La siguiente historia forma parte de la tradición oral del estado de Tabasco, bien puede tratarse de una pieza de ficción o pertenecer al imaginario popular. Algunos de los relatos que aquí publicamos son dados por verdaderos entre quienes afirman haberlos vivido, sin embargo, en la presente sección simplemente difundimos estos contenidos para que nuestros queridos lectores pasen un rato entretenido.
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Los muertos salían de sus tumbas tras una inundación que ocurrió en Tapijulapa, Tacotalpa; los habitantes de la comunidad vieron cómo cuerpos sin vida caminaban; algunos aún con la carne putrefacta colgando de sus esqueletos y otros, casi secos, con la piel pegada al hueso, historia relatada en el cuento “En la tormenta”.
Todo comenzó después de un gran temporal; las aguas invadieron el poblado, el gran aguacero no respetó nada, ante su fuerza animales y personas desaparecieron, lo más probable que hayan perecido ahogados. Aunque a ciencia cierta nadie tenía la certeza de los decesos. Lo cierto, es que hubo habitantes de los cuales no se supo más. Meses más tarde se empezaron a ver cadáveres caminando en las cercanías.
El andar de las almas en pena era torpe, similar al de un niño aprendiendo a sostenerse en pie. Gente que iba o venía del campo se los encontraba, era común toparse con los entes, daban la impresión de estar en busca del descanso eterno, el mal tiempo se los arrebató y difícilmente lo iban a recuperar, a los desdichados no les quedaba otra que seguir vagando en el mundo de los mortales, por años vivieron en este, pero ahora, eran unos extraños, no bien recibidos por los vivos, aunque la eternidad tampoco los quería acoger.
La tragedia no terminaba, pronto los pobladores se dieron cuenta que aquellos seres del camino eran una parte del suceso paranormal; complementaban la situación de espanto, las tumbas abiertas por los propios moradores. Así, en un mismo lugar coincidieron dos clases de almas, por un lado, los que andaban en las veredas y alrededores, sin hacer daño a nadie; contrario comportamiento, los salidos de las tumbas, ellos estaban enojados y atacaban a quien se les atravesaba. Más de uno corrió despavorido, ante la ferocidad de estos.
Al mismo tiempo, lugareños comenzaron a desaparecer; se dijo, sin llegar a comprobarse la suposición, que los muertos eran los causantes. El miedo se apoderó del lugar, apenas se escondía el sol para dar paso a la noche, las casas cerraban sus puertas, los más creyentes se encomendaban al Creador, le pedían se llevara el gran mal. Los escépticos buscaban una explicación lógica, sin embargo, no la encontraban. Conforme avanzaban las horas a la medianoche, los quejidos se escuchaban con gran fuerza, parecían sonidos de bestias salidas del infierno.
Meses de zozobra transcurrieron, hasta un día que un grupo de campesinos se dirigió con el párroco, le propuso hacer una misa para pedir por el descanso eterno de los desdichados. La fecha y hora quedó pactada para realizar el ritual católico, todos fueron, religiosos y ateos compartieron las largas bancas de la rústica iglesia. El sacerdote comenzó con el sermón, la lectura del Evangelio se desarrollaba con normalidad, hasta que al religioso se le ocurrió hablarle a los ahí convocados, sobre el pasaje bíblico que contaba cuando Jesús expulsó a los demonios de un grupo de posesos y les ordenó meterse en los cuerpos de unos cerdos para después precipitarse a un barranco. Al estar contando la historia, los cadáveres comenzaron a dirigirse al templo, iban furiosos, la intención era clara, llegarían para acabar con todos los presentes.
Las palabras del representante de Dios seguían, los feligreses temerosos pronunciaban “palabra del señor”, cada vez que concluía una frase el padre. La turba se escuchaba cada vez más cerca, los vivos lloraban, los 'sin vida' gruñían. De pronto, los ruidos cesaron, fueron remplazados por cantos de grillos, que anunciaban la noche. Poco a poco, la gente comenzó a salir del lugar santo y nada extraño había, a partir de ese día todo volvió a la normalidad y los que cuentan el hecho, señalan que la tormenta trajo a los muertos.