Este 22 de agosto se cumplieron 44 años de uno de los días negros en la historia de los accidentes de México, el hundimiento en 1980 de “La Panga” o el “Pangazo”, como también es conocido, donde perecieron decenas de personas incluidos niños y mujeres, entre las costas carmelitas de Puerto Real e Isla Aguada, Campeche, hoy lo recordamos, pero con el lado “B” de la historia.
Versión oficial
La versión oficial de la época dicta que el Ferry conocido como “La Panga”, embarcación plana con capacidad para transportar vehículos y personas de lado a lado a través del mar, se hundió debido a las condiciones climatológicas que hundieron el navío donde viajaban 150 pasajeros, donde iban dos autobuses ADO con destino a Mérida y Chetumal, un camión torton, además de otros vehículos particulares, con personas en sus interiores y sobre las superficies de la nave que contaba con dos pisos.
Trabajadores, estudiantes, comerciantes de mercancías de Chetumal o Belice, viajeros con destino a la península del país sus víctimas.
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El Lado B de la historia
Sin embargo las historias contadas de generación en generación, por personas aún con vida, revelan lo que todo habitante de estas zonas saben a pesar de lo que las autoridades informaron.
Si bien es verdad que las condiciones climatológicas no eran perfectas, la gente cuenta que no era suficiente para hundir un Ferry en buenas condiciones, pero éste no era el caso, el Cap. Julio César Quej Parra, conocido en Isla Aguada como ‘Don Pelotas’ por su voluminoso cuerpo, sabía que no contaba con la mejor nave, pero era con lo que le pedían trabajar a pesar de haber documentado sus fallas.
Con La Panga cargada y los vehículos acomodados sobre ella, momentos antes de zarpar de Puerto Real a las 21:30 horas de ese sábado, la salida hacia Isla Aguada ya estaba decidida, por lo que se echó a la mar para hundirse antes de llegar a su destino.
Las historias del lado B
250 metros antes de llagar a Isla Aguada sucedió la tragedia, es lo que cuentan los habitantes de este paradisíaco y tranquilo lugar, en ese punto la lluvia se había transformado en tormenta, el viento agitaba las olas con violencia junto con la embarcación bajo relámpagos en medio de la noche que todo lo cubría con su oscuridad, mientras el mar tragaba en cuestión de minutos La Panga con toda su tripulación que gritaba por sus vidas.
Caos e histeria era el ambiente del momento que sorprendió a los pasajeros dormidos al interior de los autobuses o de los vehículos particulares, despertados por los únicos noctámbulos que poco pudieron hacer para alertar a los viajeros durmientes que solo despertaron para vivir con horror los últimos momentos de su existencia.
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El cronista
El Dr. Daniel Cantarella, cronista local, enmarca esa noche en una frase que quedó para la posteridad después de este trágico evento, “esta panga en cualquier momento se va hundir”, ya que menciona, todo mundo sabía que las condiciones de la embarcación eran malas.
Menciona que a las 10 de la noche inició la lluvia que durmió a los tripulantes antes de convertirse en tormenta, por lo que se quedaron adentro de los autobuses y en menos de 10 minutos terminó por ahogar a las familias enteras que no pudieron salir de los vehículos.
“Cuando se hundió el primer motor le avisaron al capitán que ya estaba perdido”, les dijo que había que hacer algo para salvar a las personas y los mandó a buscar los salvavidas, pero cuando llegaron al cuarto donde estaban, la puerta estaba bajo llave y todo ya era un caos.
El cronista menciona que nunca sacaron la embarcación del mar, debido que eso sería la evidencia de la negligencia de las autoridades.
El sobreviviente que nadó desnudo
Isidro Ruiz Moreno, fue uno de los pocos sobrevivientes, el cuenta que estaba despierto sobre la superficie de La Panga cuando sintió el agua en sus pies, su intuición le dijo que tenía que tirarse al mar y nadar par sobrevivir, le gritó a todos los que pudo alertar y se quitó la ropa para tirarse al mar y no lo pudieran jalar, como estaba despierto estaba orientado hacia donde estaba la costa y nadó con todas sus fuerzas hasta llegar a la orilla.
Su hermana María Ruiz Moreno cuenta que llegó muy agitado y que después de esta experiencia estuvo mucho tiempo sordo y tartamudeando, “así estuvo como dos años”, contó.
Las anécdotas
El “Chelo” Baeza cuenta las anécdotas de los habitantes de su pueblo mágico, Isla Aguada, que se han vuelto parte de su versión de los hechos. Mencionada que sus padres tenían un restaurante atrás del antiguo atracadero de La Panga, donde tenía que llegar esa noche cuando él era un niño.
Con nostalgia destaca que el puente que uno Puerto Real con Isla Aguada ya estaba en construcción desde el 12 de enero de 1980 y que fue concluido el 26 de noviembre de 1982, como si las muertes se hubieran podido evitar siendo los pilotes anclados al mar de esa estructura los únicos testigos de la tragedia.
