A merced de las inclemencias del tiempo pernoctan en terrenos baldíos y áreas verdes de la avenida Gregorio Méndez familiares de pacientes internos en los hospitales de alta especialidad del Niño y de la Mujer.
En condiciones infrahumanas y arriesgándose a contraer coronavirus y otras enfermedades, puesto que muchos no portan cubrebocas, se mantienen hacinados en estos sitios donde comen y duermen, mientras esperan noticias de sus enfermos.
Ahí platican, lloran, ríen y pasan por distintos estados de ánimo mientras esperan el momento en que del nosocomios les informen que sus pacientes serán dados de alta.
El comedor improvisado suelen ser cubetas, ladrillos y hasta el propio suelo en las banquetas que se ven obligados a tomar, porque no se les permite el acceso a las áreas de urgencia de los hospitales.
Durante el tiempo que llevan en este sitio han cultivado una gran amistad entre familias y se dan ánimos para continuar aguardando por la salud del familiar.
Aunque tengan que soportar el inclemente sol, las torrenciales lluvias que suelen caer sobre la ciudad o peor aún, estar expuestos a contraer el Covid-19 por su cercanía con ambos nosocomios y contacto con personal médico.
Pastores y feligreses distintas iglesias de buena fe arriban al lugar para orar con sus hermanos de religión, para que Dios conceda a sus pacientes salir con bien de la enfermedad.
Durante uno de estos rituales, una mujer de religión evangélica exhortó a una mujer a arrepentirse de todo mal que haya hecho y pedir a Dios de todo corazón por la salud de su pequeño.
"De ahí va a salir sano tu pequeño, en el nombre de Dios", le dice mientras esta permanece de rodillas con los ojos cerrados esperando un milagro del cielo para regresar a casa.