/ sábado 26 de octubre de 2024

“He sido buena para lo malo”: Cómo descubre Fabiola sus adicciones (Parte II)

Fabiola tuvo que vivir una serie de sucesos fuertes en su vida para que se diera cuenta de su problemas a causa de sus adicciones al alcohol y las drogas

- Yo seguí llegando a la escuela, porque mi hermana la mayor me dijo, tú no te vas a salir de la escuela; yo te voy a apoyar con los niños. Mi papá que te apoye con el pasaje, pero vas a seguir llegando.

Yo con mi padre llegué un viernes, y el lunes estaba yo en la escuela presentando exámenes. Le agradezco mucho a ella porque me apoyó. Yo nada más logré terminar mi preparatoria.

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Entonces, él también terminó su prepa, y yo llegaba al Cobatab también. A mi hija la crió su mamá. Desde que yo me alivié, ella se hizo cargo de mi hija, pero empezaron los problemas porque el alcoholismo empezó a presentarse también por parte de él.

Entonces, él se fue a trabajar a Monterrey para poder mantener a mi hija. Entonces, a mí me dio libertad ver que su mamá era una mujer analfabeta y que era muy dedicada a su casa, y al ver que tenía la oportunidad de cuidarme a mi hija.

Yo no quería responsabilidad. Yo me salía de la prepa, entraba a la escuela y me iba a tomar, y ella me ocultó. Me hizo el paro en ocultarme, esa parte mi ex suegra también lo hizo, no fue como una suegra de esas que muchas veces son metiches, que le dicen a todos sus hijos.

Centro de apoyo para personas con adicciones. Foto: Delia Marí

Ella no le decía nada a su hijo por tal de que yo no me fuera de ahí por la niña. Se acostumbró muchísimo a ella. Siempre estaba pendiente, la llevaba en una carriola todos los días a la tienda. O sea es su niña.

Entonces tuvimos problemas y me tuve que separar de él, y me tuve que ir acá a mi mamá, y eso me dio libertad para salir a tomar, y otra vez ya mi mamá no me puede decir nada, ya soy mamá, soy liberal, soy libre.

Me salía con mis amigos.

El Heraldo de Tabasco: ¿No trabajabas?

- No, no trabajaba. Yo estaba enfadada, y mi papá me daba el dinero. Eso era lo que me daba para irme a la calle, porque mi papá en esa parte, como era la más chica le reclamaba; tuve para chantajearlo el por qué nosotros éramos un segundo matrimonio, por qué la preferencia con sus otros hijos. Y como yo me parezco a mi papá, supe ser una buena manipuladora desde muy chica.

Yo sabía que haciendo berrinche podía tener lo que quería, en este caso era dinero Mi papá nada más para eso me sirvió, para darme dinero, porque el cariño nunca lo tuve por parte de mi papá, solo en ocasiones.

Volví a regresar con el papá de mis hijos, tuvimos un segundo hijo, volví a su casa, pero ya todo estaba mal, porque él me había engañado con una de mis amigas, y eso a mí me puso mal. Ese sufrimiento a mí me llevó a chantajear de más y reclamarle. Él fue el que se atrevió a violentarme. Cuando yo me separé de él, antes de que tuviéramos al bebé, recuerdo que era un 31 de diciembre que yo me fui a beber a casa de sus primas y él llegó, y yo por sentirme la chingona, para que me viera que yo estaba bien sin él, ya estaba amaneciendo.

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Y agarro a mi niña, no sé dónde puse a la niña y la adormecí, y yo me salí a bailar con mis compas, con mis amigas.

Entonces agarro a mi niña y empiezo a caminar, ya estaba amaneciendo. Y me dice vamos a la casa; yo me hice la difícil: No, yo no quiero ir contigo.

¡Que vamos a la casa! Y que me agarra y me golpea. Me lastimó mi dentadura; recuerdo que me tiró en un montón de grava y ahí me dio. Me fui a la casa, sangrando, hicieron que me llevara al dentista .Ya no pude comer, solo con popote, y llorando, ¿por qué me hizo esto? Si yo lo quise mucho y lo perdoné por el miedo a la soledad, porque mi mamá me decía, es que eso te pasa por andar en la calle. En lugar que mi mamá me cuidara me empezaba a reclamar, me empezaba a decir eso te pasó por desobediente

Yo quería que me consintiera pues yo estaba sufriendo en ese momento , yo estaba con dolor. Me sentía rechazada, nunca me sentí querida por mi mamá. Hasta la fecha siento que mi mamá Nunca sintió ese querer hacia mí. Entonces regreso con él y tuvimos otro hijo. Y tuvimos problemas, me volví a separar de él. Ya no volví con él.

