Predicó la palabra de Dios dentro de la cárcel, en la que permaneció recluido siete años.
Y cuando recibió el beneficio de la preliberación, salió de la prisión de Villahermosa para matar.
Manasés Córdova (a) “El Negro”, tenía un largo historial de ingresos carcelarios que se remontan a febrero de 1988, por delitos que fueron subiendo de tono, desde la compra y venta de artículos robados hasta el asalto con violencia por el que fue sentenciado a 14 meses en abril de 1994.
Por eso, los judiciales que le echaron el guante en el taller “Ruiz” donde trabajaba como tornero, localizado sobre la avenida Adolfo Ruiz Cortines, no se sorprendieron de que la carrera delictiva de “El Negro” desembocara en un cruel homicidio.
La señora Claudia Salomé Cámara Álvarez, de 35 años de edad, había sido hallada muerta en la habitación número 23 del hotel Villamagna de la capital tabasqueña, aproximadamente a las 10 de la mañana del 16 de febrero de 2003.
El cadáver tenía su propio brasier alrededor del cuello, con el que fue estrangulada.
Sobre la cama, la policía encontró dos preservativos usados. Según el reporte criminalístico, a cargo del comandante José del Carmen Guitiérrez, la víctima fue tomada por sorpresa, de espaldas, tal vez mientras se vestía luego de sostener relaciones sexuales.
Debido a la extrema violencia con la que había sido cometido el asesinato, tal vez nadie hubiera imaginado que el perpetrador era un hombre que decía dedicarse de tiempo completo a la religión. La madre de la víctima, doña Rosa Álvarez, en su oportunidad, habría de suplicarle al juez penal que llevaba el caso que “no se dejara engañar” por Manasés y su mujer, Beatriz Cruz, ambos pastores adventistas.
“Manasés, pa’ burlar a las autoridades se proclama buen hombre, arrepentido de las pendejadas que ha hecho, incluso discípulo de Dios en el día, pero en la noche es adorador de Satanás. (Podrá) engañar a los hombres, pero a Dios nunca”.
Las piezas del crimen fueron reunidas y todas señalaban a Manasés.
Había al menos cuatro testigos que lo incriminaban; dos taxistas, una compañera de trabajo de Claudia, también sexoservidora, y otro testigo en el hotel.
Un día antes del asesinato, “El Negro”, acudió a las 22:00 horas a la casa de citas conocida como “La Castellana” ubicada sobre la calle Choco Nato, en donde solicitó los servicios de una dama.
Claudia Salomé Córdova Álvarez se fue con él abordo de un taxi del que la mujer estuvo a punto de bajarse, al parecer porque discutieron. Finalmente, recalaron en el hotel Villamagna, con las funestas consecuencias que consternaron a la opinión pública al día siguiente.
Manasés Córdova siempre se declaró inocente de haber asesinado a la sexoservidora.
Información publicada al respecto el 21 de marzo del 2003, consigna las declaraciones del homicida, quien cuenta que fue durante su larga reclusión en el penal de Villahermosa cuando decidió tomar “el camino del bien”.
Aceptó ser adicto a una gran variedad de drogas.
El acusado sostuvo su versión aún después de haber sido interrogado por cuerpos especiales de la Policía Judicial. Pero los testigos lo hundieron. Su pareja, Beatriz Cruz, en un último intento por salvarlo, se presentó a la agencia especial de homicidios, y declaró que “él (Manasés) no tenía necesidad de hacer cosas fuera de casa”.
Manasés, el asesino de Claudia Salomé, coincidentemente de nombres bíblicos tanto la víctima como el victimario, volvió a la prisión, siete meses después de haberla abandonado “para ser un hombre nuevo”.
Una cita de la Biblia podría cerrar su historia: “Manasés derramó mucha sangre inocente, hasta que Jerusalén se hartó hasta la boca” (versículo 16).