"Voy a dar un plazo determinado para que me den una respuesta. De no hacerlo, iré a Ciudad Judicial en Guadalajara, Jalisco y haré huelga de hambre, acamparé y de ser posible hasta me encadenaré también porque no me van a mover de ahí hasta que nos hagan justicia a mi hijo y a mí. Ya estuvo bueno".
Con estas palabras, Nadia 'N' lanza una advertencia a las autoridades encargadas de su caso, las cuales desde el 2014 mantienen empantanada la custodia de su hijo, Eduardo 'N', quien fue arrebatado de sus brazos luego de que su pareja y padre del niño le propinara una golpiza que la dejó con severas contusiones y tirada en el suelo.
Ese episodio ocurrió cuando el pequeño apenas iba a cumplir 2 años de edad. Actualmente va a cumplir 9 años, y el asunto sigue durmiendo el intranquilo sueño de lo injusto, en instancias de Tabasco y Jalisco.
"La historia comienza en el 2008, cuando tenía 18 años y decidí mudarme de Villahermosa, Tabasco (mi ciudad natal) para trasladarme a Guadalajara, donde conocí al padre de mi hijo, que en aquél entonces tenía 25 años. Fue mi primera relación formal, estaba muy ilusionada, era feliz, pero todavía me faltaba mucho por aprender de la vida, que da golpes muy fuertes con la realidad. No recuerdo las fechas exactas, pero sí me acuerdo muy bien que la violencia no tardó mucho en aparecer, todavía no teníamos ni el año de estar juntos, cuando recibí mi primera bofetada. Estábamos discutiendo, y de repente me suelta el golpe, yo no lo podía creer, él inmediatamente pidió perdón, pero me hizo saber que yo lo había provocado, por lo tanto, era mi culpa", señala Nadia en una carta enviada al presidente de la República, en la que expone detalles intimistas de la experiencia sufrida al lado de un hombre maltratador, misma que la mantiene alejada de su pequeño.
"Entrar en más detalles sobre cómo fue empeorando la relación, me hace sentir aún más culpable, porque viéndolo en retrospectiva ¿cómo pude permitir que todo eso me pasara?", se pregunta en la misiva.
"A mediados del 2011 me entero que estoy embarazada. Primero entré en pánico, después sentí una enorme incertidumbre, porque en mis pensamientos ya comenzaba a contemplar la posibilidad de que lo más sano era terminar esa relación y casi toda la responsabilidad de tener un hijo iba recaer sobre mí, pero con la noticia de mi embarazo, se esfumó esa posibilidad, sobre todo cuando escuché por primera vez los latidos del corazón de mi hijo, además yo tenía un excelente trabajo, dónde recibía buen sueldo y prestaciones superiores a las de ley, y para el futuro padre, aunque al principio le asustó la noticia, aparentemente después le resultó maravillosa", señala.
Nadia relata, en entrevista exclusiva para El Heraldo de Tabasco, que incluso llegó a creer que con el embarazo, su relación iba mejorar. Sin embargo aclara que el sujeto tiene rasgos de alcoholismo, lo cual sólo ha acrecentado su carácter violento, debido al cual ejerció en su contra diversas formas de violencia.
"Dudaba de su paternidad y me atormentaba seguido con eso, tenía celos absurdos y era muy posesivo. Siempre fue así conmigo, pero con mi estado se puso peor, todo el tiempo libre que yo tenía, lo pasaba con él, y cuando estaba en mi trabajo, me hacía saber que me tenía vigilada. No podía tener amistad con ningún hombre, yo tenía muchos amigos gays, pues peor aún para él, ya que también es homofóbico, pero lo mismo ocurría con el hecho de que yo tuviera amigas, hasta eso le molestaba, porque decía: “ah, entonces eres lesbiana”; era una situación desquiciante", apunta.
"Hubo dos ocasiones en las que me golpeó estando con embarazo avanzado, las dos veces borracho y llegando a altas horas de la madrugada, porque eso sí, él sí podía salir solo y divertirse con sus amigos. Llegó a tal grado su alcoholismo, que seguido arribaba tarde a su trabajo, donde ya le habían advertido que si volvía a tener retardo, lo iban a correr, situación que era muy grave ya que estábamos esperando la llegada de nuestro hijo y tenía que cuidar su trabajo. En una de esas dos ocasiones que me golpeó, fue porque llegó a las 6 de la mañana, totalmente alterado y en mal estado. Al preguntarle varias veces qué le había pasado y que a las 9 am tenía que estar puntual en su trabajo, y no recibir respuesta, lo agité del brazo y se me lanzó a los golpes, gritándome que lo dejara en paz. Aunque tuvo la “decencia” de no golpear mi barriga de embarazada, en cambio fueron mis brazos los que recibieron aquellos golpes, después se retiró a dormir, y yo me acosté en la cama del otro cuarto del departamento donde vivíamos, adolorida, y llorando de la impotencia ante aquella situación que estaba viviendo".
A raíz de esa situación, Nadia presentó complicaciones en su embarazo, que desembocaron en una preeclampsia leve, entre otros desórdenes, diagnosticada después de varios estudios.
