En sus 30 años como enterrador del panteón de Sabina, Pascual Álvarez Torres, nunca había vivido una situación similar como la que vive desde el 2020 con la pandemia de Covid-19 en Tabasco. Señala que “en el pico de la pandemia entraban hasta 11 personas diarias”.
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Esto debido a que en cualquier época normal de cualquiera de los años que lleva de servicio en el ayuntamiento de Centro, lo máximo que había llegado a sepultar era a 3 personas al día. Sin embargo, entre el año pasado y lo que va de este, hubo días en que tuvo que emplear a fondo todas sus fuerzas, y con la ayuda de sus otros compañeros panteoneros, abrir hasta 12 fosas diariamente.
“Nunca había visto algo así”, comenta mientras realiza sus actividades cotidianas en el panteón de Sabina. Comenta que aunque para efectos laborales su categoría como empleado es de albañil, al igual que otras personas ejercen el oficio de enterrador, que para algunos podría ser uno de los peores oficios.
“Es algo que nadie querría hacer, pero al fin de cuentas alguien tiene que hacerlo”, refiere. “Llevo 30 años en este oficio; no se cómo llegué a aquí, quizá buscando trabajo logré encontrar aquí, pero con el tiempo me fue gustando, pero como dicen, nadie lo pidió, pero lo tenemos que hacer porque si no, no comemos”, expresa.
Su oficio lo inició en el panteón de Sabina, aunque unos años estuvo laborando en el de Atasta, lo que le sirvió para forjar su experiencia. A sus 50 años de edad, señala que para hacer una excavación si la tierra está blanda no le lleva más de 2 horas, pero “si esta está dura pues más o menos 3 ó 4 horas”.
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Una de las cosas que todavía le sigue sorprendiendo, y hasta cierto punto le da un poco de tristeza, es la forma en que las familias lloran al despedir a un ser querido. “La familia como es costumbre tiene que llorar a su familiar, lo que más duele es su partida”, comenta.
Sin embargo, confiesa que para los encargados del cementerio, el servicio se presta para todos de manera igual, de modo que al llegar a este difícil momento no existen clases sociales. “Uno no ve quién es el difunto; aquí se trata a todos por igual”, manifiesta. A pesar de sus años de experiencia, no deja de sentir pesar cuando le toca enterrar a alguna persona en calidad de desconocido.
“Aquí sepultamos también a los que van a la fosa común y a los que trae la Fiscalía”, señala. También comenta que en algunas ocasiones por cuestiones legales se ha llegado a exhumar algunos restos. “En ocasiones hay algunos a los que les aparece su familia y lo reclaman, lo exhuman pero es tardado, ahí intervienen la Fiscalía y la Secretaría de salud”.
Por cuestiones relacionadas con su trabajo, don Pascual ha tenido que pasar varias veces la noche en el camposanto y permanecer incluso los días 2 de noviembre. Sin embargo, comenta que nunca ha tenido una experiencia paranormal o haber sido testigo de una situación extraña relacionada con las tumbas.
“No he visto nada anormal, eso es pura mentira, hay que tenerle miedo al vivo, no al muerto”, expresa, y agrega que un promedio de 6 años es lo que se tarda un cuerpo en descomponerse por completo. Reitera que lo que más le ha sorprendido en estos dos años, fue que “en el pico de la pandemia entraban hasta 11 personas diarias”, cuando lo normal era uno o hasta 3 por día.
De este modo, Pascual, quien tiene su domicilio en la misma ranchería Sabina, laborará de manera normal este 2 de noviembre, y hace votos porque no sean necesarios sus servicios al menos en este día.