Conocí a una persona mayor, y eso me daba miedo. Él me veía donde yo pasaba, en la casa donde yo vivía, y cuando se logró enterar que yo ya estaba separada se acercó a mí,. Ya sabía yo que era tener una pareja. Ya era madre de dos hijos, y yo decía, si este cabrón no me apoya, aquí tengo el apoyo, y me di la oportunidad.

Y lo que me gustó de este señor es que me daba mucho cariño, y era muy atento conmigo. Mi papá no me hablaba tan bonito como me hablaba este cabrón.

Entonces empecé a salir con él; me recibía con las canciones de Julio Malvara y el six de cerveza ahí en el carro; eso me hace sentir bien. Solo por aprovecharme de él también, pero sentía yo que sí lo estimaba, como era atento conmigo.

Llegaba yo a casa con despensa y cosas, y alegaba mi mamá: “Para eso sales, si tú nunca vas a dejar de beber, para eso conseguiste a un hombre; mejor tú hubieras quedado ya con ese otro borracho”. Y yo le reclamaba A mi mamá y le decía ¿Por qué conmigo te ensañas en decirme tantas cosas? ¿Por qué yo? ¿Acaso no me quieres? Y muchas veces le dije “me hubieras abortado”, y me decía: “No es eso. Es que te vas a meter en problemas”.

Siempre he sido desobediente, rebelde, y nunca he querido hacer caso a mi mamá, y yo le reclamaba. Entonces, empecé a conocer la pena a causa de un amigo

El Heraldo de Tabasco: ¿De él?

- No, mío. Me dijo “¿no sabes que si te tomas una piedrita te va a bajar la borrachera?”

Porque yo llegaba, después que terminaba de estar con el suggar quería seguir bebiendo, y me bajaba antes de llegar a la casa y me iba a un lugar donde vendían cerveza, porque ya llevaba dinero, un buen celular, unos buenos zapatos, y yo quería ir a presumir. No era porque quería seguir bebiendo.

Entonces, llegaba yo y me sentía borracha. Muchos problemas tuve por llegar tarde, tomar, y luego no acordarme. Las lagunas mentales que pasaban conmigo, amanecer sin dinero. Entonces un compañero me dijo “¿sabes que? Tómate una piedrita y eso te va a quitar la borrachera. Me bajó la borrachera y me empezó a gustar.

El Heraldo de Tabasco: ¿Tú sentiste la fumada?

- Recuerdo que cuando me dijeron que yo la fumara no me la fumé ahí en el lugar. Yo me fui a la casa; recuerdo que mi mamá no estaba porque andaba cuidando a un tío que estaba enfermo allá en Cárdenas, estaba hospitalizado y mis hijos estaban acá. Cuando iba a salir con ese señor mandaba a mis hijos para allá. Me traigo la piedra a la casa, estaba yo sola. Empiezo preguntando ¿Cómo prepararla?.

Empiezo a prepararla, y doy el primer fumado. Al principio el olor me gustó, pero la verdad que cuando lo fumé Sentí claramente cómo entraba mi cuerpo ese pinche humo. Sentía yo la cabeza cómo me palpitaba. Sentía muy feo, como que me iba a reventar la cabeza, pero ya al soltar el humo, al ver que se me había quitado la borrachera, ya no sentirme mareada como a punto de dormir; me recargó, eso me gustó, me sentía fresquecita como una lechuga.

Podía hacer muchas cosas, y ese día eran como las dos, tres o cuatro de la mañana. Me la pasé limpiando la casa y me acosté a dormir .Y cuando me levanté y vi la casa limpia dije: “tengo que ir a ver a mi vecina”. Ya era el alcohol con la piedra, eran las dos cosas.

Empezó a aumentar. Ya no me compraba una chulita, Me compraba un grano, porque me daba ansiedad de tomar y tomar; luego ya no era un grano, eran dos granos. Y más que este señor me compró una moto y me dio la facilidad para andar en la calle y presumirle a mis compañeros que yo tenía niños, que yo era una dama realizada. Me sentía así.

En una de esas andadas con el suggar invité a una amiga. Nos bajamos en un pueblo de allá cerca, un ejido, y ella me dice: ‘¿Sabes qué? Invite a unos compas para que sigamos tomando’. Recuerdo que cargaba zapatos, despensas y todo eso, y llegaron esos muchachos en la moto y nos cargaron a las dos en la moto, y nos llevaron a un clandestino nuevo y empezamos a tomar piedras. Me gustaba ese efecto porque a mí se me olvidaba que yo tenía familia, que yo tenía hijos, que yo venía de una separación.

Lo que nunca disfruté en la adolescencia y en mi juventud, lo vine a disfrutar ya después de un matrimonio roto. Entonces empezamos a tomar piedras, cuando logro ver al que atendía el clandestino, a mí ya se me había bajado la borrachera, y me pareció guapo; pero la locura también era porque era un chaval guapo, bien vestido. No lo tomé en cuenta en ese momento, pero después empecé a congeniar y a salir con él, y a él le gustaba tenerme ahí porque me mandaba un perico, piedra y cerveza.

