mi papá acababa de comprar la silla blanca atrás; a mí me alzó el pinche ego porque a mí no me decían nada, yo podía hacer lo que quisiera y a mí no me decían nada, pero no me daba cuenta que era un fuerte problema, que a mí nunca sonó porque yo empecé a beber más; En ese entonces yo sentía que yo no bebía por algún sufrimiento, yo bebía por divertirme; todo era chingón, yo no me acordaba que yo venía de un papá que tenía una familia y se me olvidaba que mi papá tenía otros hijos porque cuando empecé a tener más juicio, más mentalidad, me di cuenta que mi papá tenía otra familia.

Mi mamá nunca se sentó en una mesa diciendo ‘¿sabes qué Fabiola? ustedes tienen unos hermanos’; mi mamá nunca me explicó nada de la sexualidad, nunca me explicó nada de que ella tenía una pareja, que ella tenía una familia, nada.

El Heraldo de Tabasco: ¿Pero tú sabías de su primer matrimonio?

- No, cuando nos empezaron a decir que nosotros éramos hermanos fue cuando yo empecé a dudar, y al preguntarle a mi mamá, ése fue el coraje, de que yo me enteré por la gente de la calle, no por mí misma familia, cuando yo me di cuenta que mi papá tenía otro matrimonio y por eso nunca durmió con nosotros, y por eso es que sólo llega en las tardes y llega rápido

Yo no sabía que vivía con su esposa y sus hijos; a mí me aparece ese sentimiento de ser relegados, no tomados en cuenta o no tan importantes, o no ser la preferencia, o estar ocultos como si fuera algo malo. Yo llegaba a decirle a mi papá ¿Acaso te avergüenzas de nosotros? ¿Por qué? ¿Por qué no nos dijeron esto? ¿Por qué tuvo que ser la gente de allá afuera? Eso a mí me pegó muy fuerte.

Me deprimí bastante. Yo recuerdo que mi papá me encontró con un vecino tomando una lata de cerveza, creo que fue porque yo me había enterado de la situación; él invitándome la lata de cerveza, y mi papá en una bicicleta. Tenía como 10 años u 11 años.

El primer golpe de su papá

Entonces mi papá llega y me pegó, me dio una cachetada; mi papá nunca me golpeó más que dos ocasiones. Fue tanto mi dolor, que dice mi mamá que hasta yo lo soñaba, y le decía que en el sueño yo hablaba que por qué mi papá yo lloraba… Yo recuerdo que ese día no salí del cuarto, porque mi papá, aparte de que me había ocultado eso, y aparte de que tenía otros hijos, me había golpeado. Y dice mi mamá: ‘Por eso su papá no duerme con nosotros, por eso nunca sale con nosotros, por eso nunca nos ha llevado a comprar los útiles escolares’.

Yo en la escuela veía que todo el mundo llegaba con sus papás, siempre había mamá y papá, y yo no, nada más veía yo mamá. Mi mamá engañó de que papá estaba trabajando.

El Heraldo de Tabasco: Ahora, de la primer familia de tu mamá, ¿de ese siempre se supieron? ¿De sus otros medios hermanos?

- Sí.

El Heraldo de Tabasco: ¿Y qué pasó con su primer esposo?

- Lo dejó porque la golpeaba. Mi mamá nunca nos contó esa historia de chicos, nos lo vino a contar allá ahorita de grande.

Yo me empecé a dar cuenta ya como por ahí de los ocho, nueve años, de que esos hermanos no eran del mismo papá.

El Heraldo de Tabasco: ¿No vivían con ustedes ellos?

- No, ellos ya se habían ido, ya se habían casado, solo había quedado uno de ellos, el más chico que por otras razones se fue; él se fue porque se portó grosero con nosotros, como él era de otro papá se portó grosero con nosotros, y se tuvo que ir, se tuvo que ir a América.

Y ellos llegaban, pero lo que no me gustaba era el trato de ellos; nos minimizaban y siempre veía yo que ellos, mamá para acá, mamá para allá, porque son mayores, y esa parte no me gustaba, que mi mamá les diera la preferencia.

Y eso a mí me empezó a hacer mucho resentimiento de ver a papá que prefería sus hijos allá y mamá que prefería sus hijos de su primer matrimonio. Y entonces ¿Fabiola donde estaba?, fuera del forrán, por eso Fabiola buscaba esa atención, trataba de encajar, y lo busqué en lugares equivocados, que fue con los compañeros que andaban también en el mundo de afuera, en el mundo del dejado de su familia.

