La siguiente historia forma parte de la tradición oral del estado de Tabasco, bien puede tratarse de una pieza de ficción o pertenecer al imaginario popular. Algunos de los relatos que aquí publicamos son dados por verdaderos entre quienes afirman haberlos vivido, sin embargo, en la presente sección simplemente difundimos estos contenidos para que nuestros queridos lectores pasen un rato entretenido.
Los chontales son un pueblo lleno de mitos y de historias que se entrelazan, resultando en relatos fantásticos; en ellos se insinúa que provenían del continente perdido de Lemúrida. El libro donde se encuentra registrados relatos de esta sociedad se titula ‘Historia de Tabasco’, cuyo autor es Diógenes López Reyes. Sin perder de vista que parte de lo que se cuenta cae en el terreno del mito, la obra es reveladora.
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De profesión médico cirujano, el que elaboró este documento en un tiempo estimado de 40 años, construyó un material “que es de suma utilidad para el estudioso de la historia de México y de Tabasco”.
Pese a que no fue historiador, el gobierno escribió una nota al pie, precisando: “Para esta edición se respetó absolutamente cuanto el autor manifestó que debía hacerse: el puma como símbolo, por ejemplo. Asimismo, fue respetada la interpretación de mitos, leyendas e informaciones sobre el Tabasco precolombino y no se revisó ningún dato en toda su estructura. Se consideró que cuanto pueda haber susceptible de rectificación y crítica ha de corresponder a quien se proponga realizar un trabajo de ubicación y ajuste definitivos”.
Expresado lo anterior y entrando en el terreno del mito, se indica que los primeros habitantes, según la tradición oral, “descendían de Moh o Y moh”, una ceiba de gran tamaño, de la cual habían nacido los hombres. “Por lo tanto Moh, se puede decir representaba al pueblo autóctono viviendo a la orilla del mar, a la ribera de los ríos y lagunas, en poblaciones rudimentarias”.
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Al estar viviendo cerca de los afluentes estaban expuestos a los embates de las crecidas de las aguas, por lo que, en esas épocas, las familias se refugiaban en los árboles más frondosos, utilizados también para protegerse de los animales feroces, señala la fuente consultada.
Continuando con el texto, también se hace referencia a la importancia de los ríos para estos hombres, al grado de considerarlos dioses: “La gran corriente del lxtapa (Río Blanco), hoy de Usumacinta, era el dios Sagrado de Oriente, de la luz y de la vida. El Mezcalapa (Río del Maguey), hoy de Dos Bocas, Dios del Poniente, de las sombras y de la muerte”.
Un pueblo que provenía del Oriente
En el siglo IV antes de Cristo, la pacífica vida que llevaban estos hombres y mujeres, dedicados a la caza y la agricultura, fue interrumpida por una raza que apareció por el Oriente, que los sometió. “Venía de Yucatán empujada por los pre-Maya; eran los Ygb o Chocoh (descendientes de puma), que los Nahuas más tarde, al conocerlos y tener contacto con ellos bautizaron con el nombre de Chontales (bárbaros, extranjeros). Esta raza nueva, según se dice, venía del Asia, del Indostán.
“Pasó después por la Malasia trayendo gran cantidad de cautivos negroides, esclavos o hechiceros, atravesando islas numerosas que se supone quedaron de la legendaria Lemúrida”.
¿Pueden ser los chontales descendientes de la legendaria Lemúrida?
Sin dejar a un lado el mito, hay quienes ha afirmado que los pueblos originarios de América son los descendientes de los sobrevivientes de la Atlántida y Lemúrida, ambos continentes desaparecieron por catástrofes. En el caso del segundo se dice que ocupaba una gran extensión en el Pacífico, “pues medía de 6 mil por 4 mil millas de extensión y que existió hace unos 40 mil años”, se indica en el artículo ‘La Atlántida y La Lemúrida’, escrito por Vladimiro Rosado Ojeda, arqueólogo del Museo Nacional de Antropología.
La extensión del territorio iba de las islas al norte de Hawai hasta la Isla de Pascua, y en este pedazo de tierra la diosa hindú Mu creó a la humanidad. ”Los lemuristas fundan sus aseveraciones en los libros sagrados del oriente y de los mayas”, señala el artículo. Cabe señalar que hasta el momento no hay prueba que sostenga una relación entre los chontales y el continente perdido, sin embargo, los relatos y las historias están ahí.