En una comunidad muy apartada de la ciudad hace poco más de una centuria sucedió un evento espeluznante. Ni siquiera el catolicismo había permeado en esa localidad alejada del mundo, por lo que la hechicería era conocida por muchos, pero practicada por algunos cuantos, entre estos últimos se encontraba una anciana, que a decir de algunos era muy buena en esos menesteres pues con mucha facilidad hacia sortilegios con los cuales modificaba el destino de la gente, así como realizar hechizos y lanzar maldiciones. No eran pocos los que la visitaban.
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En esa pequeña comunidad compuesta por escasos pobladores en su mayoría supersticiosos que junto con el rencor, el deseo de venganza y odio son llevados a hacer inconcebible es que tiene lugar esta cruel historia.
Cuentan que un día la bruja salió al encuentro de una joven encinta que regresaba a su casa después de haber ido a que la revisara la comadrona de la comunidad, se le acercó con una leve sonrisa y le dio un abrazo:
-Mira hija-dijo la hechicera -te propongo algo, si tu quieres puedo ayudarte con tu bebecito ahora que des a luz, de verdad lo vas a necesitar.
Gracias por ofrecerme su ayuda- dijo la muchacha con algo de miedo y decidida a continuar su camino. Al notar temblor en las palabras de la chica supo que era el momento de decirle la verdad de porqué la había detenido a mitad del camino.
-El hijo que traes en tus entrañas es especial, no es como los demás niños, tiene un don, tu no lo puedes comprender, pero yo sí, me lo tienes que entregar al nacer; te prometo que no te vas a arrepentir.
Sorprendida totalmente por lo que acababa de escuchar dijo la joven muchacha de forma categórica: -¡No señora, cómo cree usted que le voy a regalar a mi hijo, cómo se atreve a pedirme algo así, por favor no vuelva a acercarse a mí!
La negativa enfadó tanto a la vieja bruja que ya no insistió más, solo lanzó una amenaza. ¡Te vas a arrepentir! A partir de ese momento la joven embarazada no halló sosiego, todos los días retumbaban en sus oídos las palabras de la bruja y no sabía cómo proceder, tampoco tenía el apoyo del esposo que trabajaba en un aserradero y no llegaba todos los días.
A los siete meses de gestación la futura madre estaba afuera de su casa, era una tarde calurosa y mientras arreglaba las plantas que había sembrado, de entre los arbustos salió una culebra, incapaz de moverse por el miedo, la mujer sintió como la culebra subió hasta su vientre, lo rodeo y después se fue. La joven aterrada, se levantó rápidamente y se encerró en su casa a llorar sin hallar consuelo. La venganza de la bruja se había consumado.
Faltando pocos días para completar los nueves meses, la joven dio a luz a un varoncito, a diferencia de todos los bebés, este tenía el iris del ojo en forma de óvalo como el de los reptiles. A pesar de eso el niño fue creciendo de manera normal, pero al cumplir cinco años comenzó a sufrir una rara enfermedad que le fragilizaba los huesos y se le rompían, durante muchos días tuvo que permanecer en cama. Un día cuando la madre le preguntó que cómo se sentía, él le respondió ⟪estoy como un santo cristito⟫, su mamá no le dijo nada, pero se asombró, mucho de la respuesta nadie hablaba de ello y no sabia en donde lo pudo haber escuchado la creatura.
La joven madre tuvo que esperar a que su esposo tuviera unos días de asueto para ir a la comunidad más cercana para consultar a una curandera, al revisar al niño ésta quedó anonadada y de inmediato reconoció el hechizo que le habían hecho, les dijo que era muy fuerte y era muy probable que el niño permaneciera así hasta su muerte, pero que ella no se quedaría con las manos cruzadas e intentaría deshacerlo. Tomó algunos elementos que tenía en una bolsa negra y formó un medallón que colgó en el cuello del niño y les dijo que por nada del mundo se lo quitaran, si funcionaba tal vez lo protegería de toda maldad.
Por un tiempo el niño comenzó a sentirse mejor, pero la felicidad le duraría muy poco, a los siete años por las noches y sin que nadie se diera cuenta, el niño salía de su habitación. En una ocasión su mamá fue a verlo en la madrugada, cuando se percató que el niño no estaba en su cama, a la siguiente noche ya alarmados le pusieron seguro la puerta; pero no funcionó porque seguía saliendo, entonces le amarraron un pie a una de las patas de la cama y tampoco eso logró detener al niño, lo cambiaron de habitación, lo llevaron a un cuarto con paredes altas donde la única forma de salir era por la puerta donde hacían guardias para acompañarlo, pero nada lo detenía, pues al papá se dormía el niño salía de la habitación, la puerta permanecía con los seguros intactos y a pesar de sentirse mejor aún estaban frágiles sus huesos, por lo que imposible escalar paredes.
En una de tantas noches, lo buscaron hasta el amanecer, pero no encontraron el menor rastro del infante. Iban a dar las cinco de la mañana, los hombres regresaban cansados y desvelados de la búsqueda frenética cuando vieron al niño sentado bajo un árbol de lima cerca de la casa.
Cuando le preguntaron dónde se había metido dijo que estaba jugando con un amigo y que había permanecido ahí casi toda la noche. -¡Yo te busqué en este árbol y no había nada, nunca te vi! - dijo el papá. -¡Ahí estaba!, Yo si los vi a ustedes, pero mi amigo me decía que no les hablará porque si no yo iba seguir jugando.
-¿Y quién es tu amigo?-Preguntó el papá. - Se llama Pichi-Toloque-Lima. Las palabras del niño calaron en los más hondo de los ahí presentes, que no pudieron evitar sentir la piel de gallina al escucharlo.
Sin más que decir; rápido metieron al niño a la habitación con el temor de que esa noche sucediera lo mismo, pero la noche que acababa de pasar sería la última en que ayudado por un espectro salía de su casa porque nuevamente se enfermó.
Dos semanas después de aquel macabro episodio el niño mejoró mucho, ya podía valerse por sí mismo y salir a jugar. La gente dice que todo esto no fue casualidad, una tarde cuando se encontraba divirtiéndose con sus amigos -lamentablemente pasó lo que la curandera le había aconsejado que no hicieran- uno de ellos que por cierto le apodaban "el diablo" -precisamente por lo maledicente y agresivo- sujetó por el cuello al pobre niño y a la fuerza le desprendió el amuleto se echó a correr hasta un pozo construido a ras de suelo donde tiró el talismán, tristemente ya no lo pudieron rescatar.
Desde ese momento el niño comenzó a enfermar hasta llegar al grado de quedar postrado en cama, ya era imposible moverlo, porque al más mínimo movimiento sus huesitos se quebraban, a los tres días murió. Hoy en día los vecinos de aquel lugar cuentan que si durante la noche pasan cerca de ese árbol de lima, aún puedes escuchar la risa del niño jugando.