Este viernes se llevó a cabo otra emisión de El Atelier, programa cultura de El Heraldo de Tabasco, teniendo como invitados a los artistas Ángel de Cuir y Leti Vázquez, quienes en amena charla con la conductora Adriana Calvo Méndez, contaron sus experiencias en sus respectivos ámbitos.
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Un sonido grave saliendo de un instrumento de viento, utilizado por nativos australianos y de fondo las aguas de la laguna de las Ilusiones daban inicio a 50 minutos de entretenimiento. Terminaba esta singular melodía y enseguida se escuchó un “Hola, que tal amigos de El Heraldo de Tabasco, muchísimo gusto en recibirlos un viernes más en El Atelier”, era la voz de la anfitriona, en medio de los dos visitantes.
El Parque Tomás Garrido Canabal fue la locación perfecta para oír las vivencias de quienes visitaron este espacio. La emisión continuaba y los visual se conjugó con la palabra, en voz de Leti Vázquez que portaba un vestido rojo, la prenda hacía juego con su juvenil rostro. La fotógrafa y estudiante de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP), mencionó que en Tabasco hay oportunidad de hacer arte contemporáneo. En su plática añadió lo importante que es su familia para ella.
Las oraciones que entretejieron su discurso hicieron ver a una mujer fuerte, defensora de su esencia sureña y tabasqueña, lo que dejó en claro al expresar que cuando en otras partes hablan del sur sólo mencionan a Oaxaca, Veracruz y Yucatán. Afirmó que no se identifica con ellos. El sur que conoce es diferente. A manera de revelación, menciona que a través de la fotografía intenta mostrar lo que se está haciendo en esta región a nivel de la moda. “La indumentaria forma parte de nuestra experiencia corpórea”, sostuvo la entrevistada.
Después de hablar de la moda y fotografía, la plática se centró en su proyecto, Costra sensible, el cual surgió durante la inundación. Busca por medio de vivencias mostrar cómo las personas se resisten a veces a sacar sus sentimientos, lo que la estudiante de la BUAP compara con el proceso de pintar, quitar la pintura y volver a colocarla.
Concluida la intervención del primer invitado, en los siguientes minutos la conductora charló con Ángel de Cuir, pero antes mencionó el instrumento con el cual se abrió esta emisión. Didgeridoo (diyeridú) es su nombre, originario de Australia, se empleaba para alertar de los peligros y acompañaba a los hombres en la batalla. Enseguida el músico toca de nuevo este gran cuerno, sólo que ahora el sonido es enriquecido con un yembé, un tambor de origen africano.
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Las tonadas graves dan paso a golpes metálicos agradables, es la superficie del djembé, como le llaman los franceses. Las manos chocan, el invitado muestra su destreza, las ondas del agua formadas por el viento, al fondo, entran en complicidad con el sonido. La camisa negra, con la palabra CAT en amarillo, y un pantalón de mezclilla es la vestimenta del artista. Ésta se vuelve un elemento más de la melodía.
De pronto, una mujer de blusa color blanco, short de mezclilla y pelo corto, baila, es el influjo de la música y de quien ejecuta los instrumentos, el golpeteo del tambor y la danzante hacen recordar a Carlos Santana en Woodstock. El concierto concluye, los aplausos no se hacen esperar, fue una experiencia única.
Ángel aparte de músico es artista gráfico y digital, además se dedica al criptoarte, el cual, menciona, "es algo bien loco y aquí en Tabasco ya hay artistas que lo manejan". Pero una definición más exacta, es que puede ser un artículo único con identificación de propiedad, publicado en la blockchain. La cual, se identifica como una cadena de bloques inmodificables y reside en distintos puntos de la red, por lo tanto, no hay una computadora madre que centralice los datos. "Uno puede subir una fotografía, una canción", señala el entrevistado. Agrega que a través de este tipo de comercio digital, ha vendido tres mandalas. Él compara la blockchain como una notaría pública, donde todo queda registrado.
La plática continúa, ahora comenta que es originario de Papamtla, Veracruz, pero lleva años viviendo en Tabasco. La familia tuvo que ver en esta decisión. A raíz de unas vacaciones, los papás le preguntaron a él y sus hermanos si les gustaría vivir en el estado, respondiendo que sí. Los primeros lugares que conoció fue el Tomás Garrido y el museo La Venta, le comenta a la conductora.
Todo prosigue sin contratiempos, pasando de la media hora, menciona sus experiencias de vida, entre las que se encuentran trabajar en un despacho dedicado al diseño gráfico, después en agencias de publicidad y en editoriales. Reconoce que esto le alejó por un tiempo del dibujo, una de sus pasiones, y es hasta el 2014, cuando fue director de un área de diseño, que lo retoma, es en este tiempo que comienza a vender sus obras de manera digital.
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Retomando la faceta musical, indica ser parte de un banda, un amigo que le escuchó tocar el didgeridoo lo invitó, entre los géneros que interpretan está reggae, ska, bossa nova y música andina.
Un inesperado invitado
Casi al final, un inesperado invitado llegó al programa, fue inevitable no tomarlo en cuenta, su presencia provocó que la conductora y el entrevistado interrumpieran por un momento la conversación. El cocodrilo que nadó entre el afluente se volvió una parte más de la decoración.
Las sorpresas no terminaban aún, el polifacético hombre mostró un Ahau, instrumento de sanación. Tras tocarlo "terminas muy sereno, muy relajado", aseguró. Los minutos transcurrieron y como parte de un guión, apareció de nuevo el lagarto "surcando" las aguas, así terminó una emisión más de El Atelier.