Yo me sentía querida, sentía que ese chamaco me amaba porque me daba lo que a mí me gustaba, y aparte cariño. Ya eran dos relaciones que yo tenía, todo en un entorno de alcohol y droga.

Yo me estaba hundiendo en el alcohol y la droga, pero no me daba cuenta físicamente como me fue afectando. Se me iba cayendo el cabello; veía mis dientes amarillos por la fumadera de cigarro; por la piedra me dolían las encías cada que yo fumaba; no me daba hambre; a veces me dolían los huesos; me sentía yo muy débil.

Pero ya tomando una cerveza se me quitaba y se me olvidaba, y ya no me importaba el dolor. Me veía yo mis ojeras, cómo se veía mi cara. Trataba de arreglarme para no moverme físicamente mal. Pero el dinero se me borraba, y entonces me daba más droga, me hundía un chingo en la droga, yo sentía que era por divertirme, y me atrapó por esa parte.

No me atrapó él, me atrapó la droga, era por la droga en la que yo estaba metida y no me daba cuenta. Lo que me gustaba era su compañía; el suggar se enteró que yo tenía a este chico que ya tiene 38, 39 años. Lo hice herida con él y me dijo que yo también lo quería herir.

Cuando mis papás se enteraron que yo estaba saliendo, mi mamá me dijo: “Tú vas para el panteón. Porque ¿qué te puede esperar de eso? No tienes nada, no lo ves. Pero yo estaba enamorada

El alcoholismo y la droga siempre estuvo presente. Yo en todo mi embarazo siempre tenía mota. A las piedras les bajé porque ya estábamos viviendo en familia

El Heraldo de Tabasco: ¿Llevaste cuchillo contigo?

- No, una vez que yo fui a visitar a este cabrón le revisé el celular y él había mandado un mensaje a una niña que vivía al lado del clandestino, y esa niña le respondió. Él le decía “¿Qué te gustó de mí?”, y ella le decía: “Tu forma de caminar y tus besos”. Una niña de primaria que se había besado con él. Entonces yo dije “no, a mi hija no la voy a poner en peligro”.

Y se la di a ese cabrón. Le dije que se quede contigo, y un día más, y otro día más, hasta que ya la niña se quedó conmigo, porque yo prefería estar con él. Al que me llevé fue al más pequeño, nos cambiamos, y en mis embarazos él bebía y bebía, pero pasó la misma situación: Por mi carácter, mi inseguridad. Yo no quería que él tardara en el trabajo Le decía yo ¿Por qué tardas? Porque siempre me reclamaba, y él me decía “Fabiola, yo me canso y me fui a tomar una cerveza con unos amigos”.

Y me dijo ¿Sabes qué? No es con sus amigos que se queda, es que no sale de un clandestino donde lo atiende una muchacha y con ella que anda.

Ya tenía yo un hijo de cuatro meses, y al ver que él no llegaba yo me salía a tomar a la montaña en un clandestino de su primo. Me causó tanto dolor de que me estuviera poniendo los cuernos, cuando yo en casa le esperaba con un bebé, con una comida lista, con su ropa limpia, todo bien.

Yo sentía que tenía una familia, el hogar que yo siempre quise. Una de sus hermanas nos apoyaba mucho. Siempre estaba ahí con nosotros, y lo apoyaban porque él es el más chico y no tiene nada. Cuando yo estuve en el clandestino era porque venía de estar preso y eso a mí me agradó. Siempre me ha gustado esa parte: He sido buena para lo malo, para eso he sido buena.

Entonces, cuando yo me enteré de esa situación me metí al bebé, y al día siguiente amanezco en la casa sola, sin mi bebé. Y me voy a Gregorio. Yo recuerdo que lloraba tomando y fumando, cuando me dicen que mi hijo lo tenían ellas. No lo vi, pero me dijeron “Mira”, me enseñaron el dinero donde yo pasaba al bebé y le decía que yo no podía tenerlo.

En ese momento por el exceso de alcohol ellos se aprovecharon y ya no me lo volvieron. Yo me fui al MP y todo eso, pero ellos me dijeron: “Tú tienes un fuerte problema con el alcohol y las drogas; hasta que tú te rehabilites, vas a poder tener al niño. Y yo no lo quise ver y a reclamarle a Manuel: “Todo es por tu culpa ¿Por qué me hiciste esto?”

Dice mi familia “Tú te pones muy agresiva”. Yo estaba con mis compañeros. Él tampoco nunca me iba a decir que estaba tan sola. Entonces lo dejé pasar, yo me volví a hundir más en el alcohol y las drogas. Ya todos mis días era alcohol y alcohol. Porque yo veía cómo mis pechos se hinchaban de donde amamantaba a mi hijo.

