Existen lugares en México en donde la tradición del Día de Muertos se conmemora de manera muy singular. Tal es el caso de Pomuch, una villa de Campeche, en donde sus habitantes tienen la costumbre, un tanto escalofriante, de desenterrar a sus difuntos para limpiar sus osamentas y que estén “presentables” para la fecha.
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Esta tradición maya de origen prehispánico considerada desde 2017 como Patrimonio Cultural de Estado de Campeche, conocida como “Limpieza de los Santos Restos”, se realiza del 26 de octubre al 2 de noviembre, y consiste en exhumar y limpiar los huesos de los muertos, lo cual representa un acto de amor.
Localizada al norte de Campeche, la comunidad de Pomuch, también conocida como “el pueblo que huele a pan”, destila un ambiente de nostalgia, que se conjuga con un clima nublado en los días previos a la celebración de Día de Muertos.
Sus pobladores arriban al cementerio desde una semana antes de la celebración para cambiar las telas blancas que representan las vestimentas de sus familiares, en las cuales depositan la osamenta de sus seres queridos fallecidos.
Cada hueso es limpiado con mucho cuidado, desde el más pequeño hasta el cráneo; en ese lugar no existe miedo, al contrario, la labor se realiza entre risas, bromas y anécdotas que protagonizó el familiar cuya osamenta están limpiando. Hay quienes platican con ellos en solitario acerca de lo que acontece en el mundo actual.
Para poder realizar la limpieza de los restos debieron transcurrir al menos tres años del fallecimiento del ser querido, de lo contrario los huesos aún tendrán piel, lo que hará imposible desempolvarlos. Durante el proceso los huesos se colocan de manera tal que la calavera sobresalga encima de la caja conocida como osario, la cual es pintada y retocada, y se mantiene abierta todo el año.
La intención de este ancestral ritual es que los seres amados que ya trascendieron del plano terrenal, estén presentables antes del Día de Muertos, colocándolos adentro de su casa encima de un paño nuevo pintado o bordado, ya sea que los familiares lo adquieran así o ellos mismos lo elaboren, y de esta manera mantener la conexión entre la vida y la muerte.
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El cementerio del poblado es pequeño y multicolor; en su arco de entrada reza la leyenda “Respeto y silencio”, y su interior asemeja un laberinto surrealista que simula un portal que conecta al pasado con el presente.