La siguiente historia forma parte de la tradición oral del estado de Tabasco, bien puede tratarse de una pieza de ficción o pertenecer al imaginario popular. Algunos de los relatos que aquí publicamos son dados por verdaderos entre quienes afirman haberlos vivido, sin embargo, en la presente sección simplemente difundimos estos contenidos para que nuestros queridos lectores pasen un rato entretenido.
Una bola de fuego se veía por las noches deambular por la colonia La Pera de Jalpa de Méndez, y cuando aparecía los perros comenzaban a aullar y los caballos a reparar por el temor que sentían, pues era algo maligno. Las personas que se quedaban observando a la luminosidad quedaban ciegas, porque se les quemaban las pupilas; sin lugar a dudas, esos días fueron de miedo y terror en la localidad.
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El citado poblado aún tenía pocos habitantes y no contaba con electricidad en el tiempo en que apareció este objeto incandescente. Las calles eran apenas pedazos de tierra delimitados por las casas, lo que hacía muy difícil caminar por ellas y más cuando llovía, ya que se convertían en lodazales, donde si no te manchabas el calzado o los pies era cuestión de suerte.
En esos días había dos tipos de transporte por las brechas: En caballo o a pie, pero en ambos casos si te topabas con la bola de fuego, tu suerte estaba echada. Así que los lugareños trataban que la noche no los atrapara.
Aparte del miedo que provocaba entre los seres vivos, humanos y animales, era ver las ramas de los árboles agarrar fuego con la sola presencia del objeto sin necesidad de tener contactos con él; quienes presenciaron este fenómeno se convencieron de que el mal en una de sus tantas formas deambulaba por la zona.
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A los que quedaban ciegos por ver el fuego se creía que estaban poseídos, por lo que se le hacía un ritual por el curandero o brujo del lugar; sin embargo, los habitantes de La Pera sabían que la solución se encontraba en manos de Dios, así que fueron con el sacerdote del pueblo.
El religioso les comentó que la única forma de desaparecer la bola de fuego que atemorizaba a la zona, era construir una iglesia en honor a la Santa Cruz en el lugar en que ocurría el fenómeno. Coincidencia o no, desde que fue edificado el templo, la luminosidad dejó de verse en los alrededores, convirtiéndose con el tiempo en una leyenda más de Jalpa de Méndez.