Y yo lloraba Porque yo no acordaba de mi bebé, y prefería irme a tomar y drogarme. Desde que conocí el cristal igual en la calle me empecé a hundir en el cristal, Y me gustó el efecto, porque ese fue más chingón que lo que me hizo sentir la piedra. Este efecto de que se me quitaba la borrachera, me hacía sentir que estaba como si no hubiera consumido nada.

Pero me hacía sentir que yo sabía lo que los demás pensaban, me creía inteligente, chingona, y veía que yo no me podía dejar, ésta es la mera, mera Con esta sí no me voy a emborrachar. Y con esta sí me voy a acordar lo que pasó, porque me había acordado que la borrachera de donde yo vi a mi hijo fue porque la piedra no me pudo sacar ese efecto de acordarme, de estar en mi juicio.

Lo que me gustó del Cristal Es que los litros de cerveza que yo tomaba No me hacía perder la cabeza. Siempre me acordé de todo, pero físicamente sí fue matándome.

El cristal yo lo conocí hace prácticamente cuatro años. Yo llegué aquí con tres años de estar en el cristal, tres años que yo me metí allí. Cuando yo estaba con el suggar daddy jugaba fútbol, beisbol Y andaba yo en mi motito, y terminé todo en mi casa. Y luego de que vivía en una familia, todo se fue yendo poco a poco.

Hasta que me vi en las calles. Mis papás me tuvieron que encerrar en el cuarto de mi casa; mi papá me dejó de dar dinero. Entonces yo decía ¿Por qué? Me decía: “es que el dinero no lo agarras para cosas buenas No te compras nada, eres puro beber”. Y mi papá no sabía que yo me drogaba, porque mi mamá le decía que yo llegaba ahí borracha: “Ya no le des dinero a Fabiola, si es puro tomar”.

Yo me salí a la calle a buscar cerveza en un edificio, pero ya después fue la droga. Tener que empeñar, que vender mis herramientas de belleza, mis planchas, mis secadoras, mis lámparas, para poder comprar piedra, porque me daba mucha ansiedad de seguir fumando; era más cara.

Y con el cristal me mantenía despierta un día, dos noches, tres noches sin dormir, fumando. Entonces yo no me daba cuenta que tenía un aspecto físico ya más mal, que ya mis hijos no querían estar conmigo, me tenían miedo. Yo entregué a mi hijo de cuatro meses; a mi otro hijo también se lo entregué a su abuela, Yo misma fui quien le entregué a todos mis hijos. Entonces yo ya dormía en la casa entre cuatro paredes grises, ya sin nada

Tengo unas cositas que todavía quedaron ahí; vendí lavadora, estufa, cajoneras, licuadoras, bocinas. Vendí todo para estar ahí viviendo, durmiendo. Lloraba en mi cuarto: “¿Por qué me hiciste esto? ¿Por qué me traicionaste? Pero no me había dado cuenta que yo tenía un carácter de la fregada, que mi inseguridad me había conllevado a ser muy iracunda, a tener un grado de violencia, porque yo era muy violenta, y le reclamaba: “¿Por qué no? ¿Por qué tardas en venir?”, y entonces mi mamá recordaba que él era el que me había traicionado, que ella no tenía a mis hijos.

Y empecé a llegar a un punto de un primo. Entonces ya ahí, al quedarme, al estar ahí veía yo que llegaba un compañero

El Heraldo de Tabasco: ¿Quién es?

- Me agradó esa parte, que estando ahí me llegaba la droga y alcohol fácil, y el cristal. A mí ya no me daba hambre; yo tomaba de una pipa de cristal con un coco. Empecé a quedarme ahí en el punto Y amanecía yo en la casa, y apenas amaneciendo tenía droga, y agarraba yo para allá.

Yo con el miedo de que mi papá no me viera y me vieran con psicosis, porque yo me sentía muy tensa. Me veía yo con los ojos muy abiertos, muy hundida de la car; ya no comía. Yo aquí vine, sin exagerar, como con unos 40 kilos. Yo ya era como talla cero o talla tres, con una extrema delgadez. Pero allá afuera me daba cuenta. Sentía que yo estaba bien, que mi vida seguía marchando como yo quería.

Muchos me preguntan “¿Cómo no te moriste?” Ni yo lo sé tampoco, qué tanta droga me metí en el pinche cristal y que no llegué a morirme, si yo escucho que en un año, dos años se muere la gente. Entonces, cuando yo llegaba acá a mi mamá y a mi papá, me decía mi mamá: “Mira cómo andas, mira cómo estás”. Yo sentía que estaba bien. Y me decía mi papá “ya vas directo al panteón o a la cárcel”.

