I
La letra de las pancartas, las consignas, saben a hartazgo ajeno. Duelen. Sorprenden. Indignan. Las quejas sobre las formas de protesta no faltan, pero "ni de lejos están en el mismo plano de perder un hijo, por ejemplo, o de sufrir una violación, y luego ser revictimizada una y otra vez por las autoridades, por los medios", señala "María", nombre ficticio que le otorgo a esta madre feminista para salvaguardar su identidad.
"Esto no justifica el proceder del Bloque Negro. Pero es que hay tanto dolor y frustración acumulados", añade, en entrevista vía telefónica.
Y es que, en bien de una cobertura equilibrada, tal vez sea necesario hablar de los hechos del pasado 8M lejos de la ebullición del momento. La prensa tabasqueña y la nacional (como es de esperarse) se centran, y eso nos incluye, en los actos vandálicos, las pintas, las agresiones contra algunos representantes de los medios de comunicación.
Empero, ese es sólo un lado de la historia. De fondo, en razón de la gravedad del problema, resulta superficial y además no es lo prioritario. El lado que casi nadie cuenta y que se queda en el tintero incluye, entre otros factores, la lucha individual y colectiva de cada madre que no puede estar con su hijo por cuestiones injustas y argucias legaloides. Incluye la memoria de mujeres que han sido asesinadas, violentadas, desaparecidas. Incluye el silencio de víctimas que jamás tomarán las calles y le omniopresencia de un sistema pensado para proteger a los agresores. Incluye la ausencia de dolor, la falta de sorpresa y la tibia indignación de toda una sociedad.
II
Se llama Joana, es chiapaneca y tiene 9 años. Mientras las feministas tabasqueñas se organizan para comenzar su marcha del 8M, la pequeña hace malabares, usando cuatro limones secos cual si fueran pelotas.
Nadie en lo absoluto parece notar la presencia de la menor. Ni siquiera los automovilistas entre los que se mueve para pedir algunas monedas, apenas librándose de ser arrollada. De pronto, la niña deja su actividad y se acerca hasta la explanada del parque La Estrella, visiblemente interesada en lo que ocurre. Sus hermanitos se acercan junto con ella. Ahí, las feministas llevan casi una hora de preparativos, organizándose para formar el orden que tomará el contingente. Ver la situación en la que viven estos niños, igualmente les genera indignación, pues para ellas, la sociedad y el Estado también les fallaron a las infancias.
A las tres de la tarde, las mujeres por fin avanzan. Pasan junto a la niña lanzando arengas.
En la vanguardia de la movilización va un auto insignia de color blanco, manchado de pintura que simula ser sangre. Detrás de él avanza un grupo de muchachas que resguardan la formación. Ellas son el llamado "Bloque Negro". Una lleva entre las manos un bat de béisbol. Otra, un aparato para dar descargas eléctricas.
El Bloque Negro va punteando, y haciendo guardia a los lados y atrás. Familiares de víctimas de feminicidio marchan al frente; el colectivo de madres CAM-CAI los sigue; luego mujeres con niños y embarazadas, y finalmente los colectivos en la retaguardia.
III
A toro pasado, entrevisto a dos mujeres que tomaron parte en la marcha y son activistas de tiempo completo. Acceden, a condición de que resguarde su identidad.
—Puedes hacer mención de las pintas y la rabia y furia contra las instalaciones de la UJAT. Por los maestros acosadores y violadores.
El movimiento conmueve a "Paola". El no poder estar con su hijo, la mueve y la conmueve más. Le pregunto por las consignas que se gritan.
—Son dos las que me llegan al alma porque reavivan mis esperanzas:
"Van a volver, van a volver / Las balas que disparaste van a volver / La sangre que derramaste la pagarás / Las mujeres que asesinaste no morirán… / ¡NO MORIRÁN!"
"Ahora que estamos juntas! / ¡Ahora que sí nos ven! / ¡Abajo el patriarcado, se va a caer, se va a caer! / ¡Ahora que estamos todas! ¡Ahora que sí nos ven! / ¡Arriba el feminismo que va a vencer, que va a vencer!"
Le pregunto, esta vez a "Janet", otra mujer perteneciente al movimiento feminista local. Ella opina sobre el tema del vandalismo.
—No estoy de acuerdo porque opacan las otras formas de manifestación, y toda la atención pública se desvía en eso. Aunque puedo entender el porqué lo hacen, es el hartazgo de tanta impunidad, ojalá nunca me toque a mi estar de ese lado. A mi también, demasiados hombres me han dañado a niveles imperdonables, pero no ando por la vida, odiándolos a todos. El feminismo no va prosperar si seguimos así.
Interviene de nuevo "Paola".
—Por eso han surgido nuevas corrientes al respecto. Y hay conflictos entre estas corrientes por sus diferentes posturas. Por el lado de las pintas y el vandalismo, me parece importante que sepan que hay motivos, hay hartazgo, hay rabia e impotencia.
IV
La marcha recorrió todo 27 de Febrero. Al paso, hubo pintas en la escuela Concha Linares, rotura de vidrios y otros daños en el Instituto Juárez y en su librería. Ellas llegan a Plaza Bicentenario, y luego se arremolinan en torno al obelisco.
En él, pegan fichas de mujeres desaparecidas y víctimas de feminicidio. Algunas dejan la huella de sus manos con pintura. También ahí se hacen pintas clamando justicia.
En la explanada frente al Palacio de Gobierno, leen el posicionamiento de las madres que fueron víctimas de la sustracción violenta de sus hijos y de alienación parental.
Luego de la corretiza que las del bloque le propinan a un sujeto que las incomoda, realizan el performance de "Un violador en tu camino", de Las Tesis, y cantan después "Canción sin miedo", de Vivir Quintana. Es un momento muy emotivo. Muchas lloran.
Se abre el micrófono para denunciar abuso y violencia. Algunas nombran a los agresores. Otras sólo dan su testimonio. Levantan luego el tendedero de denuncias, justo en la entrada del Palacio.
Y a partir de ahí, se abre el espacio en Plaza de Armas para una "Mercadita Feminista" donde varias emprendedoras dan a conocer sus productos y servicios, con la finalidad de promover el consumo local entre ellas y apoyarse mutuamente.
En el ambiente permanecen ecos de las consignas; "Las mujeres que asesinaste no morirán…"