La siguiente historia forma parte de la tradición oral del estado de Tabasco, bien puede tratarse de una pieza de ficción o pertenecer al imaginario popular. Algunos de los relatos que aquí publicamos son dados por verdaderos entre quienes afirman haberlos vivido, sin embargo, en la presente sección simplemente difundimos estos contenidos para que nuestros queridos lectores pasen un rato entretenido.
Unas criaturas sorprendentes y extraordinarias, capaces de hacerle maldades a los seres humanos, principalmente niños, son los chaneques, que según las leyendas zoques habitan en el monte. Las siguientes líneas son parte del libro Leyendas de Tabasco, documento que se encuentra en sitio web Leyendas de México.
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“Oxolotán, es un pueblo zoque bañado por las verdes y turbulentas aguas del río de La Sierra. La raza que habita este sitio se encuentra oculta entre los cerros”, así inicia el relato y prosigue, explicando que en la zona hay fuerzas más allá de la comprensión del ser humano, y de las que se cuentan en las leyendas; historias orales de los ancianos.
El mito del chaneque, una tradición prehispánica
La creencia está fundada en la tradición prehispánica, rodeada de misticisimo: “El espíritu de su pueblo aún conserva los vestigios de la tradición prehispánica en los testimonios silenciosos de los habitantes del convento Dominico, pues ellos narran muchas de aquellas leyendas”. Una de éstas es contada por su abuelo, don Celestino a su nieto Eustaquio, en la choza del señor: “Hijo, ya estás crecidito, así que atiende lo que te digo: cuando tu mamá te dice que no juegues dentro del monte, hazle caso porque ése es un lugar donde existen los chaneques”.
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La plática y consejo se los da porque pronto el menor acompañaría al monte a su padre. Tras preguntar: ¿Por qué lo habrían de perder? El anciano mencionó que esas criaturas eran dueños del monte y no les gusta que macheteen su acahual o la ceiba, árbol donde juegan.
¿Cómo se cura el espanto del chaneque?
También mencionó que el padre del pequeño, su hijo, tuvo una desagradable experiencia con estos seres, ya que lo pedieron entre unos acahuales, teniendo que llevarlo con el curandero para que lo ensalmara y le dieron a beber albahaca por nueve días, esa era la única curación.
El jovencito, fascinado por lo que le contaba su abuelito, le pedía que hablara más sobre esos duendes. Al describirlos mencionó que eran de la estatura de un niño, sus dientes puntiagudos y tenían los pies al revés, mientras que las chanequitas se distinguían porque tenían una trenza larga y le hacían cosquillas a los hombres.
Entre sus maldades está enredarle la cola a los caballos y hacerlos correr hasta el cansancio. Cuando se enamoran de una muchacha las atontan y sólo el curandero puede quitarle este hechizo.
¿Cuál es el remedio contra los chaneques?
Tras decirle todo esto a su nietecito, le dio el remedio contra los chaneques: “Si te los encuentras, quítate la ropa, póntela al revés y camina en sentido contrario a sus huellas, sólo así reencuentras el camino. Luego vuelves y les pones bajo la ceiba juguetes, tabaco, perfumes, un carrete de hilo, peines, espejos, tragos y les cuelgas una hamaca de bejucos y hoja de tanai, y cuando el chaneque se canse de jugar, se emborrache y se duerma, lo amarras con jolosin, lo cuereas con otro mecate hasta que te canses y después lo sueltas. Así, el encanto estará roto y tu camino estará libre”. Eustaquio creció, y la historia por boca de él fue contada a la próxima generación, como había sido en otros tiempos.