La siguiente historia forma parte de la tradición oral del estado de Tabasco, bien puede tratarse de una pieza de ficción o pertenecer al imaginario popular. Algunos de los relatos que aquí publicamos son dados por verdaderos entre quienes afirman haberlos vivido, sin embargo, en la presente sección simplemente difundimos estos contenidos para que nuestros queridos lectores pasen un rato entretenido.
El fin de año está cerca, sólo faltan algunos días para hacer la transición del 2022 al 2023, en esta época se escuchan vaticinios de cómo le irá a la humanidad, algunos recurren a Nostradamus y demás personajes que han afirmado ver el futuro, entre ellos se encuentran los que afirman verlo a través de los sueños, de este tipo de presagio surge el siguiente relato de dos personas que vieron cómo será el fin del mundo o, al menos, eso creyeron hasta sus últimos días, según el nieto de estas, quien pidió no mencionar su nombre ni el de sus abuelos, por lo que fueron cambiados para la narrativa.
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Como si estuvieran predestinados, Marlene y Pedro tenían sueños de situaciones fantásticas; lo mismo podían estar en un paraje solitario oscuro y peligroso, llenos de brujos o duendes hasta hablar con sus seres queridos que habían partido al más allá. La niñez de ambos fue difícil, llena de pobreza. Lo que en más de una ocasión contaron a sus hijos y nietos. Coincidencias de la vida o es que acaso hay poderes ocultos que manejan el destino de la humanidad. Ellos tenían una frase para decir que creían en Dios: “Creer o morir”. La cual, la expresaban por separado.
Una vida llena de sufrimientos
Al parecer, el sufrimiento y una vida llena de privaciones eran elementos necesarios en su camino espiritual. Marlene no conoció a su padre, murió cuando estaba en el vientre de su madre, tenía cuatro hermanos, de las que ella fue la menor. Desde pequeña aprendió a trabajar, en su familia todos tenían que llevar dinero si querían comer, no porque la mamá los tratara mal, pero su situación de pobreza les obligaba a conseguir el sustento, mientras la jefa de la casa hacía su parte lavando ajeno y vendiendo tortillas de maíz nuevo.
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El hermano mayor, que le llevaba 10 años, consiguió trabajo descargando plátano de las embarcaciones que atracaban en el río Grijalva. Una parte de lo pesos que ganaba se lo daba a la señora y lo que le quedaba se lo gastaba en los bailes. Tenía dos pasiones, el danzón y las mujeres, lo que en una noche de juerga le costó una cicatriz en la cara. El muchacho llegó al salón con compañía, una morena de estatura baja, pero de curvas pronunciadas, en otra parte del lugar, una vieja amiga, chica de armas tomar, quien se le acercó al platanero y con una destreza única, rompió una botella y le hizo una cortada que casi le corta la yugular.
La Villahermosa de antaño no era muy grande, cualquier acontecimiento se sabía a la brevedad, y lo ocurrido pronto llegó a oídos de la progenitora del herido, como es de imaginarse, la preocupación le hizo pensar que el hijo había muerto, pero al llegar al hospital donde era atendido, una enfermera la tranquilizó, al final todo quedó en un gran susto. Pero este tipo de situaciones son las que vivió durante su juventud la protagonista de la historia.
Por su parte Pedro, sus primeros años los vivió en Macuspana, su padre tenía un rancho de gran extensión, aparte, cuidaba un terreno de Petróleos Mexicanos (Pemex), por el que la empresa le pagaba bien. Esa fue una buena época que pronto se acabó. El señor conoció a una mujer 20 años más joven que él, poco a poco, su ganado, su riqueza y la propiedad se perdieron. Un niño de escasos 7 años, salió del municipio y se trasladó a Villahermosa con su mamá.
Ese pequeño tuvo que trabajar acarreando agua, por la actividad fue fortaleciendo su cuerpo y con el paso del tiempo una persona le enseñó a componer motores, lo que le permitió entrar a trabajar en el viejo aeropuerto de la ciudad. Después se dedicó al manejo de volteos, en esa época era un verdadero negocio por los proyectos de construcción que abundaban, obras que iban desde carreteras a edificios. En esa, aparente, inagotable fuente de empleo, el hombre transportaba arena o grava, realizaba muchos viajes.
La vida de Marlene y Pedro se cruzaron cuando pasaban de los 20 años, entablaron una buena amistad que se convirtió luego en amor, lo que los llevó a casarse, después llegaron los hijos, primero un bebé y luego una bebita. Los descendientes crecieron y tuvieron sus propios hijos, la pareja se hizo mayor, es en este punto donde tuvo la extraña experiencia que los llevó a conocer los últimos momentos de la humanidad. Los sueños que tuvieron fueron en días diferentes, pero con visiones aterradores de gente corriendo y llorando.
El sueño de Marlene
Lo que a continuación se cuenta, es lo que según la abuela le contó al nieto: Grandes bolas de fuego cayendo del cielo, el cual era de un color gris. La gente corría tratando de no morir quemada, sin embargo, las piedras incandescentes alcanzaban a mujeres y hombres. Luces pequeñas se veían a la distancia, en realidad eran los cuerpos devorados por el fuego. Algo que le llamó la atención, es que las grandes rocas cuando caían al suelo incendiaban las calles.
Esto lo veía la mujer mientras caminaba entre las llamas y los cuerpos carbonizados; la muerte de millones de personas cubrió la superficie de sangre, había tanta que en algunas partes se convirtió en una pasta, de pronto, ella se vio de la edad de 7 años, se sorprendió, pero no tuvo miedo. La destrucción continuó por largo tiempo, días o meses, tal vez. Al final, cuando dejó de caer la lluvia de fuego, un ser de túnica blanca se apareció, y junto a él un niño. Aquel le dijo: “Este es tu compañero y con él repoblarás la tierra”. Fin de las visiones.
El sueño de Pedro
Esto fue lo que le contó Pedro a sus hijos y nietos: Dos soles en el cielo aproximándose uno al otro, multitudes viéndolos, algunos lloran, otros rezan, todos saben que es el fin. A la distancia se escuchar aullidos de perros y gatos peleando, las aves gritan y demás animales huyen: los de las selvas, los bosques, mares, lagunas y ríos. Se escuchan sonidos metálicos, rayos comienzan a dibujarse en las nubes, junto a los destellos bolas brillantes.
Los soles cada vez más cerca, la tierra comienza a temblar, primero el movimiento es leve, sin embargo, va creciendo, los edificios, casas, iglesias y templos comienzan a caer, parecen de papel. Las personas están aterradas, saben que algo terrible pasará. Por piedad, algunas madres matan a sus hijos, no quieren que sufran. Los hombres se arrodillan en plena calle, piden perdón por sus pecados, no saben cuáles exactamente, pero es mejor así. Una voz se escucha: “Esto que vez en sueños pasará”. Fin de lo que vio Pedro.