El siguiente relato fue compartido como verídico por la persona a la que presuntamente le ocurrieron los hechos misteriosos. Sin embargo, no deja de ser parte de lo que los tabasqueños cuentan. La intención de esta pieza de entretenimiento es hacer pasar un rato de esparcimiento a nuestros lectores.
La siguiente historia le sucedió a una mujer de Huimanguillo cuando era adolescente, quien asegura que por jugar la ouija vivió una experiencia terrorífica por tres horas, ya que contactó al diablo.
Cuando tenía 15 años, se volvió muy aficionada a jugar esta tabla misteriosa; era su compañera. Todos los días se sumergían por seis o siete horas en este pasatiempo (así lo veían las adolescentes); como si tuviera vida propia, le preguntaban al tablero sobre la vida cotidiana, como saber a qué muchachos les gustaban, si alguien las envidiaba o si iban a pasar todas sus materias sin problemas.
Hasta ese momento, sólo se dirigían a los espíritus o entes; no sabían exactamente a quiénes, pero creían que eran sus familiares. Poco a poco estas reuniones se empezaron a hacer aburridas; sentían que el asombro de los primeros días había desaparecido, siempre con las mismas preguntas; hasta que una tarde, nuestra lectora le sugirió a su amiga que invocaran a Satanás, lo que causó asombro en la otra chica, quien incrédula, alzó una ceja; la idea no le agradaba mucho y sólo alcanzó a repetir: ¡Al mal!
Aunque no se opuso, se notaba que la joven no estaba convencida de invocar a esta entidad, su formación religiosa le había advertido en más de una ocasión de los tormentos que sufrían las almas que iban al infierno; además, la película de El Exorcista, le terminó de convencer de los inconvenientes de hacer algún tipo de pacto con el demonio. Sin embargo, por quedar bien con su amiga no dijo nada y comenzaron a jugar.
En el comedor ovalado, con capacidad para seis personas, reposaba el rectángulo con letras; se encontraba en uno de los cabezales. Las quinceañeras jugaban con la ouija cuando la casa estaba solitaria, pues los padres de la amiga trabajaban y llegaban entre siete y nueve de la noche. Y aunque el hermano, mayor por dos años, sabía lo que estaban haciendo las muchachas, no le daba importancia, sólo veía un simple pasatiempo de un par de “locas”; en algunas ocasiones les preguntaba en tono de broma: ¿Ya vieron más allá de lo evidente?
Quien relata esto tenía el puntero entre las manos, lo presionaba levemente contra la superficie de cartón; su compañera la observaba atentamente. Enseguida comenzaron a hacer las preguntas habituales, con las manos en el objeto triangular que tenía un espacio circular en el centro, el cual comenzó a moverse de una letra a otra, formando palabras; en uno de los tantos cuestionamientos se escuchó: ¿Quién eres? A lo que el tablero respondió señalando, letra a letra, hasta revelar la palabra: S-A-T-A-N-A-S.
Con temor, las muchachas se preparaban para saber más, pero en ese momento, la secuencia siguió y formó la siguiente oración: “No saldrán vivas de aquí”.
Una de las jóvenes sintió un dolor en el estomago; la otra, rezó. La angustia les hacía sentir un nudo en la garganta y una presión en el pecho. De pronto comenzaron a escuchar escalofriantes berridos; algunos objetos: cuadros, platos, ceniceros cayeron del lugar donde estaban, incluso parecía que alguien los aventaba.
A nuestra narradora comenzó a faltarle el aire, sentía que se ahogaba; una extraña fuerza le apretaba el cuello cada vez más fuerte; su amiga no sabía qué hacer. Por sí sola desapareció la presión, pero quedaron tres moretones alargados que rodeaban la zona donde antes había una fuerza que la ahorcaba.
Aún no había terminado la experiencia; un susurro comenzó a escucharse hasta que se hizo claro; una voz ronca les dijo que las atormentaría por el resto de sus vidas. Así terminaron estas tres horas de angustia y terror.
Tras la desagradable experiencia, las jóvenes sufrieron entre cinco y seis años de insomnio. La mujer que afirma, vivió esta aterradora experiencia, asegura que desde ese día cuando se encuentra sola, siente que alguien toca su hombro; además, escucha su nombre y pasos en su casa.
Afirma que con el transcurrir de los años, la lectura de la Biblia le ha dado paz interior; la suficiente para ya no sentirse intranquila