/ domingo 8 de noviembre de 2020

CRÓNICA: Turismo, piñatas, covid e inundación en el Malecón de Villahermosa

Escenas surrealistas las hay por doquier. Tabasqueños que tratan de seguir con sus vidas, como si nada pasara

El Malecón Carlos A. Madrazo de la ciudad de Villahermosa se encuentra completamente amurallado y casi desierto, a las dos de la tarde de este domingo. Casi, porque el 'turismo' de desastres naturales se ejerce con ánimo, pese a que las patrullas recorren la zona y recomiendan a través de sus megáfonos:

Una advertencia ante el peligro, muchas veces no es suficiente.

—Aléjense de la zona, ¡por su seguridad no se acerque a la costalera!

Los ciudadanos obedecen la instrucción, sin embargo, apenas se aleja el vehículo de la Policía, algunos regresan a mirar obsesivamente el afluente, cuyas poderosas aguas transcurren buscando la salida al mar.

Escenas surrealistas las hay por doquier.

Llama la atención un hombre con apariencia de padre de familia, quien despreocupadamente pasea con una mujer y dos niños que juegan a empujar un carrito, a la altura del cine Sheba.

Llevar a los niños de paseo, como se acostumbra en otros fines de semana.

—¿Tarde familiar? —le pregunto.

—Sí, no hay de otra —afirma mientras ayuda a los niños a sortear el lodo y los charcos.

—¿Vive por aquí cerca? —vuelvo a la carga.

—Sí, a unas cuantas calles —dice señalando hacia Ruiz Cortines.

—¿No le da miedo irse al agua?

—Mire, hace dos días un señor que vive sobre el Malecón me dijo que el río está bajando. Él hace sus propias mediciones, no como las de la Conagua; tiene un hilo y una pesa y él mide cómo va todo. Dice que el Grijalva ha bajado 20 centímetros, así que yo le creo —afirma despreocupadamente.

Los pequeños (un niño y una niña) se turnan para manejar el carrito, ajenos a cualquier sombra de tragedia. Le pido autorización para una foto y el paterfamilias accede de buena gana. Los chiquillos sonríen para la toma y se dicen felices de "salir en el periódico".

A lo largo del recorrido, que abarca desde el reloj floral hasta el puente Grijalva I, escenas como esta se repiten.

Parejas de enamorados, que acompañan el momento con el imponente Grijalva.

Hay novios sentados en las bancas, ajenos a todo. Una joven acompaña a una adulta mayor que cruza la calle y quiere ver "cómo está el río". Un señor se toma selfies con la torre del Caballero y el puente Solidaridad de fondo. A la altura del mercado Pino Suárez, varios jóvenes miran con despreocupación hacia el río, como quien mira el horizonte.

En medio de la tragedia también se buscan oportunidades.

No falta quien trata de capitalizar el momento y ganarse unos pesos para salvar la jornada. Por eso el chicharronero se coloca estratégicamente, cerca de un grupo de personas que miran cómo un par de empleados de Protección Civil terminan de aserrar un tronco que se derrumbó sobre la muralla. Pero nadie le compra.

Cerca de ahí, una señora de nombre Teresa Pérez mira su teléfono móvil, solitaria en medio de varias piñatas de colores que resaltan al sol, contrastando con la uniforme blancura de los costales apilados en la acera de en frente.

Y aunque todo parece incierto, la vida simplemente debe continuar.

—Buenas tardes. ¿Qué tal va la venta?

—No hay venta. Y no es de ahorita. Ya ve que vino lo del Covid y todo eso, y no pudimos hacer nada. Nosotros elaboramos las piñatas, es el negocio de la familia, de hace mucho tiempo. Nos ha ido mal desde hace ya dos semanas, desde que empezó esto de la inundación, y pues ahora con el cierre del Malecón, peor. Nuestros clientes son gente de rancherías, pero ahorita nada, nadie viene. Hay piñatas de 120, de cien... damos precios.

Aprovechando el sol.

—Ahorita viene diciembre...

—¿Diciembre? Ay, señor... si no vimos la nuestra el Día del Niño, por esto del Covid, ni en los meses que siguieron, ni en septiembre que también vendemos algo, pues menos ahorita con la inundación... pero lo principal es que estamos bien de salud.

—Usted vive aquí en Villahermosa? —pregunto.

—Sí, pero no somos de aquí, somos de Puebla. Llegamos hace muchos años así que ya somos tabasqueños.

La mejor foto, porque el tabasqueño tiene que recordar.

—¿Ya se acostumbró a las inundaciones?

