Para quien quiere estudiar y superarse no hay obstáculo ni pretexto que lo impida, por dura que sea la travesía. Tal es el caso de Elías Antonio, un joven de 16 años de edad, quien es oriundo de la ranchería Vicente Guerrero primera sección de Macuspana. Este jovencito a diario atraviesa por tierra y agua para trasladarse hasta el Centro de Educación Media Superior a Distancia (EMSAD) del Colegio de Bachilleres de Tabasco (Cobatab), plantel 23 del poblado Ramón Grande, en donde realiza sus estudios de nivel medio superior
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Su mayor sueño es convertirse en un profesionista exitoso, ya sea en el área de gastronomía o veterinaria; para ello todos los días se levanta muy temprano, desde las 4:50 de la madrugada, con la intención de iniciar todo su ritual para acudir a su centro educativo.
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El muchacho, que padece anemia y además presenta el hierro elevado, se despierta, se baña, se viste con el uniforme del plantel y toma un ligero desayuno, de modo a las seis de la mañana ya está listo para iniciar con su recorrido diario. En una de sus manos lleva su calzado y en otra un remo de madera, ya que camina 250 metros de su casa hasta la laguna Vicente Guerrero, que atraviesa para llegar al poblado Ramón Grande, y agarrar el camino que lo llevará hasta el EMSAD 23.
Al llegar a la orilla del cuerpo de agua, se sube a un pequeño cayuco de fibra; dobla su pantalón hasta la rodilla para meterse en él, ya que debe sacarle el agua que le entra y posteriormente lo empuja al interior de la laguna, teniendo que remar por aproximadamente 35 minutos, para llegar al otro extremo a las 6:55 de la mañana.
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Una vez en Ramón Grande, camina 70 metros para llegar a las 7:05 am a una vivienda, en donde su propietario le regala agua para lavarse los pies; una vez hecho esto, los seca y se pone los zapatos. Deja en este lugar el remo y las pertenencias con que seca sus pies y limpia su calzado, y se traslada al plantel educativo. Elías Antonio siempre lleva consigo un termo lleno de agua, ya que por la distancia que recorre a pie y remando le da mucha sed.
Una vez que se encuentra listo, el jovencito parte a las 7:15 a su escuela, en donde inicia otro recorrido, ahora de 15 minutos en una calle pavimentada, para estar puntual a las 7:30 de la mañana, hora en la que toma su primer clase. El recorrido se repite a la inversa una vez concluida su jornada escolar, pero por dura que ésta le resulte, no se da por vencido, pues su deseo de superación es aún más grande.