"Por supuesto que me preguntaron qué me tenía tan estresada que elevara así mi presión, yo decía que era el trabajo. Por miedo al diagnóstico y a que yo fuera a decir la verdad de lo que estaba pasando, el padre de mi hijo prometió no volver a ponerme un dedo encima, y dejarme tranquila el resto de lo que me quedaba de embarazo, pero ya el daño estaba hecho, además que por más que yo tratara de ocultarlo, en el trabajo varios compañeros me vieron los moretones en los brazos de los golpes".
Debido a su precaria condición de salud, el parto de su hijo se adelantó un mes, naciendo tras 8 meses de gestación, el 1 de febrero del 2012, midiendo 49 centímetros y de bajo peso, con 2 kilos 500 gramos.
"Los 42 días de incapacidad por maternidad, fueron los únicos días que pude llegar a disfrutar más con mi hijo. Mi mamá pudo pedir permiso en su trabajo para ir a Guadalajara y ayudarme. Fue doloroso para mí regresar a trabajar, teniendo que cumplir con un horario de 48 horas semanales, intenté persuadir al padre de mi hijo para que me permitiera reducir de horas y poder estar más tiempo con mi hijo, pero me dijo que eso no era posible, porque ese dinero nos iba a hacer falta, entonces yo le decía que él pidiera más horario en su trabajo o buscara otro, porque él trabajaba menos de medio tiempo".
A Nadia se le arrasan los ojos durante la entrevista. Se conmueve; sus manos, elocuentes, se estrujan con angustia revivida de aquellos días.
"Conforme los meses fueron pasando, los antiguos hábitos de violencia comenzaron a resurgir en el padre de mi hijo. Llegaba cansada a la casa, exhausta, y me daba cuenta que no estaba cuidando bien a nuestro hijo, más bien se aprovechaba de la ausencia durante mi horario laboral, para agarrar nuestro hogar como cantina. Encontraba el departamento apestando a cigarro, cerveza, con corcholatas y latas vacías de cerveza regadas por todo el lugar, y no lo ocultaba, es que yo llegaba del trabajo y todavía me encontraba amigos de él, borrachos o medio borrachos y al niño solo y descuidado.
Cuando le reclamaba, discutíamos, empezaban los gritos y siempre me pegaba. Tenía el control de todo mi dinero, pues como él contaba con mayor tiempo libre, se encargaba (decía él) de pagar todas las cuentas, de hecho siempre le preguntaba que si ya había pagado el alquiler mensual del departamento y me decía que sí, pero no lo hacía, hasta que se acumulaban tres meses de renta, me decía la verdad, y empeñaba las pocas alhajas que llegué a tener en mi vida (regalos de cuando cumplí 15 años) e incluso me hacía pedirles dinero prestado a mis papás para poder pagar los meses acumulados".
Señala que con el salario de ambos, la incipiente familia no debía pasar por dificultades, sin embargo siempre permanecían en crisis económica a finales de cada mes, y cuando le exigía saber qué hacía con todo el dinero, le ordenaba callarse o la golpeaba.
"Así llegamos al año 2013, año decisivo para mí, ya que estaba llegando a mi límite de tolerar tanta violencia durante demasiado tiempo. El apego y cariño que sentía todavía por él, se terminaba, y una de las primeras cosas que hice fue empezar a cuidar más mi salud, comencé a bajar el exceso de peso que tenía, a tratar de recuperar mi autoestima, y planear la mejor forma posible para terminar la relación, de la manera más pacífica que se pudiera por el bien de mi hijo, pero sabía que no iba ser fácil".
"Él noto ese cambio, que ya no me enganchaba en ninguna discusión con él, que ya no lo atendía, porque aparte de que yo llegaba del trabajo cansada, quería que todavía lo sirviera como el rey de la casa, no hacerlo me ganaba que me dijera que “yo no era una mujer, porque una mujer es la que atiende a su marido y hace los quehaceres del hogar aunque trabaje también”; sin saberlo le contestaba algo que nos define como mujeres sin caer en los roles o estereotipos de género: “Soy mujer por el simple hecho de tener una vagina”, se enojaba pero ya no le daba oportunidad de que me agrediera más, pero también los últimos meses que estuvimos juntos, me presionaba para que mantuviéramos relaciones sexuales, porque yo debía “cumplirle”, la última vez que me obligó a ceder mi consentimiento, rompí en llanto y no volvió a insistir. Otra forma que tenía para herirme era diciéndome “ya no te amo” le respondía que yo tampoco, pero que debíamos respetarnos aun así, más que nada por el bienestar de nuestro hijo".
Relata que fue a finales del 2013 y comienzos del 2014 cuando él empezó a querer "reconquistarla" con detalles y promesas, pero ella ya había tomado su decisión. Fue él mismo quién arengó: "Pues lárgate con el niño a Tabasco, al cabo que yo puedo conocer a mujeres más hermosas y tener hijos más hermosos". Pero a Nadia ya no le dolían sus palabras. Reviró: "Ten en cuenta que, de quien te expresas así, es de tu propio hijo".
