El Evangelio de este domingo invita a los cristianos a identificarse con Cristo para llevar la buena nueva, la paz y la fraternidad y así lograr una sociedad más libre de violencia.
Monseñor Gerardo de Jesús Rojas López refiere que la palabra de Dios relata que Jesús ha vuelto a su ciudad natal después de un tiempo fuera. Ya ha comenzado su vida pública y a sus conciudadanos ha llegado su fama. Se siente enviado por Dios para predicar el Reino de Dios.
Sorprendentemente, Jesús escoge un texto que no habla de normas ni de leyes. Habla más bien de él mismo y de su misión. Jesús se sirve de un texto del profeta Isaías para explicar a sus conciudadanos, y de paso también a nosotros, cuál es el contenido de su misión, por qué está predicando por los pueblos y los caminos de Galilea.
Es que Jesús se siente dominado, poseído, por el Espíritu de Dios. Ese espíritu no hace de él alguien superior a los demás. No le convierte en un rey que, como el resto de los reyes de la tierra, se vale de su autoridad para dominar, oprimir y esclavizar. Él ha sido enviado para anunciar la buena nueva a los pobres, liberar a los cautivos y devolver la vista a los ciegos. Ésa es su misión.
No se trata por tanto de que Dios, a través de Jesús, nos vaya a dar normas nuevas, quizá más fáciles, quizá más difíciles, que tenemos que obedecer. En absoluto. Jesús viene a hablarnos de un Dios que nos trae la salvación, que quiere que seamos libres, que dejemos de sufrir, que seamos felices.
Ésa es la misión de Jesús. Los que hoy formamos su comunidad, somos los encargados de llevar esta buena nueva a los que sufren, a los oprimidos, a los cautivos, a los pobres. Para que todos conozcan al Dios que nos ama y nos salva.