Cualquiera diría que se trata de un déjà vu. Mismo escenario, las víctimas de siempre, distintos actores políticos. El cielo es de un gris amenazador y parece tornarse más sombrío con cada boletín de la Conagua que se emite por la radio, como la que suena a todo volumen en la zona "gastronómica" irregular de la colonia Gaviotas Norte, en el paso del Macuilis, a un costado del Malecón.
Comiendo en un puesto de tacos de cochinita está don Pasiflorino. Dice que así se llama y no permite que le tome foto porque "no se peinó". Tiene los suficientes años (setenta y tres) como para saber que las inundaciones son tan cíclicas y recurrentes en Tabasco como la buena y la mala fortuna en la vida de un hombre.
"Esta madre no se va al agua, y si se va, pos ya estaría de Dios. Es cuestión de suerte", dice mientras se escarmena los dientes con un palillo. "Mire que el Grijalva ya casi le llega a la barda que levantó el chelo Granier", agrega señalando el endeble muro.
A un costado del puesto, se yergue la mole del puente Solidaridad. Atravesarlo es un acto de valentía o de necesidad pura que sólo se atreven a cometer los oriundos de esta zona de la ciudad. Se encuentra sin vigilancia, lleno de basura y prácticamente habitado por personas en situación de calle. Huele mal.
En las rampas de dicho puente, una solitaria abuelita pide limosna. La gente pasa sin detenerse y nadie parece estar interesado en ayudarla: ni siquiera la miran. Es como si fuera invisible. Le pregunto su nombre. No es que se niegue a darlo, sino que parece estar ausente, voluntariamente anulada de ese sórdido mundo en el que intenta sobrevivir. Mueve su silla de un lado a otro cada cierto tiempo y estira la mano como un acto reflejo de la necesidad de comer. Simplemente, ahí está, como parte del agreste paisaje.
A unos metros, el caudal del río Grijalva arrastra una palotada de lirio revuelto con basura en su afanoso transcurrir desde los altos de Chiapas hasta la planicie aluvial tabasqueña, justo para, con sus aguas, partir en dos el corazón de Villahermosa.
A algunos transeúntes les preocupa el alto nivel del río y el desfogue de la presa Peñitas anunciado por el gobernador Adán Augusto, de los 600 a los 800 metros cúbicos, y más tarde, a 1,100m3 por segundo: es un auténtico mar que se nos viene encima desde el alto Grijalva. No obstante, las autoridades dicen que "no pasa nada" los ciudadanos aguardan que efectivamente, nada enturbie su impaciente espera.
La espera de "lo peor". El 2020 todavía no termina y el mes de octubre está impreso en la memoria reciente de todos los tabasqueños.
"Si hiciéramos una lista de lo que falló, sería larga. Aquella vez, y esta. Y todas las que habrá", dice uno de los trabajadores del ayuntamiento, miembro de las cuadrillas que hacen un break para almorzar tras intentar reparar los cárcamos, y quien accede a hablar off the record por temor a perder su trabajo.
"Las bombas. La basura en las calles. Las labores de limpieza del ayuntamiento de Centro. La infraestructura de protección contra anegaciones. Los drenes y las zonas de amortiguamiento invadidas por viviendas irregulares. La aplicación de los millonarias recursos para evitar anegaciones. Y un largo etcétera", apunta.
Del otro lado, en Plaza de Armas, los transeúntes comparten sus preocupaciones y comentan sobre la crecida del río. Para quien haya vivido el 2007 y otras fechas similares en su vocación pluvial, aunque no tan catastróficas, le parecerá que todas esas palabras ya han sido dichas alguna vez, en algún momento, por alguien.
Incluso la fotografía del gobernador en turno, con el agua hasta las rodillas mientras realiza un recorrido por las "zonas anegadas", rodeado de un séquito de funcionarios y prensa afín, parece un mal recuerdo, una broma del destino, un montaje, una impostura.
Al pasar, también, se escucha en boca de los ciudadanos una frase recurrente: "la historia se repite". Incluso, a través de grupos de Whats y en redes sociales empiezan a circular los memes del momento. Los personajes: la ciudad, el gobernador, Evaristo, un cocodrilo, los ríos...
En tanto, en los seis sectores de Gaviotas, el río reclama sus antiguos cauces.
Como dice la canción: Lo del agua, al agua.