Los lustradores de calzado, mejor conocidos como boleros se las están viendo duras y están prácticamente al borde de la desaparición, debido a que no hay clientela ni mucho menos programas de apoyo que los incluyan.
Los beneficios y programas de ayuda por los efectos de la pandemia de coronavirus se han centrado sobre las pequeñas y medianas empresas, haciendo a un lado a quienes desempeñan una labor de prestación de servicio como lo es la boleada de zapatos.
Nadie voltea a mirarlos. Los propietarios de estos pequeños negocios viven al día y tienen que "pedalearle" muy duro para poder juntar unos 100 o 150 pesos al día, y así poder llevar algo se sustento a sus familias.
Para sobrevivir se han convertido en "nómadas”, teniendo que dejar los lugares donde originalmente se establecieron -en sitios como Plaza de Armas y el Parque Juárez- y buscar otros espacios en zonas de mayor concentración de personas en el centro histórico de la capital tabasqueña.
Esta es la situación que ha debido enfrentar Gerardo Hernández Ajenjo, quien de permanecer años cerca de la zona Luz, tuvo que emigrar rumbo al mercado público "José María Pino Suárez".
Yo estaba bien allá, en el mero centro, pero ya casi no hay chamba, anda mucha gente pero son muy pocos los que se acercan a bolearse los zapatos
Y lo peor de todo para él es que a diario está en riesgo de contagiarse y contagiar a los suyos que hasta ahora se han librado de contraer el virus de Covid-19.