Nuestro lector, Raúl Rodríguez Padrón, nos refiere un aterrador encuentro sobrenatural ocurrido en pleno corazón de la ciudad de Villahermosa, hace ya algunos años.
"Trabajando como gerente en una zapatería en el Centro de Villahermosa, en la Calle Madero casi llegando a Avenida Méndez, justo donde paraba el transporte de combis, estaba la casa de Doña Rosita Cortina, la única víctima oficial de la gran inundación del 2007.
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"La dama, muy seguido llegaba a Tienda Del Sol a surtirse de artículos de belleza y cosméticos; llamaba mucho la atención, ya que era muy platicadora, sonriente y siempre lucía muy bien maquillada.
"Cuando llegaba preguntaba por mí, y si no estaba yo en el piso de venta, bajaba a atenderla, robándole unos minutos al diario trajín de mi jornada laboral.
"Siempre llevaba su pelo corto muy bien peinado, semejando un copo de nieve gigante en su cabeza, tan firme que ni el ventarrón más fuerte la despeinaba.
Una noche, ya para cerrar la zapatería, vimos que había un último cliente quien se encontraba en estado inconveniente, al cual atendían los empleados, mismos que se fueron despidiendo conforme se hacía tarde.
Yo, centrado en el corte de caja y resguardo de valores, quedé solo, después de que el último empleado daba el portazo a la cortina con un:
-¡Hasta mañana, Jefe!
"Una vez que terminé dejando todo en orden, me dispuse a bajar el interruptor general de luces y energía eléctrica que se encontraba a unos 15 metros de la cortina y la calle, para lo cual, en días normales atravesaba el pasillo central en plena oscuridad, guiándome sólo por la luz que se filtraba por debajo de la cortina.
"Pero esa vez, justo al quedar en plena oscuridad en la planta superior que era un mezanine de madera, se escucharon pasos muy fuertes y pensé:
-¡Es el último cliente, el que andaba borracho!
"Pensé que de seguro se había escondido para asaltar, por lo que empecé a correr en la oscuridad, trastabillando con los exhibidores. Claramente escuché pisadas fuertes que incluso cambiaron de tono al pasar del piso plano a los escalones de madera, corriendo como si fuera de punta en un maratón.
"Los pasos se acompañaban de una respiración agitada, la escuchaba muy fuerte. Sin querer voltear atrás, yo corrí a todo lo que daba. Aquel pasillo nunca me pareció tan interminable, sentía el ruido de las pisadas que estaban ya justo detrás de mí. Caí como si estuviera barriéndome para llegar al home en un partido de beis. Alcancé la puertecilla que daba a la calle. Al estar fuera, di tal portazo que todos cuantos esperaban su transporte voltearon a verme, como con cara de ¿Y éste?.
"Por la prisa de mi "huida", olvidé recoger las llaves con las que cerraría la zapatería por fuera. Fui a otra zapatería de la misma cadena para la que trabajaba, que estaba a un par de cuadras de ahí. Le platiqué al gerente lo que me había sucedido, y le dije; ahorita que vayamos a abrir (ya que teníamos llaves mancomunadas), me acompañas y entramos a revisar para ver quién me persiguió y se quedó encerrado...
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"Al regresar, a mi compañero como que le dio "mello", y me dice: mira, te ayudo para que saques tus llaves y puedas abrir mañana. Entré y las tomé del lugar secreto cerca de la cortina, y entonces le digo; ¿no vas a entrar para que veamos quién se quedó encerrado? Y me contesta: no mira, mejor vamos a dejarlo encerrado y en la mañana que abramos, ya con claridad ahí lo agarramos. Obvio, su cara y gesto me decía que tenia miedo a lo desconocido.
"Al día siguiente, abrimos. Antes de hacerlo tomamos unos tubos que igual teníamos cerca de la cortina para cualquier emergencia. Cuál fue nuestra sorpresa que hicimos un recorrido y no había persona alguna dentro del lugar.
"A quienes les conté lo sucedido, me dijeron que lo más seguro era que se trataba del espíritu de doña Rosita, quien murió en circunstancias misteriosas. Se dice que a ella ya la habían evacuado por la inundación de 2007 y que regresó por el tesoro acumulado de toda su vida. Se dice que cuando entró a su casa, unos la siguieron para robarla; luego fue encontrada flotando, degollada. Otros dijeron que tenía el cuello abierto por el cristal de un cuadro que se encontró en el lugar, y muchas cosas así. Parece que el inmueble o el negocio eran de su propiedad, no sé. Decía el personal que cuando se quedaban de noche a inventario los espantaban, que veían sombras, escuchaban ruidos y pasos en las escaleras, y así. Pero yo, yo sólo rezo por el eterno descanso de doña Rosita”.