Crónica | "La muerte tiene horarios"

Ángel Vega | El Heraldo de Tabasco

  · miércoles 6 de mayo de 2020

Sin tener lugar donde vivir, esperan su momento. Foto: Ángel Vega

I

Son las 05:38 horas y Santos ya se encuentra vendiendo periódicos y chicles afuera del Hospital de Alta Especialidad Dr. Juan Graham Casasús, el epicentro del combate a la pandemia de Covid-19 en Villahermosa, la capital de Tabasco.

Pese a que se trata del lugar que mayor cantidad de pacientes infectados concentra (84 hospitalizados, de acuerdo al corte del 5 de mayo difundido por la Secretaría de Salud estatal), este adulto mayor sólo lleva un precario cubrebocas alrededor del cuello. Dice su nombre, se cruza de brazos y, sentado en una silla junto a su botella de Cocacola a medio terminar, enfrenta con despreocupación los riesgos de su día.

—¿No le da miedo infectarse, don Santos?

—Soy huérfano —exclama enigmático, casi místico, como un personaje garciamarquiano. Y añade: —Acaba de morir mi mamá. Qué le vamos a hacer.

—¿De Covid?

—No, de Covid no, le dio un paro cardíaco. Tenía cáncer, ya estaba enferma... —dice.

—Y usted, don Santos, ¿cómo se cuida?

—Ya había yo caído (enfermo). Pero nomás dos sueros y me levanté. Gracias a Dios...

Cuenta que diario comienza a trabajar a las cinco de la mañana, y termina entre las 9 y media y las 10, luego de haber agotado su cuota de periódicos. También vende golosinas y ocasionalmente bolea zapatos, pero por ahora se lo tienen "prohibido", aunque no especifica el por qué, ni quien se lo impide.

Fuera del hospital se mantiene 24 horas el movimiento. Foto: Ángel Vega


A sus espaldas, un grupo de cuatro indigentes pernoctan bajo un techo de lámina de lo que alguna vez fue un puesto de comida. Se acurrucan cada uno sobre una improvisada cama hecha de cajas de cartón.

—Esos siempre están aquí, quien sabe de dónde vendrán. A esos no los he visto borrachos —dice don Santos.

-¿Es cierto que las carrozas fúnebres se forman para llevarse a los fallecidos por el Covid? —pregunto.

-Sí, hasta fila hacen, pero ahorita no. No es la hora. Si no es aquí, es del otro lado donde se paran (señala hacia carretera La Isla). La muerte tiene horarios...

II

No hay demasiada gente afuera del hospital. Apenas un par de parejas, evidentemente familiares de pacientes, y una solitaria dama apurada por concretar un trámite, pues va de un lado a otro llevando documentos en la mano. Pero a pesar de la hora, el movimiento es constante.

Autos particulares y taxis van y vienen, pese al filtro sanitario interpuesto en la bocacalle, en el que un oficial de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana (SSPC) duerme la última siesta antes del cambio de turno.

Parte de los empleados de intendencia del hospital arriban a las instalaciones en un mismo auto, un compacto color blanco que se detiene frente al nosocomio. Las puertas se abren y descienden apresuradamente tres hombres y una mujer, todos vestidos de uniforme color caqui.

Enfermeras y personal médico entran y salen del edificio. Se escucha por los altavoces: "Fumigadores, favor de presentarse en el módulo 9, fumigadores, favor de presentarse en el módulo 9".

Otro indigente duerme sobre un montón de periódicos, cerca de donde montan guardia tres elementos de la Guardia Nacional.

A un costado del lobby, en el extremo derecho, se encuentra un altar a la virgen de Guadalupe. Además del cuadro de la virgen morena hay tres 'bultos': la virgen otra vez, San Judas Tadeo y el Sagrado Corazón de Cristo. Y junto al altar, en un rincón, el sino de los tiempos que se viven: una escoba y una botella de cloro.

Ante la situación no pierden la fe ni la esperanza. Foto: Ángel Vega

Uno de los intendentes se separa del grupo y se acerca hasta donde se encuentra don Santos. Le compra un chicle y lee los encabezados.

—Ya nos van a encerrar a todos —exclama, refiriéndose al anuncio del gobierno sobre el cierre total de comercios durante este fin de semana, como medida extrema de prevención.

Luego camina hacia el hospital y entra, sin comprar ningún periódico.

III

A la vuelta, a un costado del edificio, hay un vehículo particular y dos camionetas de servicios fúnebres estacionadas.

A diferencia de la entrada del hospital, de este lado no se registra ningún movimiento que no sea el pasar de los autos sobre la carretera.

Desde uno de los locales que se encuentran frente al hospital, se escucha música de banda a todo volumen.

Ramiro 'N' es empleado de una funeraria que ofrece sus servicios en las inmediaciones del hospital, aunque la sede del negocio para el que trabaja se encuentra lejos, en otra colonia. Accede a hablar pero es parco y desconfiado.

—Sí hay más trabajo con esto de la pandemia, pero no todos tenemos servicio de crematorio. (Respecto a) hacer fila afuera de los hospitales, es lo normal, no sé de qué se espanta la gente. No somos aves de rapiña, es nuestro trabajo. ¿Se imagina que no estuviéramos cuando se nos necesita? Por eso aquí estamos.

La música de banda sigue sonando, y los autos no dejan de pasar.

unidades de funerarias esperan su turno de ser llamadas. Foto: Ángel Vega