Un alarido estertóreo interrumpió el profundo silencio de la noche, era un grito surgido del fondo de las extrañas, como si al emisor le doliera el alma.
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Los lugareños esperaron a que amaneciera y con el afán de encontrar algún vestigio de lo que los había inquietado por la noche, se levantaron muy temprano para inspeccionar el lugar, buscaban algo fuera de lo común, pero no había un solo rastro sobre el polvo de las calles y pensaron que quizá ese ente que gritó, también volaba.
El grito se repitió muchas veces durante un prolongado tiempo, esta situación tenía asustados a los pobladores y no querían andar en las calles después de las seis de la tarde, los padres de familia aprovecharon la ocasión para infundir temor a sus hijos cuando su comportamiento no era el esperado.
El ente que se paseaba por la calles de Huimanguillo era real, fueron muchos los testimonios de personas que decían haberlo visto y escuchado a lo lejos, con un grito desgarrador que le caracterizaba, que en ese momento preferían estar sordos. Todos coincidían que se trataba de una mujer, pues llevaba un vestido con una cola larga que se movía con el viento, de allí nació el mote de la “Coluda”.
Como en todo pueblo, no faltaba un valiente e incrédulo que quería demostrar que tenía razón y se quedaba despierto por la madrugada, a veces espiando por una rendija de la puerta otras por las pequeñas ventanas que daban a la calle o abriendo las puertas de par en par. Fueron tantas veces que hicieron la osadía de esperar a que apareciera, pero ninguno logró verla, aun así, los gritos siguieron noches tras noches en diversos puntos de la cabecera municipal.
En más de una ocasión, algunos de los infortunados tunantes que salían de los bares se toparon con esa imagen fantasmal, de forma súbita e inesperada era el encuentro que a decir de algunos hasta lo borracho se les quitaba.
En una de las calles principales se ubicaba el antiguo cine Juárez; a este lugar llegaban sobre todo las parejas de novios y uno que otro soltero a disfrutar de las películas. En una ocasión, la muchedumbre que salía del cine quedó impávida al ver a los lejos a este ser siniestro que con tanta sagacidad se escabullía entre los arbustos, lo que originó que los cinéfilos entraran en controversia, pues mientras unos no daban crédito a lo que vieron, otras comparaban aquella visión con un ser infernal o bien lo más escépticos aseguraban que no era un ser inframundo, si no que se trataba de alguien que se había disfrazado.
Tanto fue el revuelo que se armó, que se suscitaron diversas explicaciones, algunas de ellas muy infames. Muchos de los avecindados en la cabecera municipal afirmaron que se trataba de una mujer, que para sorprender a su marido quien presuntamente la engañaba, se había disfrazado de fantasma y aprovechaba la noche para descubrir en qué casa se metía o de qué casa salía, aunque nadie logró explicar cómo hacía el grito desgarrador que a muchos vecinos les puso los pelos de punta.
Se cuenta que cuando las autoridades agarraban a una mujer fuera de su casa a altas horas de la noche, de castigo la paseaban por las calles durante el día para que tomara escarmiento. Lo cierto es que con el transcurrir del tiempo y la llegada de la modernidad, la luz eléctrica en la calles, estos eventos fueron haciéndose más esporádicos hasta perderse en el imaginario colectivo.