Tabasco, desde épocas prehispánicas siempre ha sido un lugar acuático y húmedo, cruzar ríos, lagunas y pantanos ha sido una labor con la que el tabasqueño aprendió a convivir y, sobre todo, a respetar.
En ese contexto, los pueblos chontales de Tabasco, se vieron en la necesidad de comunicarse por medio de rutas marítimas y fluviales que fueron conociendo a la perfección, pues para los chontales, el medio acuático como un río, un lago o un arroyo, es el habitat de las antiguas deidades acuáticas que rigen y equilibran el universo, por ello en algunas zonas consideran al río o laguna, un lugar mágico y mítico, que lo mismo puede dar sustento y vida al propiciar alimento, así como tragedia, destrucción y muerte cuando se desbordan.
Por esa razón, los antiguos chontales, idearon construir artesanalmente, un artefacto que, para muchos, es el único medio por el cual, podían tener acceso y contacto con el agua, el Cayuco.
Aj Jukub en lengua yokot´an, es como lo conocen los pueblos chontales de Tabasco al cayuco, sus construcciones mencionaban los ancianos chontales de Quintín Arauz y Vicente Guerrero en Centla, era ir a pedir permiso al yumka´ (dueño de la tierra) para que autorizara derribar el árbol (caoba, cedro, ceiba, mango, etc.), para ello se llevaba una ofrenda y se dejaba al pie del árbol a cortar, ahí en lengua yokot´an, el ajts´a´taya o chaman yokot´an, solicitaba permiso y pactaba ciertos términos con el yumka´, para que, como lo mencionamos, se derribara el árbol.
Una vez autorizado el permiso, el cayuquero o artesano, podía derribar en la respectiva luna, el árbol elegido y se empezaba a elaborar el cayuco, indicaban los viejos chontales que con hachas filosas se escarbaba el tronco para darle forma, cuando existían grandes selvas en Tabasco, era común encontrar enormes arboles de gran tamaño donde se podían elaborar enormes cayucos de gran tonelaje y longitud, tal vez de estos cayucos fueron los que vieron los conquistadores hispanos a su llegada a las costas de Centla hace más de 500 años, donde según crónicas de la época que escribieron los conquistadores, navegaban por el gran río de Tabasco (Grijalva), enormes canoas con “indios” armados dispuestos a darles guerra a los soldados de Hernán Cortés en la legendaria Batalla de Centla.
Una vez terminado de formar el cayuco, se le untaba de chapapote que el mar arrojaba en los litorales tabasqueños, y este servía como impermeabilizante, su duración oscilaba según la madera y el cuidado, entre 3 y 25 años, y antes de echarlo al agua, de nuevo se invitaba al el ajts´a´taya o chaman chontal, para que suplicara al yumja´o dueño del agua, permitiera la intromisión del cayuco a las aguas, pues de no pedir permiso, el dueño del agua se enojaría por esa profanación y maldeciría al cayuco, provocando enfermedad o incluso la muerte de o de los ocupantes, estos tratados o pactos con las deidades del agua y del monte, casi se ha extinguido en su totalidad en la etnia yokot´an.
El cayuco era entonces, una extensión del hogar, parte del patrimonio familiar del tabasqueño, los principales asentamientos de Tabasco que primero fueron pueblos y hoy son ciudades, estaban a las orillas de los ríos, con el cayuco, el tabasqueño se podía comunicar con otros pueblos, ir a la pesca, comerciar carbón, leña, animales domésticos, etc., y sobre todo, hacerle frente a las inundaciones que año con año sufría y resistía.
Para muchos ancianos chontales, los más viejos que aún sobreviven en algunas comunidades, recuerdan con tristeza los antiguos cayucos de madera, la que se elaboraban artesanalmente, no como los de ahora, dicen con amargura, los que son de fibra de vidrio, de plástico, los que da el gobierno o los políticos en campaña, esos ya no sirven más que para engañar al pueblo.
En tiempos actuales, en que la modernidad y la tecnología modifica y distorsiona la vida de las nuevas generaciones de tabasqueños, se cree que el mundo moderno esta en las ciudades y no en las comunidades rurales ni en el campo., allí en la ciudad, en la selva de acero y concreto no hay paso ni cobertura para antiguas creencias indígenas o chontales, los mitos y leyendas sobre deidades del agua, del pantano y la selva se extinguen entre el Facebook y el internet, sin embargo y por pura ironía, el hombre de la ciudad es el que sufre más de hidrofobia, pues al caer las lluvias y crecer el nivel de los ríos, ve con amargura y tristeza la amenaza del agua que llega y se introduce como un huésped inesperado e inoportuno a sus casas, entonces por inercia o instinto de supervivencia, recuerda y busca en lo profundo de su alma o corazón, un antiguo salvo conducto que siempre está en espera de ser utilizado como lo hacían los antiguos chontales de Tabasco: El Cayuco.
CRÓNICAS DESDE EL MAIZAL / POR EL HISTORIADOR Y CRONISTA YOKOT´AN DE CENTLA PLÁCIDO SANTANA HERNÁNDEZ
Con la colaboración de www.detabascosoy.com