Un embarazo inesperado

Pues así empecé a crecer yo con el alcohol, me empezó a gustar hasta que conocí al papá de mis dos hijos en tercero de secundaria; a mí lo que me agradó es que él me decía las palabras que mi papá nunca me dijo, aquí lo vine a entender, yo afuera no lo entendía. Yo empecé a encariñar con él, con ese abrazo que él me daba, ese cariño, me sentía yo protegida, lo que nunca sentí desde que tenía yo uso de razón, protegida por alguien, lo empecé a sentir con respeto.

El Heraldo de Tabasco: ¿Él era igual de tu misma edad o más grande?

- Él es dos años mayor que yo.

El Heraldo de Tabasco: ¿Igual iba en la secundaria?

- Él ya estaba en la prepa, yo lo veía en la secundaria, estaba en primero y él estaba en tercero, pero yo ya empecé a encajar con él cuando yo iba a pasar a tercero y él ya estaba en la prepa, y vino lo peor, porque me embaracé. A mí, mi mamá nunca me dijo de la sexualidad, ni que me podía embarazar; obviamente, en la escuela se nos explicaba, pero como toda niña, cuando lo escuchaba yo por el maestro, a mí me daba risa y escuchaba a otros niños que se reían, a mí me daba gracia, y se me hacía penoso y vergonzoso, pero tras de mí ya había un chingo de sufrimiento por esa parte.

Entonces, al conocer al papá de mis hijos me hizo sentir protegida, querida, que yo valía para alguien, que era importante para alguien. Entonces, a mí no me dio ni el mínimo miedo de entregarme a él, pero eso sí, sin cuidado ni nada, pues yo nunca pensaba que me iba a embarazar hasta que ya no me venía la menstruación, era porque ya estaba embarazada y con el pinche miedo de cuando se lo dijera a mis papás.

Ahí, en esa etapa, yo no me armonizaba, yo recuerdo que no me armonizaba porque ya era más mi temor que me mandaba el pensamiento, ¿qué iba yo a hacer si yo estaba en la escuela? O sea, yo todavía no acababa la secundaria, o sea, me daba vergüenza decir, ¿qué van a pensar mis amigos? ¿qué van a pensar mis amigas?, ¿qué va a decir mi mamá?, ¿qué va a decir mi papá? Ahí sí empecé a tener temor a ellos. Ahí sí se lo decía yo al papá de mis hijos; él me decía, ‘vámonos a la casa’. A mí se me hacía espantoso, yo no sé qué es eso de la responsabilidad.

Yo me sentía avergonzada, ¿por qué lo hice? ¿Por qué pasó? Entonces, yo no me atreví a decírselo a mi mamá, y pasó un mes, dos meses, tres meses, cuatro meses, y cuando ya se empezaba a sentir el bebé, a moverse. Y yo ahí en la casa, yo le pedía muchísimo, yo desde ahí empecé a creer en un poder superior. Porque yo le pedía mucho que a mí me diera la oportunidad, pues yo sí quería tener la criatura que tenía yo en la panza y que iba creciendo, porque el hecho que se iba moviendo, y que yo sabía que era del amor de mi vida, y que ya lo tenía yo más apegado a mí, yo sentía bonito, o sea, algo confuso fue, pero yo sentía bonito que me dieran la capacidad para enfrentar esa situación.

Y seis meses, y siete meses, hasta que llega una de mis medias hermanas, de parte de mi papá, a traernos ropa americana que le vendiéramos. Ella es enfermera. Nada más nos utilizó para venderle su ropa, porque nunca se acercó a nosotros.

Entonces, cuando ella se acercó, me miró, y como ella es enfermera, le dijo a mi papá allá en su casa, ¿sabes qué?, esa chamaca está preñada. Así me lo dijo mi papá, no le dijo que estaba embarazada. Entonces mi papá nunca llegaba a esa hora, cuando ya estaba oscuro; mi papá antes de las cinco de la tarde, llegaba a darle a mi mamá y se iba.