“Ya vas a empezar, yo sólo vine a poner. Ya me vas a perder en tu comida”. Cuando no me decían nada de la comida, como soy muy violenta les decía: “pues ahí está tu comida”.

- Yo seguí llegando a la escuela, porque mi hermana la mayor me dijo, tú no te vas a salir de la escuela; yo te voy a apoyar con los niños. Mi papá que te apoye con el pasaje, pero vas a seguir llegando.

Yo con mi padre llegué un viernes, y el lunes estaba yo en la escuela presentando exámenes. Le agradezco mucho a ella porque me apoyó. Yo nada más logré terminar mi preparatoria.

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Entonces, él también terminó su prepa, y yo llegaba al Cobatab también. A mi hija la crió su mamá. Desde que yo me alivié, ella se hizo cargo de mi hija, pero empezaron los problemas porque el alcoholismo empezó a presentarse también por parte de él.

Entonces, él se fue a trabajar a Monterrey para poder mantener a mi hija. Entonces, a mí me dio libertad ver que su mamá era una mujer analfabeta y que era muy dedicada a su casa, y al ver que tenía la oportunidad de cuidarme a mi hija.

Yo no quería responsabilidad. Yo me salía de la prepa, entraba a la escuela y me iba a tomar, y ella me ocultó. Me hizo el paro en ocultarme, esa parte mi ex suegra también lo hizo, no fue como una suegra de esas que muchas veces son metiches, que le dicen a todos sus hijos.

Centro de apoyo para personas con adicciones. Foto: Delia Marí

Ella no le decía nada a su hijo por tal de que yo no me fuera de ahí por la niña. Se acostumbró muchísimo a ella. Siempre estaba pendiente, la llevaba en una carriola todos los días a la tienda. O sea es su niña.

Entonces tuvimos problemas y me tuve que separar de él, y me tuve que ir acá a mi mamá, y eso me dio libertad para salir a tomar, y otra vez ya mi mamá no me puede decir nada, ya soy mamá, soy liberal, soy libre.

Me salía con mis amigos.

El Heraldo de Tabasco: ¿No trabajabas?

- No, no trabajaba. Yo estaba enfadada, y mi papá me daba el dinero. Eso era lo que me daba para irme a la calle, porque mi papá en esa parte, como era la más chica le reclamaba; tuve para chantajearlo el por qué nosotros éramos un segundo matrimonio, por qué la preferencia con sus otros hijos. Y como yo me parezco a mi papá, supe ser una buena manipuladora desde muy chica.

Yo sabía que haciendo berrinche podía tener lo que quería, en este caso era dinero Mi papá nada más para eso me sirvió, para darme dinero, porque el cariño nunca lo tuve por parte de mi papá, solo en ocasiones.

Volví a regresar con el papá de mis hijos, tuvimos un segundo hijo, volví a su casa, pero ya todo estaba mal, porque él me había engañado con una de mis amigas, y eso a mí me puso mal. Ese sufrimiento a mí me llevó a chantajear de más y reclamarle. Él fue el que se atrevió a violentarme. Cuando yo me separé de él, antes de que tuviéramos al bebé, recuerdo que era un 31 de diciembre que yo me fui a beber a casa de sus primas y él llegó, y yo por sentirme la chingona, para que me viera que yo estaba bien sin él, ya estaba amaneciendo.

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Y agarro a mi niña, no sé dónde puse a la niña y la adormecí, y yo me salí a bailar con mis compas, con mis amigas.

Entonces agarro a mi niña y empiezo a caminar, ya estaba amaneciendo. Y me dice vamos a la casa; yo me hice la difícil: No, yo no quiero ir contigo.

¡Que vamos a la casa! Y que me agarra y me golpea. Me lastimó mi dentadura; recuerdo que me tiró en un montón de grava y ahí me dio. Me fui a la casa, sangrando, hicieron que me llevara al dentista .Ya no pude comer, solo con popote, y llorando, ¿por qué me hizo esto? Si yo lo quise mucho y lo perdoné por el miedo a la soledad, porque mi mamá me decía, es que eso te pasa por andar en la calle. En lugar que mi mamá me cuidara me empezaba a reclamar, me empezaba a decir eso te pasó por desobediente

Yo quería que me consintiera pues yo estaba sufriendo en ese momento , yo estaba con dolor. Me sentía rechazada, nunca me sentí querida por mi mamá. Hasta la fecha siento que mi mamá Nunca sintió ese querer hacia mí. Entonces regreso con él y tuvimos otro hijo. Y tuvimos problemas, me volví a separar de él. Ya no volví con él.

Conocí a una persona mayor, y eso me daba miedo. Él me veía donde yo pasaba, en la casa donde yo vivía, y cuando se logró enterar que yo ya estaba separada se acercó a mí,. Ya sabía yo que era tener una pareja. Ya era madre de dos hijos, y yo decía, si este cabrón no me apoya, aquí tengo el apoyo, y me di la oportunidad.