—No, a eso uno nunca se acostumbra. Además, esta es muy diferente...

Buscar la foto, el recuerdo.


El Malecón Carlos A. Madrazo de la ciudad de Villahermosa se encuentra completamente amurallado y casi desierto, a las dos de la tarde de este domingo. Casi, porque el 'turismo' de desastres naturales se ejerce con ánimo, pese a que las patrullas recorren la zona y recomiendan a través de sus megáfonos:

Una advertencia ante el peligro, muchas veces no es suficiente.

—Aléjense de la zona, ¡por su seguridad no se acerque a la costalera!

Los ciudadanos obedecen la instrucción, sin embargo, apenas se aleja el vehículo de la Policía, algunos regresan a mirar obsesivamente el afluente, cuyas poderosas aguas transcurren buscando la salida al mar.

Escenas surrealistas las hay por doquier.

Llama la atención un hombre con apariencia de padre de familia, quien despreocupadamente pasea con una mujer y dos niños que juegan a empujar un carrito, a la altura del cine Sheba.

Llevar a los niños de paseo, como se acostumbra en otros fines de semana.

—¿Tarde familiar? —le pregunto.

—Sí, no hay de otra —afirma mientras ayuda a los niños a sortear el lodo y los charcos.

—¿Vive por aquí cerca? —vuelvo a la carga.

—Sí, a unas cuantas calles —dice señalando hacia Ruiz Cortines.

—¿No le da miedo irse al agua?

—Mire, hace dos días un señor que vive sobre el Malecón me dijo que el río está bajando. Él hace sus propias mediciones, no como las de la Conagua; tiene un hilo y una pesa y él mide cómo va todo. Dice que el Grijalva ha bajado 20 centímetros, así que yo le creo —afirma despreocupadamente.

Los pequeños (un niño y una niña) se turnan para manejar el carrito, ajenos a cualquier sombra de tragedia. Le pido autorización para una foto y el paterfamilias accede de buena gana. Los chiquillos sonríen para la toma y se dicen felices de "salir en el periódico".

A lo largo del recorrido, que abarca desde el reloj floral hasta el puente Grijalva I, escenas como esta se repiten.

Parejas de enamorados, que acompañan el momento con el imponente Grijalva.

Hay novios sentados en las bancas, ajenos a todo. Una joven acompaña a una adulta mayor que cruza la calle y quiere ver "cómo está el río". Un señor se toma selfies con la torre del Caballero y el puente Solidaridad de fondo. A la altura del mercado Pino Suárez, varios jóvenes miran con despreocupación hacia el río, como quien mira el horizonte.

En medio de la tragedia también se buscan oportunidades.

No falta quien trata de capitalizar el momento y ganarse unos pesos para salvar la jornada. Por eso el chicharronero se coloca estratégicamente, cerca de un grupo de personas que miran cómo un par de empleados de Protección Civil terminan de aserrar un tronco que se derrumbó sobre la muralla. Pero nadie le compra.

Cerca de ahí, una señora de nombre Teresa Pérez mira su teléfono móvil, solitaria en medio de varias piñatas de colores que resaltan al sol, contrastando con la uniforme blancura de los costales apilados en la acera de en frente.

Y aunque todo parece incierto, la vida simplemente debe continuar.

—Buenas tardes. ¿Qué tal va la venta?

—No hay venta. Y no es de ahorita. Ya ve que vino lo del Covid y todo eso, y no pudimos hacer nada. Nosotros elaboramos las piñatas, es el negocio de la familia, de hace mucho tiempo. Nos ha ido mal desde hace ya dos semanas, desde que empezó esto de la inundación, y pues ahora con el cierre del Malecón, peor. Nuestros clientes son gente de rancherías, pero ahorita nada, nadie viene. Hay piñatas de 120, de cien... damos precios.

Aprovechando el sol.

—Ahorita viene diciembre...

—¿Diciembre? Ay, señor... si no vimos la nuestra el Día del Niño, por esto del Covid, ni en los meses que siguieron, ni en septiembre que también vendemos algo, pues menos ahorita con la inundación... pero lo principal es que estamos bien de salud.

—Usted vive aquí en Villahermosa? —pregunto.

—Sí, pero no somos de aquí, somos de Puebla. Llegamos hace muchos años así que ya somos tabasqueños.

La mejor foto, porque el tabasqueño tiene que recordar.

—¿Ya se acostumbró a las inundaciones?

—No, a eso uno nunca se acostumbra. Además, esta es muy diferente...

Buscar la foto, el recuerdo.


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