Llama Evangelio a la santidad

Al celebrarse este domingo la fiesta de Pentecostés, el Evangelio invita a los cristianos a abrir sus corazones al Espíritu Santo de Jesucristo y practicar una vida de santidad, pero sobre todo buscar la paz.

Jesús Manuel Domínguez

  · lunes 10 de junio de 2019

Este domingo la iglesia católica celebró la fiesta de Pentecostés. /Javier Chávez

Al celebrarse este domingo la fiesta de Pentecostés, el Evangelio invita a los cristianos a abrir sus corazones al Espíritu Santo de Jesucristo y practicar una vida de santidad, pero sobre todo buscar la paz.

Monseñor Gerardo de Jesús Rojas López refirió que en este día es para dar gracias a Dios por el don de su Espíritu, porque nos ha hecho participar en esta historia de hombres y mujeres santos y nos llama también a nosotros a la santidad.

“Abramos el corazón al Espíritu de Jesús y él nos enseñará, como dice el Evangelio, a vivir en cristiano, nos hará recordar en todo momento a Jesús y nos ayudará a guardar el mandamiento del amor”, expuso.

La fiesta de Pentecostés –dijo- es la fiesta de Jesucristo vivo, que nos da su Espíritu Santo, hoy le suplicamos a Dios que no nos falte nada, que nos falte todo menos el espíritu de Dios, ese espíritu de discernimiento, de alegría, de bendición, pero sobre todo el espíritu de la paz.

Al final de la Pascua, llega la fiesta de Pentecostés, la gran Pascua del Espíritu, la celebración de una historia en la que el Espíritu de Dios es el guía e inspirador. Hoy tendríamos que saber contemplar la acción del Espíritu a lo largo de la historia de la Iglesia.

Es importante repasar los nombres que conocemos, los de los santos, aquellos en los que el pueblo de Dios ha reconocido la presencia del Espíritu y la fidelidad humana. Gracias a ellos hoy seguimos reconociendo la presencia del Espíritu en la Iglesia.

Desde los que escribieron los Evangelios y los que dieron el testimonio de primera hora, como fueron Pedro y Pablo, hasta los santos de los últimos siglos. Tampoco hay que olvidar el momento actual de la Iglesia. No podemos dejar de mirar a los que se sientan a nuestro lado durante la misa, a los miembros de nuestra comunidad cristiana. En ellos –en mí– también está presente el Espíritu, alentándolos –alentándome– a ser mejores, a amar más, a ser más generosos.