Parte II
Hubo un Tabasco antes de octubre de 2007 y otro después. A nadie le cabe duda que la inundación fue un parteaguas, en más de un sentido; en la historia local, en la fisonomía urbana, en el ámbito político, en el arte y hasta en el imaginario popular.
Nadie cuestiona que es una grieta anegada de recuerdos, bien profunda en la memoria de muchos tabasqueños.
Hubo un Tabasco antes de octubre de 2007 y otro después. Y para comprobarlo, recordemos cómo era ese Tabasco previo a la crecida de las aguas.
Por aquellos días, Andrés Granier (quien estuvo en prisión por actos de corrupción y actualmente goza de libertad y se perfila como candidato a la alcadía de Centro por el PRI) era el Gobernador del Estado, y su palabra favorita, puesta de moda por él mismo, era «rumorología». El entonces mandatario la usaba para intentar frenar las habladurías catastróficas qué él mismo alentaba con su paranoia. «Aún falta lo peor», fue otra de sus frases de aquel entonces, palabras hoy tristemente célebres, como lo fue todo en su agrio mandato.
En este punto es preciso mencionar que muchos periodistas y algún medio informativo incómodo se encontraban bajo el asedio de aquel régimen. Un día sí y al otro también, sus ocho columnas informaban sobre presuntos actos de corrupción cometidos al interior de varias dependencias estatales; el tiempo habría de darles la razón.
Antes del azote del fenómeno meteorológico (y también después), en la ciudad de Villahermosa la vida pública transcurría casi igual que siempre; entre marchas, plantones y conflictos sociales de diversa índole e intensidad. El más fuerte a principios de octubre fue la protesta magisterial por la reubicación y cese de 15 mil docentes por parte de la Secretaría de Educación de Tabasco (SeTab), lo cual desató fuertes reacciones del gremio.
En el aspecto de salud pública tampoco andábamos muy bien. Un brote masivo de asma pegaba en el Centro y los municipios, presumiblemente, debido a los cambios bruscos de temperatura y la alta humedad que ya saturaba el ambiente. El dengue era otro de los azotes locales, y las campañas de la Secretaría de Salud de aquel año para combatir la zoonosis fallaron estrepitosamente.
El bolsillo era otro dolor de cabeza para los tabasqueños. El lunes primero de octubre de 2007 la CFE comenzó a cobrar tarifas de invierno y la luz eléctrica se disparó con un aumento del 35 por ciento. Por si fuera poco, había sido el peor periodo en materia de inversión extranjera directa para Tabasco, por lo que, aun sin la inundación, la IP declaraba amargamente que era un «año perdido», y 44 patrones bajan la cortina al día. Según el SAT, el 25 por ciento de los contribuyentes tabasqueños tenían cuentas pendientes con Hacienda. Es decir, que unos 38 mil causantes locales se andaban escondiendo de “Lolita”.
En aquellos lejanos días el tema recurrente entre el estado y la federación era el ya tan manido «borrón y cuenta nueva» que cabildeaban en ese entonces el chelo Granier y el recién nombrado presidente Felipe Calderón.
Al gobernador saliente Manuel Andrade Díaz se le acusaba de un presunto desfalco a las arcas por mil millones de pesos. Y hablando de políticos trapaceros, por esos días Roberto Madrazo protagonizó un «oso» en la Maratón de Berlín. El siete de octubre los organizadores de la prueba confirmaban que el ex gobernador tabasqueño y ex aspirante a la presidencia de la República había sido descalificado por hacer trampa, luego de haber tomado un «atajo» para llegar a la meta.
En el cine proyectaban una racha de estrenos palomeros perfectamente olvidables; Resident Evil: Extinction, El hijo del mal, y el Orfanato, tal vez los más sonados, sin por ello ser los mejores. Seguro que en Tabasco, después del 27 de octubre nadie acudió a las salas a verlos. Valga decir que no se perdieron de mucho.
Pero sin duda el artista del que sí se habló durante aquel mes fue Miguel Bosé, quien a mediados de octubre aterrizaba en tierra choca para dar un concierto como parte de su gira «Papituor», abarrotando con 10 mil personas el teatro al aire libre del Parque Tabasco. Por su parte la Cubana Omara Portuondo deleitaba en el Esperanza Iris con las canciones del Buena Vista Social Club, el 20 de octubre. Eso fue lo mejor que se vio (y sobre todo se escuchó) en Tabasco por aquel año.
La obra pública estatal y municipal brillaban por su ausencia. Evaristo Hernández Cruz era el alcalde de Centro y la apuesta principal de su mandato en este rubro era la compra de una máquina pavimentadora de calles, conocida como El Dragón. Dicha adquisición fue reportada por el edil en más de 43 millones de pesos, cuando en realidad costó sólo 13 millones, lo que le valdría, más tarde, la reprobación de su cuenta pública de aquel año.
En la ciudad de Villahermosa la iniciativa privada construía plazas comerciales y remozaba algunas de las ya existentes. El enemigo del crecimiento iba a ser la delincuencia. Pemex todavía no colapsaba, pero la inseguridad pública ya “galopaba” entonces. El 19 de octubre, un comando armado secuestró al empresario pollero originario de Cunduacán, Francisco Piñera Fernández, por el que pedían un cuantioso rescate; los robos ya estaban a la orden del día y las colonias más peligrosas seguían siendo las de siempre; Atasta, Gaviotas, Tamulté, La Manga, el Centro.
Hubo un Tabasco antes y otro después. Pero sigue siendo el mismo.
En los primeros días de octubre de 2007, en la capital tabasqueña todo transcurría con la aparente normalidad de lo insulsamente cotidiano. Sin embargo, pocos se percataron que ya desde el día 12 habían surgido los primeros indicios de lo que habría de venir tan sólo 15 días después. Las fuertes lluvias comenzaban a causar daños en la región de la Chontalpa, los Ríos y la Sierra, dejando miles de damnificados.
Sin embargo, el verdadero drama apenas comenzaba.
* Tomado del libro "2007: Tabasco bajo el agua", del escritor Ángel Vega