La siguiente historia forma parte de la tradición oral del estado de Tabasco, bien puede tratarse de una pieza de ficción o pertenecer al imaginario popular. Algunos de los relatos que aquí publicamos son dados por verdaderos entre quienes afirman haberlos vivido, sin embargo, en la presente sección simplemente difundimos estos contenidos para que nuestros queridos lectores pasen un rato entretenido.
Cuentan que en Jalapa se aparecía un ser de aspecto nada aterrador, pero sabían que si te lo encontrabas debías correr, porque si no algo muy malo te podía pasar. Esta criatura era un ave, y por sus movimientos fue conocida como ‘la pavita bailando’.
Pese a su cómico mote, los desafortunados que se toparon con ese ser, comprobaron que no era asunto de reírse ni de tomarlo a relajo. Por las calles del municipio cuando aún no había llegado la electricidad, esta entidad demoníaca se paseaba, al acecho de los trasnochadores.
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Como en todos estos casos, la tradición oral había logrado que se supiera del animal emplumado. Sus apariciones con frecuencia, eran la parte central de las plática de familias. No faltaba alguien, que aseguraba haberse topado con la ave y vivir para contarlo.
En todos los relatos había algo en común, que a ‘la pavita bailando’ se la encontraban en un lugar solitario, cosa nada rara, pues sus apariciones eran de muy noche, ya cuando la mayoría de la gente estaba durmiendo y las calles solitarias.
El desafortunado que caminaba a altas horas de la madrugada si se la encontraba, lo primero que veía era un simple pavo, nada aterrador, al principio, de pronto, el emplumado comenzaba a bailar alrededor del noctámbulo, una y otra vez.
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La persona fascinada por lo que veía (porque ver un ave bailando no es de todos los días), como si estuviera hipnotizada, se quedaba quieta en el lugar. Concluía la danza y los ojos rojos del ser se clavaban sobre el desafortunado, y después, comenzaban una serie de picotazos.
Los individuos trataban de huir, pero era inútil, la pavita los seguía picando hasta que se cansaba, de tal manera que nadie, de los que se toparon con ella, huyó del golpe de su pico. El resultado, es que aquellos que vivieron en carne propia el dolor de sus punzadas, jamás volvieron a salir de noche.
¡Ahí viene ‘la pavita bailando’!, gritaban los campesinos que los agarraba la noche en el monte, corrían con todas sus fuerzas, animados por el terrible sonido que hacía aquel ente.
Aquellos niños que se quedaban jugando en las calles de muy noche, también se les aparecía ‘la pavita bailando’, al igual que los adultos los picoteaba. El susto era enorme, al grado que los menores se ponían ‘pushos’, les daba diarrea y preferían orinarse en los pantalones o en la cama, antes que salir al baño.
Para curar a los pequeñines, los papás los llevaban a que los ensalmaran y les dieran una buena rameada. Único remedio contra el espanto. Con el paso del tiempo, al llegar electricidad a Jalapa y las calles iluminarse hasta de noche, ‘la pavita bailando’ dejó de aparecer y se convirtió en una historia más de esas que cuenta la gente.