Los rescatistas
Cuenta que los primeros rescatistas en llegar fueron los de su isla, pescadores y gente del pueblo que recuerdan que por las condiciones del mar, el viento, la noche y la falta de luz, las lanchas golpeaban a personas que intentaban rescatar, los pescadores sacaban a los vivos, esperaban a los cuerpos de los ahogados que se podían ver y los subían a las lanchas.
Al día siguiente en el muelle de Isla Aguada se podían ver bolsas negras donde había gente fallecida dentro de ellas, “las personas abrían las bolsas en busca de sus familiares, después pusieron las bolsas en la orilla de la playa, desde el restaurante Memín, donde en esa época había un depósito de tanque de diesel para abastecer La Panga, hasta el balneario de Los Coquitos”, rememora.
Después los cuerpos fueron trasladados a la unidad deportiva 20 de noviembre, en Ciudad del Carmen, donde se metieron en cajas con barras de hielo para conservarlos y entregarlos a sus familiares de distintos estados del país.
El testimonio de Miguel Martínez, fotógrafo, coincide, “vi que los cuerpos los traían en lanchas a la unidad deportiva, donde vi los acomodados un cuerpo, una barra de hielo, un cuerpo, una barra”.
Ciudad del Carmen solo tenía un hospital con solo cinco camas, la poca energía eléctrica no alcanzaba a iluminar lo suficiente a los rescatistas cuando llegaban con los cuerpos.
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El radioaficionado
Don Tomás Boldo Fernández, dueño del hotel La Cabaña, hoy Freedom Sources, en Isla Aguada, era radioaficionado en esa época, el fue el primero en alertar la situación.
“Como radioaficionado, yo fui el que pegó el grito a Ciudad del Carmen cuando se hundió La Panga”, a la Red Nacional de Emergencia, precisamente cuando estaba reportando que se había ido la energía eléctrica en la isla, “al poco tiempo llegó el primer helicóptero sobrevolando la zona buscando a los náufragos con su luz”, asegura.
El primer sobreviviente y Nelly
Dos anécdotas en particular es la que pasa de generación en generación en los habitantes de Isla Aguada, la del fotógrafo y la de doña Nelly.
Don Manuel Loeza Ramírez, fotógrafo de profesión de Ciudad del Carmen, dicen que fue el primero en llegar a la orilla de Isla aguada, casi desnudo según testigos “ayuden a la gente, La Panga se hundió”, gritaba.
La historia de Nelly Hernández es la otra historia comentada. Tenía un puesto de comida en Puerto Real, esa noche aprovechando que era el último “pangazo” abordó con sus dos hijos menores de edad la embarcación y al momento del hundimiento nado con ellos sin soltarlos hasta llegar a la orilla de la isla, nunca los soltó, pero ya estaban muertos.
La tripulación de La Panga
Era bien sabido por los trabajadores de La Panga que la embarcación tenía láminas parchadas con soldadura en el su parte inferior causados por la corrosión marina, y que ya estaban reportadas en la ciudad de San Francisco de Campeche ante Caminos y Puentes Federales, de acuerdo a estas historias las placas se desprendieron, el agua entró y dañaron las bombas, posteriormente se hundió el navío.
Los marineros Filiberto Hernández y José Manuel Romero, eran parte de la tripulación del Cap. Julio César Quej Parra, a cargo de La Panga, ellos recuerdan que los últimos sonidos de la embarcación eran gritos de los pasajeros, “¡nos estamos hundiendo! ¡nos estamos hundiendo! ¡Dios mío!”.
El “Chelo” Baeza termina estas anécdotas diciendo que tres láminas de la proa se desprendieron, el agua comenzó a entrar al cuarto de máquinas cuando la estructura comenzó a desaparecer entre las aguas.
Al día siguiente, el cuerpo del Cap. Julio César Quej Parra fue encontrado por buzos de Pemex y de la Armada de México agarrado al timón, haciendo honor a la vieja tradición que el capitán es el último en abandonar el barco hasta que todos sus ocupantes estén a salvo.
En esa época Carlos Rivas Paoli era el presidente municipal de Ciudad del Carmen y Mauricio Canul Cauich el comisario municipal de Isla Aguada. Se manejo la cifra oficial de 53 muertos, pero el lado “B” de la historia dice que la gente cree que fueron más de 100 personas fallecidas.
La esposa del capitán
María Esther Rivero Gutiérrez fue entrevistada por el “Chelo” Baeza, mencionó que su esposo había mandado los oficios reportando el estado de La Panga y que incluso tenía copias, que cuando llegaba alguna autoridad mayor a ver la embarcación lo que hacían era pintarla para que no se notara los defectos, y que la bomba al ser muy vieja no resistió las condiciones climatológicas y dejó de trabajar.
Recuerda que con sus hijos recorrieron la orilla de la playa pensando que el capitán se había podido salvar, buscándolo entre todos los cuerpos “él se quedó en el barco, en el timón, como todo un hombre responsable”.
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