Hablar de pejelagarto, es hablar de Tabasco, y es que este pez nativo del sureste mexicano, es hoy en día uno de los íconos representativos de la entidad.
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Su peculiar anatomía alargada y un hocico desproporcionadamente grande, con dientes afilados, ha hecho que su especie gane fama de un pez raro y grande.
El pejelagarto, o también conocido como pez dinosaurio, es uno de los platillos más representativos de la región.
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Sin embargo, es importante conocer más a detalle sobre su especie y las posibles condiciones en las que pudo haber estado antes de llegar a tu plato.
Su nombre científico es el de Lepisosteus oculatus, y es considerado un fósil viviente, principalmente en las aguas dulces ubicadas en sitios pantanosos y lacustres.
Están dotados de una piel gruesa con escamas que le proporciona una auténtica coraza. Su tamaño es muy variable, se han encontrado ejemplares de hasta 3 metros de longitud.
Es por naturaleza, un gran depredador, gracias a su mandíbula repleta de dientes filosos.
Capaz de sobrevivir en ambientes insalubres, siempre y cuando continúe alimentándose, ya sea de especies vivos o muertos, dicha capacidad de adaptación ha hecho que la especie continúe aún hasta nuestros días.
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Al ser un animal muy voraz se alimenta de todo lo que pueda caberle en la boca, es por ello que existen ‘leyendas urbanas’ de que en el interior de su estómago, han encontrado restos de animales como ranas o ratas, ya que con tal de alimentarse, el pejelagarto no es un animal que sea melindroso para comer.
Se han dado casos, principalmente en las personas que lo comen asado, entero, sin ser aliñado previamente, en que al abrirlo, ya cocido; han encontrado restos de animales que no son del todo agrado de los comensales.
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Es por ello, que cuando se desea consumir este exótico pez, es indispensable realizar un adecuado y minucioso proceso de limpieza y desinfección, debido a la zona en la que pudo haber estado expuesto en su hábitat, así como las especies que pudo haber consumido.
Lo ideal es abrirlo, para sacar sus intestinos, ya que hay gente que se come las vísceras del animal, que van desde el hígado, hasta el intestino, y éstas no son del todo recomendables para el consumo humano.