Y lo que me gustó de este señor es que me daba mucho cariño, y era muy atento conmigo. Mi papá no me hablaba tan bonito como me hablaba este cabrón.

Entonces empecé a salir con él; me recibía con las canciones de Julio Malvara y el six de cerveza ahí en el carro; eso me hace sentir bien. Solo por aprovecharme de él también, pero sentía yo que sí lo estimaba, como era atento conmigo.

Llegaba yo a casa con despensa y cosas, y alegaba mi mamá: “Para eso sales, si tú nunca vas a dejar de beber, para eso conseguiste a un hombre; mejor tú hubieras quedado ya con ese otro borracho”. Y yo le reclamaba A mi mamá y le decía ¿Por qué conmigo te ensañas en decirme tantas cosas? ¿Por qué yo? ¿Acaso no me quieres? Y muchas veces le dije “me hubieras abortado”, y me decía: “No es eso. Es que te vas a meter en problemas”.

Siempre he sido desobediente, rebelde, y nunca he querido hacer caso a mi mamá, y yo le reclamaba. Entonces, empecé a conocer la pena a causa de un amigo

El Heraldo de Tabasco: ¿De él?

- No, mío. Me dijo “¿no sabes que si te tomas una piedrita te va a bajar la borrachera?”

Porque yo llegaba, después que terminaba de estar con el suggar quería seguir bebiendo, y me bajaba antes de llegar a la casa y me iba a un lugar donde vendían cerveza, porque ya llevaba dinero, un buen celular, unos buenos zapatos, y yo quería ir a presumir. No era porque quería seguir bebiendo.

Entonces, llegaba yo y me sentía borracha. Muchos problemas tuve por llegar tarde, tomar, y luego no acordarme. Las lagunas mentales que pasaban conmigo, amanecer sin dinero. Entonces un compañero me dijo “¿sabes que? Tómate una piedrita y eso te va a quitar la borrachera. Me bajó la borrachera y me empezó a gustar.

El Heraldo de Tabasco: ¿Tú sentiste la fumada?

- Recuerdo que cuando me dijeron que yo la fumara no me la fumé ahí en el lugar. Yo me fui a la casa; recuerdo que mi mamá no estaba porque andaba cuidando a un tío que estaba enfermo allá en Cárdenas, estaba hospitalizado y mis hijos estaban acá. Cuando iba a salir con ese señor mandaba a mis hijos para allá. Me traigo la piedra a la casa, estaba yo sola. Empiezo preguntando ¿Cómo prepararla?.

Empiezo a prepararla, y doy el primer fumado. Al principio el olor me gustó, pero la verdad que cuando lo fumé Sentí claramente cómo entraba mi cuerpo ese pinche humo. Sentía yo la cabeza cómo me palpitaba. Sentía muy feo, como que me iba a reventar la cabeza, pero ya al soltar el humo, al ver que se me había quitado la borrachera, ya no sentirme mareada como a punto de dormir; me recargó, eso me gustó, me sentía fresquecita como una lechuga.

Podía hacer muchas cosas, y ese día eran como las dos, tres o cuatro de la mañana. Me la pasé limpiando la casa y me acosté a dormir .Y cuando me levanté y vi la casa limpia dije: “tengo que ir a ver a mi vecina”. Ya era el alcohol con la piedra, eran las dos cosas.

Empezó a aumentar. Ya no me compraba una chulita, Me compraba un grano, porque me daba ansiedad de tomar y tomar; luego ya no era un grano, eran dos granos. Y más que este señor me compró una moto y me dio la facilidad para andar en la calle y presumirle a mis compañeros que yo tenía niños, que yo era una dama realizada. Me sentía así.

En una de esas andadas con el suggar invité a una amiga. Nos bajamos en un pueblo de allá cerca, un ejido, y ella me dice: ‘¿Sabes qué? Invite a unos compas para que sigamos tomando’. Recuerdo que cargaba zapatos, despensas y todo eso, y llegaron esos muchachos en la moto y nos cargaron a las dos en la moto, y nos llevaron a un clandestino nuevo y empezamos a tomar piedras. Me gustaba ese efecto porque a mí se me olvidaba que yo tenía familia, que yo tenía hijos, que yo venía de una separación.

Lo que nunca disfruté en la adolescencia y en mi juventud, lo vine a disfrutar ya después de un matrimonio roto. Entonces empezamos a tomar piedras, cuando logro ver al que atendía el clandestino, a mí ya se me había bajado la borrachera, y me pareció guapo; pero la locura también era porque era un chaval guapo, bien vestido. No lo tomé en cuenta en ese momento, pero después empecé a congeniar y a salir con él, y a él le gustaba tenerme ahí porque me mandaba un perico, piedra y cerveza.