Llegaba nada más rapidito, nunca se quedó a dormir ahí. Entonces, cuando llegó mi papá en la noche, se me hizo extraño, y me habló, y me dice ‘¿es verdad que está preñada?’, y me dio mucho miedo. Y me agarró de los hombros y me dice, ‘¿sabes qué?, yo no te voy a golpear por el estado en el que estás. Ahorita hay que enfrentar a tu mamá’, porque mi mamá era más violenta, la que tenía la regla, la que tenía el mando ahí en la casa, pues. Ella era padre y madre para nosotros, mi papá no tenía mando ahí entre la casa, porque no vivía con nosotros. Ella era la que nos corregía,.

Entonces, cuando fuimos a decirle a mi mamá, se sorprendió, y me agarra del brazo, y me lleva al cuarto, y me empieza a tocar, y cuando me dice, ‘Fabiola, ¿cuántos meses tienes?’, y le digo ‘ tengo siete’, me respondió ‘aunque ya no te lo voy a poder sacar’. Cuando mi mamá me dijo que me quería sacar a mi hijo, eso no me lo saco yo de mi cabeza, esa parte también es un resentimiento que yo tengo hacia mi mamá, por cómo quiso evitar una vida.

Porque en su momento, cuando mis hermanos a mí me hacían bromas, me decían, ‘no, a ti te recogieron de la basura, a ti esto, a ti el otro’. Eso a mí no se me fue, eso a mí se me fue quedando ahí. Entonces, cuando mi mamá me dijo eso, entonces pensé ‘es cierto, a mí mi mamá no me quería tener’, porque ese fue el error, siento que de ellos, de que a mí un día me dijeron: ‘Si tú no ibas a nacer’, y yo, ¿por qué pegaste a lo último? Y esa madre a mí me dolió.

Y cuando mi mamá me dijo eso, que a mi hija me la quería sacar, entonces pensé que mi mamá, sí se hubiera atrevido a que yo no hubiera nacido. Entonces le creé a mi cabeza que yo no era una hija deseada. Le dije a mi mamá, ‘si tú quieres que yo también me muera así, matas a mi hija, de una vez para que te quedes contenta’, yo recuerdo que mi mamá, mi mamá lo que hizo fue decir, ‘¿sabes qué? Agarra tus cosas y vete’, y me corrió de la casa.

Eso a mí me dolió bastante, porque yo me veía yendo a la escuela, luego me arrepentí, me vino el arrepentimiento, ¿por qué? ¿Por qué no me cuido? ¿Por qué le digo al papá de mis hijos? Y yo le decía, no pasa nada, pero yo te dije que nos quedamos a la casa. Él siempre me apoyó por esa parte. ¿Por qué? Porque él es hijo único.

El recibimiento de su suegra

Y ya su mamá ya le habían dicho que a mí me veían que yo estaba embarazada, y doña Elsa siempre me estaba preguntando, ‘oye, ¿es cierto que estás embarazada?’ Yo le decía, ‘no, doña Gretita’; ‘no me lo niegues, Fabiola, ese chamaquito te va a salir mudo. Dime si estás embarazada’. Ya cuando me vió en la puerta de su casa, ya me estaba esperando con una sábana y todo bien.

Esa parte a mí me gustó, que ellos me dieron el alojamiento, ya que de mi propia casa me corrieron. Entonces ahí me fui quedando, pero yo no me daba cuenta que yo tenía ese carácter de embarazada. A mí mis pinches celos y mis inseguridades fue lo que hicieron que mi matrimonio fracasara.

Porque yo tuve a mi hija ahí, yo no quería que él saliera. Cuando él empezaba a llegar tomado, porque así empezó ya otra vez mi alcoholismo, él llegaba tomado, en un año y medio se sentía como un papá realizado, y se iba con sus amigos y llegaba tarde, él trabajaba en una taquería. Llegaba tarde, llegaba tomado y eso no me ponía mal.

Le decía yo, ¿por qué se sales a tomar? ¿Por qué no llegas a la casa? ¿Qué no ves que yo me vine contigo? Porque yo quiero estar contigo. Entonces quiere decir que tú no quieres estar contigo. Y eso también me lo fui metiendo yo.

‘O sea, tampoco él quiere estar contigo. ¿Por qué nadie quiere estar contigo? Y me ponía yo mal. ¿Será que te la pasas con alguien? ¿Por qué no traes la cerveza a la casa y tomas acá en la casa? Yo quiero estar contigo. Me decía, ‘no, ya vas a empezar.. Pero así empezaron los reclamos.

Continuará…