No estaban casados, así que cuando decidió ponerle fin a la relación, las cosas se salieron de control y explotaron.
"Fue un 20 de enero del 2014, y esa fecha nunca la olvidaré, pues fue el día que empezó a acusarme de tener un amante y que por eso lo quería dejar. Le aclaré que no había ningún amante y que no era por ninguna otra persona que ya no quería continuar con él, sino que ya la relación no daba para más y que lo más saludable para los dos era seguir cada quién por su camino pero viendo por nuestro hijo. Se puso como loco, violento y agresivo como nunca antes se había puesto, se me fue a los puños en la cara, jalándome violentamente del cabello, inmovilizándome, pateándome todo el cuerpo, gritándome los peores insultos y amenazándome de muerte y golpeándome una y otra vez, todo esto en presencia de mi hijo que todavía le faltaban unos días para cumplir los 2 años. Lo único que yo hacía era tratar de protegerme de los golpes, hubo un momento que se detuvo, instantes fugaces en el que pude abrazar a mi hijo, lo tenía en mis brazos, pero lo arrancó de mí. Me golpeó e insultó nuevamente hasta que se cansó y me dejo tirada, momento en el que aprovecho para salir huyendo junto con mi hijo".
Aterrada, Nadia sabía que si se quedaba y él volvía, sería para seguirla golpeando más o incluso cumplir con su amenaza de muerte. Por eso tomó todos los papeles importantes de su hijo y los suyos, un poco de ropa para los dos, pidió un taxi y se fue de ahí.
Lo que siguió desde entonces y hasta ahora, fue un largo calvario entre procuradurías y otras instancias en donde fue revictimizada una y otra vez por funcionarios públicos. Las negativas a atenderla y brindarle al caso la atención debida se repitieron también a su regreso a Tabasco.
"Para poder abrir el juicio para recuperar la guarda y custodia de mi hijo, fue un proceso de lo más complicado y tardado. Se me instó primero acudir a la Procuraduría Social, para solicitar un abogado de oficio, fui a la Procuraduría Social, mi primer y único contacto con alguien de ese lugar, fue con una trabajadora social, que después de escucharme me dijo textual que yo había elegido como padre de mi hijo a esa persona y estas eran las consecuencias, me desalentó para solicitar un abogado de oficio porque me dijo que iba ser algo muy tardado. A finales de noviembre del 2015, ya no pude continuar en Guadalajara. Yo rentaba un cuartito humilde pero bien ubicado donde me quedara cerca más o menos donde iba a convivir con mi hijo".
Para entonces, Nadia ya estaba muy mal de salud y también psicológicamente. "Terminé con fibromialgia, terminé sin vesícula y terminé sin apéndice. Ya no pude seguir en Guadalajara y obviamente se hizo la notificación correspondiente a los juzgados y al DIF. El juicio seguía, cada tres meses se hacían audiencias. Yo presenté testigos, pero curiosamente las autoridades siempre se equivocaban, o habían puesto mal la dirección, etcétera. Siempre había cualquier tontería, perdón por la palabra, pero sus propios errores fueron extendiendo el juicio. Finalmente a mediados del 2016, el Juzgado 1ro de lo Familiar en Guadalajara, Jalisco, da la sentencia que la custodia era completa para el padre, y conmigo solamente convivencia. Me regreso aquí a Villahermosa en 2016".
"Acá en Tabasco, el juzgado solicita al DIF, ya no sé si a estas alturas el DIF estatal o municipal que me realice un estudio socioeconómico. Es la fecha que no lo han hecho y allá en Jalisco yo pienso que podían hacer otras cosas mientras tanto, porque ya llevo mucho tiempo. Ya le deben de dar la importancia que amerita, por el tiempo que llevo y por la gravedad del asunto. Por eso yo ya estoy pidiendo que se escale esto a la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), porque ya hay casos que yo ya he investigado en que se ha hecho así, viendo la incompetencia de los tribunales y juzgados de Jalisco que llevan tantos años con mi caso y siguen ahí trabados. Ahorita es un pretexto, al rato va a ser otro y así se van a ir, de tres meses en tres meses", señala.
Para Nadia, el activismo en las Redes Feministas ha resultado de gran ayuda. Además de haber encontrado hermandad y apoyo no sólo moral, sino asesoría jurídica y trato de hermanas, proveniente de mujeres que han pasado por situaciones de violencia semejantes a la de ella.
Por eso, hace un llamado a la reflexión, y a compartir su historia. Como señala en su carta: "Porque eso acabo de hacer hoy, hablar una vez más, aunque reabrir otra vez públicamente mi caso, duela hasta el alma y me duela todo mi ser y mi cuerpo, y lo hago por mi niño, por mi hijo, y lo seguiré haciendo las veces que sean necesarias. Hasta recuperarlo y tenerlo devuelta conmigo, porque se haga la justicia que debió ser, no sólo por mí, por todas las mujeres que se encuentran en una situación similar a la mía, que sepan que no estamos solas, y que cada día nuestra fuerza se hace más y más grande".