Algunas personas provenientes de las zonas más pobres y marginadas de Villahermosa, y no se diga de los municipios, nunca habían visto diez mil pesos juntos en toda su vida. La inundación representó para muchos un «negocio» que les permitió capitalizarse mediante el apoyo de la Federación, el reparto de despensas, insumos, los materiales para reconstruir sus casas y otros apoyos.
Además, unos 7 mil 500 millones de pesos se destinaron a Tabasco (en efectivo y en especie) como parte de la ayuda humanitaria que gobiernos, ciudadanos, bancos, iniciativa privada y organizaciones enviaron a la entidad en apoyo a los damnificados.
Parte de estos 7 mil 500 millones de pesos de ayuda destinada a los damnificados de la inundación de Tabasco se transformaron en más 20 mil toneladas de víveres, ropa, medicina, artículos para bebé, productos de limpieza, calzado, bolsas de dormir, cobijas, tiendas de campaña, catres, botes, plantas potabilizadoras y de energía.
Además de estas aportaciones, se debe de contabilizar todo el apoyo institucional que el gobierno federal, a través de las diversas secretarias aterrizó durante el tiempo que duró la contingencia.
De entrada, el gobierno federal anunció 7 mil millones de pesos para Tabasco del Fondo de Desastres Naturales (FONDEN) para iniciar la reconstrucción.
Por su parte, la Asociación de Bancos de México informó que, junto con las 15 instituciones crediticias que abrieron cuentas para recaudar recursos en favor de Tabasco y Chiapas, se alcanzó la cifra de 262 millones 866 mil 86 pesos.
La propia ABM indicó que los fondos serían destinados a la reconstrucción de infraestructura, construcción de vivienda, reactivación de fuentes económicas, equipamiento, reconstrucción de escuelas, así como apoyos en especie, entre otros, a través de fundaciones de algunos bancos o a través de la organización Unidos por Ellos.
En cuanto a la ayuda internacional, se enviaron a Tabasco poco más de 7 millones de dólares de diversos países, organizaciones y empresas, así como unas 300 toneladas de ayuda en especie.
Las aportaciones fueron realizadas por los gobiernos de Alemania, Bélgica, Canadá, China, Chipre, Dinamarca, Estados Unidos, Irlanda, Italia, Japón, Polonia, Reino Unido y Suiza.
También contribuyeron organismos internacionales y ONGs como la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), la Corporación Andina de Fomento (CAF), la Organización de los Estados Americanos (OEA); el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD); Cáritas Internacional, el Club de Rotarios de Queensland en Australia, Cáritas Polska de Polonia, la Fundación Wells Fargo y el Instituto de las Américas de Estados Unidos.
De igual modo recibieron donaciones en las más de 50 cuentas abiertas por las representaciones de México en el Exterior.
Para muchos, desafortunadamente, la inundación se convirtió en un negocio. No vale la pena poner en lista los nombres de los políticos y vivales que administraron la tragedia y lucraron con la desgracia ajena.
Para otros, durante algunos meses, la inundación se convirtió en un modus vivendi. A esos no se les puede culpar de nada, pues a falta de mejores oportunidades, recibir los apoyos económicos y en especie de gobiernos, ciudadanos y asociaciones, constituyó una especie de justicia divina, o de efímera redistribución de la riqueza.
Hay dos formas de medir el impacto de una catástrofe natural: Por sus pérdidas humanas o en razón de sus implicaciones económicas. En el caso de Tabasco, siendo por fortuna las primeras relativamente bajas o casi nulas, el golpe fue medido en números. El viernes 9 de noviembre, apenas a unos días de desatado el drama, la Asociación Mexicana de Instituciones de Seguros (AIMS) calculó que los daños ascendían a 700 millones de dólares, es decir, unos 7 mil 700 millones de pesos. Según estimaciones de la propia asociación, los sectores con daños más cuantiosos eran la infraestructura urbana, las carreteras, los puentes, el sector servicios, las telecomunicaciones y el ramo petrolero, industrial, el parque vehicular y la vivienda. En su tabulador, hasta 2009 Tabasco ocupaba el segundo lugar dentro de las peores catástrofes nacionales, sólo después del huracán “Wilma” (2005) que representó un desembolso en daños por 1 mil 752 millones de dólares, siendo el tercer lugar el huracán “Gilberto” (1997) que costó a las afianzadoras 567 millones de dólares y el terremoto en la ciudad de México (1985), con 473 millones de dólares.
* Tomado del libro "2007: Tabasco bajo el agua", del escritor Ángel Vega