Avengers: Endgame, es una culminación digna y majestuosa, pero eso sí, muy emocional, de la saga que hemos seguido a lo largo de 22 películas.
El Universo Cinematográfico de Marvel parece que será infinito, pero eso no evita que dentro de los pocos o muchos años que le queden haga cortes de caja de vez en cuando, para revisar sus tantas historias y caminos acumulados.
Uno de los dilemas que enfrentan los productores de este tipo de sagas (ahí podemos incluir a Star Wars y el Universo de Harry Potter) es el de si hacerlas para los fans, que con su fidelidad los seguirán a todos lados, o para el gran público, que finalmente es el que genera la mayor parte del dinero porque, finalmente, es un negocio.
Marvel logra conjuntar los dos propósitos anteriores. Ofrece un producto que se puede leer a dos niveles: el “normal” para el espectador casual o que es la primera vez que ve la película (o más bien la segunda, se espera que por lo menos haya visto Infinity War), y el segundo, el que está plagado de easter eggs y referencias no solo a películas anteriores sino a los comics. Estoy seguro de que se necesitarán varias vistas para identificarlas todas.
Una película/resumen como ésta, también tendría que revisitar en esas tres horas con dos minutos, a cada uno de los personajes históricos que ha protagonizado esta saga, darle su espacio, su lugar y hacerles un homenaje, independientemente de si vayan a continuar o no.
Y precisamente esas “largas” tres horas se sienten insuficientes para recorrerlos a todos, pero al final lo logran.
Podríamos decir, como marca el cánon, que el génesis de esta película es el Iron Man de 2008, pero en realidad su origen son los primeros Vengadores, los de 2012, aquella gran película que tuvo a todos develándose en el cine por primera vez. Ellos son los verdaderos protagonistas. Los demás personajes de Marvel tendrán mucho tiempo por delante para estar a la cabeza.
Los hermanos Russo saben hacer uso de una narrativa que te hace estar pegado a la silla todo el tiempo, preguntándote si esta vez podrán triunfar, a pesar de tener todo en contra, quizá todavía más que en la primera entrega.
Ese pesar es como una loza que se va extendiendo durante toda la proyección. En cada momento piensas que las expectativas son muy altas, los retos inalcanzables, y que, aunque a nuestros héroes les sobra corazón, quizá no sea suficiente.
Y una vez más, independientemente del resultado, las batallas son épicas, sobre todo la obviamente esperada batalla principal. Esa es todo lo que los fans pueden esperar. Es una versión corregida y aumentada de la que vimos en Wakanda, en Infinity War. Las notas son altas y las emociones fuertes, muy fuertes.
Pero no solo altos espíritus nos ofrece esta película. No todo será feliz, eso es algo que intuimos, que tememos, aún mucho antes de verla, pero que aceptamos con resignación porque finalmente es parte del contrato implícito que firmamos hace 10 años.
La historia no concluye sin terminar el arco de cada personaje clave, los cabos sueltos son atados, y solo queda mirar hacia el futuro, que se antoja todavía durará mucho tiempo.
El balance final de este filme es que valió la pena. Valió la pena esperar todos estos años. Valió la pena pelearse con una computadora o madrugar en la fila del cine para conseguir boletos para el estreno. Y si no lo lograste, valió la pena aislarse digitalmente, cerrar tu Facebook y Twitter hasta que la vieras, para protegerte de los spoilers.
Esta película te hace reír y llorar, te da un sentimiento heroico, pero sobre todo, de nostalgia, porque finalmente, como dice Tony Stark “parte del camino es el final”.
Y tiene razón.