Un niño que jugaba en los alrededores de la Laguna de las Ilusiones desapareció o se ahogó en este cuerpo de agua, hecho que sucedió a principios del siglo XX; aunque este relato no precisa que le sucedió al menor ya que la tradición oral por un lado sostiene que se lo llevó la corriente y otra simplemente que se le perdió el rastro, hay quienes aseguran ver su espíritu deambular por las colonias Lindavista y Rovirosa.
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Los que cuentan esta tragedia señalan que sucedió exactamente en un playón que estaba atrás de lo que hoy es el Hospital de Pemex.
La muerte del infante es un misterio, pero es a partir de ella que la realidad le da paso a la leyenda, matizada muchas veces con lo que cuenta la gente. Siguiendo esta delgada linea, construida por las percepciones de los que dan como cierto el suceso y aquellos que se acomodan en el enfoque de la incredulidad, hay quienes afirman escuchar los pasos del pequeño, por lo regular cerca o después de la medianoche.
El deambular de esta alma llega hasta el vaso Cencali, cuentan habitantes de las demarcaciones antes mencionadas. Los más creyentes al escuchar los pasos se ponen a rezar, ya que la sola presencia de la entidad provoca en algunas personas un escalofrío.
Otros señalan que la presencia del espíritu se manifiesta con el sonido de maderas golpeando el pavimento de las calles; pues llega montado en un caballo de madera. Además, el niño siempre está acompañado por un grupo de mujeres rezando, las cuales oran conforme van avanzando.
Estas apariciones pocos las han visto, sin embargo los que se toparon con ellas les dejaron un recuerdo imborrable y les cuentan a sus familiares o conocidos la experiencia a manera de advertencia que hay un más allá.