Yo me sentía querida, sentía que ese chamaco me amaba porque me daba lo que a mí me gustaba, y aparte cariño. Ya eran dos relaciones que yo tenía, todo en un entorno de alcohol y droga.

Yo me estaba hundiendo en el alcohol y la droga, pero no me daba cuenta físicamente como me fue afectando. Se me iba cayendo el cabello; veía mis dientes amarillos por la fumadera de cigarro; por la piedra me dolían las encías cada que yo fumaba; no me daba hambre; a veces me dolían los huesos; me sentía yo muy débil.

Pero ya tomando una cerveza se me quitaba y se me olvidaba, y ya no me importaba el dolor. Me veía yo mis ojeras, cómo se veía mi cara. Trataba de arreglarme para no moverme físicamente mal. Pero el dinero se me borraba, y entonces me daba más droga, me hundía un chingo en la droga, yo sentía que era por divertirme, y me atrapó por esa parte.

No me atrapó él, me atrapó la droga, era por la droga en la que yo estaba metida y no me daba cuenta. Lo que me gustaba era su compañía; el suggar se enteró que yo tenía a este chico que ya tiene 38, 39 años. Lo hice herida con él y me dijo que yo también lo quería herir.

Cuando mis papás se enteraron que yo estaba saliendo, mi mamá me dijo: “Tú vas para el panteón. Porque ¿qué te puede esperar de eso? No tienes nada, no lo ves. Pero yo estaba enamorada

El alcoholismo y la droga siempre estuvo presente. Yo en todo mi embarazo siempre tenía mota. A las piedras les bajé porque ya estábamos viviendo en familia

El Heraldo de Tabasco: ¿Llevaste cuchillo contigo?

- No, una vez que yo fui a visitar a este cabrón le revisé el celular y él había mandado un mensaje a una niña que vivía al lado del clandestino, y esa niña le respondió. Él le decía “¿Qué te gustó de mí?”, y ella le decía: “Tu forma de caminar y tus besos”. Una niña de primaria que se había besado con él. Entonces yo dije “no, a mi hija no la voy a poner en peligro”.

Y se la di a ese cabrón. Le dije que se quede contigo, y un día más, y otro día más, hasta que ya la niña se quedó conmigo, porque yo prefería estar con él. Al que me llevé fue al más pequeño, nos cambiamos, y en mis embarazos él bebía y bebía, pero pasó la misma situación: Por mi carácter, mi inseguridad. Yo no quería que él tardara en el trabajo Le decía yo ¿Por qué tardas? Porque siempre me reclamaba, y él me decía “Fabiola, yo me canso y me fui a tomar una cerveza con unos amigos”.

Y me dijo ¿Sabes qué? No es con sus amigos que se queda, es que no sale de un clandestino donde lo atiende una muchacha y con ella que anda.

Ya tenía yo un hijo de cuatro meses, y al ver que él no llegaba yo me salía a tomar a la montaña en un clandestino de su primo. Me causó tanto dolor de que me estuviera poniendo los cuernos, cuando yo en casa le esperaba con un bebé, con una comida lista, con su ropa limpia, todo bien.

Yo sentía que tenía una familia, el hogar que yo siempre quise. Una de sus hermanas nos apoyaba mucho. Siempre estaba ahí con nosotros, y lo apoyaban porque él es el más chico y no tiene nada. Cuando yo estuve en el clandestino era porque venía de estar preso y eso a mí me agradó. Siempre me ha gustado esa parte: He sido buena para lo malo, para eso he sido buena.

Entonces, cuando yo me enteré de esa situación me metí al bebé, y al día siguiente amanezco en la casa sola, sin mi bebé. Y me voy a Gregorio. Yo recuerdo que lloraba tomando y fumando, cuando me dicen que mi hijo lo tenían ellas. No lo vi, pero me dijeron “Mira”, me enseñaron el dinero donde yo pasaba al bebé y le decía que yo no podía tenerlo.

En ese momento por el exceso de alcohol ellos se aprovecharon y ya no me lo volvieron. Yo me fui al MP y todo eso, pero ellos me dijeron: “Tú tienes un fuerte problema con el alcohol y las drogas; hasta que tú te rehabilites, vas a poder tener al niño. Y yo no lo quise ver y a reclamarle a Manuel: “Todo es por tu culpa ¿Por qué me hiciste esto?”

Dice mi familia “Tú te pones muy agresiva”. Yo estaba con mis compañeros. Él tampoco nunca me iba a decir que estaba tan sola. Entonces lo dejé pasar, yo me volví a hundir más en el alcohol y las drogas. Ya todos mis días era alcohol y alcohol. Porque yo veía cómo mis pechos se hinchaban de donde amamantaba a mi hijo.

