En este décimo cuarto domingo del tiempo ordinario, el mensaje del Evangelio reflexiona sobre la importancia de llevar la palabra de Dios a todos los rincones de la tierra en pos de alcanzar la paz y la tranquilidad que tanto necesita un mundo marcado por la violencia.
Así lo señaló el párroco del Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe, Denis Ochoa Vidal quien hizo referencia en los más de 70 enviados de Jesús para que se dispersaran en todo el mundo a predicar las bondades de Dios y llevar un mensaje de la paz a todos aquellos lugares donde él pensaba ir después.
“La misión de la Iglesia es precisamente anunciar la buena nueva, la buena noticia del Evangelio y cuando nosotros lo hacemos, cuando los creyentes nos dedicamos a anunciar a Cristo, entonces se produce en nosotros la alegría, la felicidad”, puntualizó.
Es un mensaje que es causa de alegría para los que lo transmiten y para los que lo reciben. Como se ve en la primera lectura en la que el profeta Isaías exhorta a los que lo escuchan a alegrarse porque el consuelo de Dios está con ellos y la paz y la vida.
A veces nuestro mundo está teñido de una cierta melancolía. Hoy se nos hace más verdad que nunca aquello de que “cualquier tiempo pasado fue mejor”. Nos espera un futuro más contaminado, más problemático, más conflictivo.
El cambio climático, el agotamiento de los recursos naturales, la superpoblación, las guerras y los choques entre las diferentes culturas, todos son problemas que captan nuestra atención y nos obligan, de alguna manera, a ser pesimistas. Por si fuera poco, los problemas personales también están ahí.
En contraste con esta realidad que, a veces, nos puede resultar asfixiante, las lecturas de hoy nos hablan de la alegría que provoca el ser portadores o receptores de la Buena Nueva de la salvación. No hay que pensar que el mundo estaba mucho mejor en los tiempos de Jesús.
Hoy somos nosotros, en primer lugar, los receptores de ese mensaje. Más allá de los desastres que hayamos podido causar en nuestro mundo, Dios nos sigue ofreciendo la vida y la paz. “El Reino de Dios está cerca” y su palabra nos sigue deseando la paz.
Como se lee en el Evangelio, en nosotros está la opción de acoger esa paz que nos viene de Dios o de rechazarla. Pero incluso en el caso de que la rechacemos, hemos de saber que de todas maneras el reino de Dios está viniendo.