El uso de ponchallantas en Tabasco y otras regiones de México ha sido un tema de creciente preocupación. Este simple pero efectivo artefacto, diseñado para dañar neumáticos de vehículos, es utilizado por delincuentes para obligar a los conductores a detenerse y luego perpetrar robos o secuestros.
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La naturaleza rudimentaria de estos dispositivos, fabricados con varillas de metal afiladas y dobladas, permite que sean fácilmente producidos y distribuidos entre grupos criminales.
Origen histórico de los ponchallantas
El concepto detrás de los ponchallantas se remonta a los antiguos abrojos o tribulus, utilizados como armas defensivas en batallas romanas y medievales. Estos artefactos consistían en clavos afilados dispuestos de tal forma que, al caer al suelo, al menos una punta siempre quedaba hacia arriba, lo que los hacía efectivos para desestabilizar caballería enemiga.
Los romanos los lanzaban en grandes cantidades para causar estragos entre las tropas adversarias, una estrategia que demuestra la adaptabilidad y la ingeniería militar de la época.
Los tribulus, que deben su nombre a la planta tribulus terrestris, han sido utilizados a lo largo de la historia por diferentes culturas, incluyendo a griegos y chinos, como medidas defensivas. Sin embargo, en la actualidad, su versión moderna los ponchallantas ha sido desviada de su uso original y se emplea principalmente en el contexto del crimen organizado.
La fabricación de un ponchallantas es económica y accesible, costando menos de 10 pesos cada uno. Los delincuentes los producen en grandes cantidades utilizando materiales como varillas de acero o alambrón, lo que les permite esparcir estos dispositivos en avenidas y carreteras.
Esta táctica no solo pone en riesgo a los conductores, sino que también afecta la seguridad pública, haciendo que muchos se sientan vulnerables al transitar por áreas donde estos dispositivos son comunes. Los ponchallantas se han convertido en una herramienta que no solo perjudica a automóviles particulares, sino que también interfiere en la operativa de autobuses de pasajeros y camiones de carga.
Una vez que un vehículo queda varado, los delincuentes se aprovechan de la situación para asaltar a los ocupantes, generando un clima de miedo y desconfianza en la población.
Algunos estados han comenzado a modificar sus leyes para sancionar el uso de ponchallantas. Sin embargo, la implementación de estas leyes y la capacidad de las autoridades para hacer cumplirlas es un desafío constante. La lucha contra este tipo de delincuencia requiere un enfoque integral que no solo incluya acciones punitivas, sino también estrategias preventivas y de concienciación entre la población.
La evolución de los ponchallantas desde su uso como armas defensivas en la antigüedad hasta su actual utilización por grupos criminales es un reflejo de cómo herramientas simples pueden ser adaptadas para fines perjudiciales.
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Para contrarrestar este fenómeno, es esencial que las autoridades y la sociedad civil trabajen de manera conjunta en la implementación de políticas efectivas que aseguren la protección de los ciudadanos y la seguridad en las vías de transporte. La historia nos enseña que la adaptación y la innovación pueden ser tanto un aliado como un enemigo, y en el caso de los ponchallantas, el desafío es grande.