La siguiente historia forma parte de la tradición oral del estado de Tabasco, bien puede tratarse de una pieza de ficción o pertenecer al imaginario popular. Algunos de los relatos que aquí publicamos son dados por verdaderos entre quienes afirman haberlos vivido, sin embargo, en la presente sección simplemente difundimos estos contenidos para que nuestros queridos lectores pasen un rato entretenido.
Jorge, un padre de familia, asegura que habló con un espíritu en el Panteón Central de Villahermosa; en todo momento pensó que su acompañante era una persona que estaba visitando la tumba de un familiar. Experiencia que relató en un programa de radio, mencionando que su sorpresa fue mayúscula al darse cuenta que estuvo cerca de un ser del más allá. Admite que no supo qué hacer.
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“A mi me sucedió un caso hace más o menos tres años”, así comienza su narración Jorge. Prosigue: “Aquí hay un panteón, se llama el Panteón Central (de Villahermosa). Me comenta mi hija que un amigo de ella había fallecido ya tenía rato. Me dice: ‘Papá me intereso por ir a la tumba de mi amigo para poder limpiarla y pintarla’.
“Y ahí va presto su servidor. Bueno hija me solidarizo contigo y yo lo hago. Nos trasladamos a ese panteón. El lugar tiene dos entradas: la entrada principal y la entrada lateral”. ¿En qué lugar se encontraba el espíritu en el Panteón Central de Villahermosa?
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Para el hombre todo transcurría con normalidad hasta que vio a una joven: “Y yo me voy por la entrada lateral, que es donde está la bóveda del muchacho. Bajo, y mi hija tenía que hacer un mandado, me dejó ahí y comencé a caminar con los instrumentos: la pintura y todo para poder limpiar la bóveda. Llego y en la puerta lateral veo a una persona, una muchacha muy esbelta; la veo que estaba muy desarreglada con los pantalones rotos, ahorita como lo utiliza la chamacada (muy sucia ella) y me dice: ‘¡Muy buenos días caballero!’, ‘buenos días’, respondió.
“Qué bien que viene a visitar a un pariente”, fue lo siguiente que dijo la muchacha. “No, vengo a pintar una bóveda y limpiarla”. Tras la contestación volvió a insistir: “Su familiar”. A lo que Jorge mencionó: “No, es un amigo de mi hija”.
¿Qué sucedió después?
Quien cuenta la historia mencionó: “Así como iba yo caminando ella se paró y comenzó a caminar atrás de mi y yo le empecé a platicar. Se paró en la bóveda y me dice: Ah, viene a ver a esta persona. “Voy a limpiarle su bóveda”, indicó el interrogado. “Ya lo tenían muy olvidado”, comentó la extraña mujer.
Al mismo tiempo que se desarrollaba la conversación, el hombre comenzó a realizar su labor: “Me puse a chapear, me puse a raspar, a quitarle el montecillo que había ahí. Ya que terminé empecé a pintar la bóveda, cuando en eso, esta muchacha empieza a andar a mi alrededor, siempre que hablaba yo la sentía cerca; caminaba a 20 metros, 30 metros, 40 metros… y sentía la voz de ella cerca que me estaba hablando
‘¿Y es su familiar?’, insistió. ‘No, ya le dije que es amigo de mi hija’. ‘¡Qué bueno es usted!, porque la verdad se han olvidado de este muchacho’, fueron las siguientes palabras de la chica.
“Seguí pintando y ella preguntando. Y cuando en eso veo que ella se jala a la entrada principal del panteón… ya ve en las lápidas ponen floreros y ahí hay agua que cae de la lluvia y veo que la muchacha empieza a querer tomar agua de ese florero y le digo ‘¡ey!, ¡ey!, ¡párese!, ¡no haga eso!, permítame voy a comprar unos refrescos y le invito’.
“Voy por el refresco y le traigo también unos tacos y (la joven) empezó a comer tranquilamente, yo terminé de pintar. ‘¡Me llamo Gloria de la Cruz!’ “En eso llegó mi hija y le digo: voy a llevar la pala, y lo que traigo aquí, el machete y voy a meterlo al carro. Bueno, pues mientras mi hija se quedó ahí, y la muchacha seguía sentada.
“Llego al carro, meto todo y vuelvo a salir y le digo a mi hija, ‘bueno, pues ya vámonos’; cuando en eso veo que se levanta la muchacha y me pregunta: ‘¿Usted cómo se llama?’ “- Yo me llamo Jorge. ¿Y usted cómo se llama? “- Yo me llamo Gloria de la Cruz
“- ‘Ok, me da gusto conocerte Gloria’. Y ella se encaminó más o menos unos 20 o 30 metros delante de mi, cuando en eso yo salgo a la puerta del panteón y mi carro estaba en frente, y había una calle larga y no la veo para donde agarró. Revisé por debajo del carro (no se metió por aquí) y nada. Mi hija también me preguntó: oye papi a dónde habrá agarrado. No sé hija.
“Oye se me olvidó la espátula, voy a buscar la espátula a la bóveda (le repito se llamaba Gloria de la Cruz) y me jalo a la bóveda, y la espátula estaba en la otra bóveda de a lado, ahí la había yo dejado parece (que no creo).
¡Sorpresa, señor!, veo la bóveda de a lado y tenía el nombre de Gloria de la Cruz. Me quedé… no supe qué hacer. Lo que me sorprendió, su amabilidad y educación (a pesar de su aspecto)”, concluyó.