La historia de México está llena de leyendas, y no faltan los relatos de fantasmas que se vuelven parte del folclor nacional y comienzan a aparecer lejos de sus lugares de origen. Entre estos espectros famosos por realizar “tours” por el país está la que a la vez es considerada como el terror y la protectora de los hospitales nacionales, La Planchada.
La figura de una enfermera fantasmal, bien arreglada y con un uniforme impecable, del cual recibe su particular nombre, recorre los pasillos de los hospitales desde Sonora a la Ciudad de México. Para algunos se trata de una presencia piadosa que cuida de los enfermos descuidados, otros dicen saber los pecados que está pagando en este mundo.
Al igual que muchos relatos de terror, la historia de La Planchada inicia con una historia de amor en todas sus versiones, terminando a veces en desengaño y siempre en tragedia. Eulalia, como se le conocía en vida, era una enfermera ejemplar, entregada completamente a su trabajo hasta que un día conoció al que sería la razón de su pena eterna.
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Joaquín, así se llamaba y era un médico del hospital donde ella trabajaba. La historia cuenta que era tan hábil en su profesión como lo era para robar el corazón de las enfermeras, excepto el de Eulalia, que al principio no mostraba interés en el casanova. Sería una bala lo que uniría sus destinos.
Un día, mientras atendían juntos a un paciente herido de un disparo, Eulalia cayó ante el encanto de Joaquín, que no daba cuartel en sus halagos y consideraciones. Al poco tiempo los dos habían iniciado una relación de ensueño.
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Cómo debía ser y siempre era, según las costumbres de aquellos tiempos, le llegó a la pareja el momento de contraer matrimonio. Cuando todo parecía estar arreglado, cuando todo apuntaba a que Eulalia sería quien se quedara con el corazón de aquel mujeriego para siempre, este desapareció de un día para otro.
Eulalia, deprimida y sola, recibió las noticias de que en algún lugar de México su amado ya repetía su historia de amor con otra mujer, y esto fue demasiado para ella. Poco a poco la pena empezó a pesarle tanto que apenas podía trabajar, descuidando las vidas de los pacientes que estaban en sus manos.
Insoportable, el dolor por el abandono terminó por hacerle enfermar y morir internada en el mismo hospital que le vió trabajar en vida. La traición de Joaquín y las muertes causadas por su propia negligencia pesaron sobre la balanza de su alma al pasar al otro mundo, atrapando a Eulalia en aquellos muros hasta saldar su deuda.
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A partir de entonces los pacientes, especialmente aquellos que han sido descuidados, cuentan haber sido atendidos por una mujer amable y hermosa, arreglada en un uniforme diferente al resto del personal. A esta enfermera misteriosa se le ve con un uniforme antiguo y perfectamente arreglado; en medio de la noche atiende a los enfermos con amor y paciencia, luego desaparece para no ser vista de nuevo.
Otras veces, cuentan algunos, se le puede ver caminar por los hospitales, pérdida en sus recuerdos y consumida por la culpa de sus errores. ¿Cuánto más debe penar La Planchada antes de pasar a la otra vida?
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Lo cierto es que nadie sabe por cuánto tiempo ha recorrido los hospitales de México, y el origen de su leyenda es todavía motivo de discusión. Mientras que en Sonora cada hospital asegura tener a su propia Planchada, las primeras versiones de la historia se debaten entre el hospital Juárez de la Ciudad de México y el Hospital Central de Chihuahua.
Tampoco se sabe su época, pues la vestimenta de esta aparición cambia de acuerdo al lugar donde se le vea, pudiendo ser desde una enfermera de los tiempos de Porfirio Díaz hasta una de las que murieron en el temblor de 1985. De cierta forma el nombre de La Planchada se ha convertido en uno de los más utilizados para los fantasmas de enfermeras que rondan por los hospitales del país, dejando a Eulalia como una de tantas mujeres que obtuvieron este destino.
Publicado originalmente en El Sol de Hermosillo