Y yo lloraba Porque yo no acordaba de mi bebé, y prefería irme a tomar y drogarme. Desde que conocí el cristal igual en la calle me empecé a hundir en el cristal, Y me gustó el efecto, porque ese fue más chingón que lo que me hizo sentir la piedra. Este efecto de que se me quitaba la borrachera, me hacía sentir que estaba como si no hubiera consumido nada.

Pero me hacía sentir que yo sabía lo que los demás pensaban, me creía inteligente, chingona, y veía que yo no me podía dejar, ésta es la mera, mera Con esta sí no me voy a emborrachar. Y con esta sí me voy a acordar lo que pasó, porque me había acordado que la borrachera de donde yo vi a mi hijo fue porque la piedra no me pudo sacar ese efecto de acordarme, de estar en mi juicio.

Lo que me gustó del Cristal Es que los litros de cerveza que yo tomaba No me hacía perder la cabeza. Siempre me acordé de todo, pero físicamente sí fue matándome.

El cristal yo lo conocí hace prácticamente cuatro años. Yo llegué aquí con tres años de estar en el cristal, tres años que yo me metí allí. Cuando yo estaba con el suggar daddy jugaba fútbol, beisbol Y andaba yo en mi motito, y terminé todo en mi casa. Y luego de que vivía en una familia, todo se fue yendo poco a poco.

Hasta que me vi en las calles. Mis papás me tuvieron que encerrar en el cuarto de mi casa; mi papá me dejó de dar dinero. Entonces yo decía ¿Por qué? Me decía: “es que el dinero no lo agarras para cosas buenas No te compras nada, eres puro beber”. Y mi papá no sabía que yo me drogaba, porque mi mamá le decía que yo llegaba ahí borracha: “Ya no le des dinero a Fabiola, si es puro tomar”.

Yo me salí a la calle a buscar cerveza en un edificio, pero ya después fue la droga. Tener que empeñar, que vender mis herramientas de belleza, mis planchas, mis secadoras, mis lámparas, para poder comprar piedra, porque me daba mucha ansiedad de seguir fumando; era más cara.

Y con el cristal me mantenía despierta un día, dos noches, tres noches sin dormir, fumando. Entonces yo no me daba cuenta que tenía un aspecto físico ya más mal, que ya mis hijos no querían estar conmigo, me tenían miedo. Yo entregué a mi hijo de cuatro meses; a mi otro hijo también se lo entregué a su abuela, Yo misma fui quien le entregué a todos mis hijos. Entonces yo ya dormía en la casa entre cuatro paredes grises, ya sin nada

Tengo unas cositas que todavía quedaron ahí; vendí lavadora, estufa, cajoneras, licuadoras, bocinas. Vendí todo para estar ahí viviendo, durmiendo. Lloraba en mi cuarto: “¿Por qué me hiciste esto? ¿Por qué me traicionaste? Pero no me había dado cuenta que yo tenía un carácter de la fregada, que mi inseguridad me había conllevado a ser muy iracunda, a tener un grado de violencia, porque yo era muy violenta, y le reclamaba: “¿Por qué no? ¿Por qué tardas en venir?”, y entonces mi mamá recordaba que él era el que me había traicionado, que ella no tenía a mis hijos.

Y empecé a llegar a un punto de un primo. Entonces ya ahí, al quedarme, al estar ahí veía yo que llegaba un compañero

El Heraldo de Tabasco: ¿Quién es?

- Me agradó esa parte, que estando ahí me llegaba la droga y alcohol fácil, y el cristal. A mí ya no me daba hambre; yo tomaba de una pipa de cristal con un coco. Empecé a quedarme ahí en el punto Y amanecía yo en la casa, y apenas amaneciendo tenía droga, y agarraba yo para allá.

Yo con el miedo de que mi papá no me viera y me vieran con psicosis, porque yo me sentía muy tensa. Me veía yo con los ojos muy abiertos, muy hundida de la car; ya no comía. Yo aquí vine, sin exagerar, como con unos 40 kilos. Yo ya era como talla cero o talla tres, con una extrema delgadez. Pero allá afuera me daba cuenta. Sentía que yo estaba bien, que mi vida seguía marchando como yo quería.

Muchos me preguntan “¿Cómo no te moriste?” Ni yo lo sé tampoco, qué tanta droga me metí en el pinche cristal y que no llegué a morirme, si yo escucho que en un año, dos años se muere la gente. Entonces, cuando yo llegaba acá a mi mamá y a mi papá, me decía mi mamá: “Mira cómo andas, mira cómo estás”. Yo sentía que estaba bien. Y me decía mi papá “ya vas directo al panteón o a la cárcel”.

“Ya vas a empezar, yo sólo vine a poner. Ya me vas a perder en tu comida”. Cuando no me decían nada de la comida, como soy muy violenta les decía: “pues ahí está tu comida”.

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