Nieves Martínez Reyes es socióloga, madre de dos menores de edad: Damián de 14 años de edad, y Nieves de apenas 7 años. Dedicada a apoyar a madres de niños con alguna condición especial, Nieves enfrentaba una etapa difícil en su vida, debido al proceso de su hijo, quien padece el Síndrome Motor Tics, que produce movimientos involuntarios, muy similar al síndrome de Gilles de la Tourette, aunado a otras cuestiones de tipo personal.
Damián llevaba terapia de lenguaje en un centro de rehabilitación, pero para mejorar su condición el neurólogo le recomendó llevar una terapia ocupacional. Fue en este proceso en el que un suceso inesperado ocurrió. Un ave llegó a la vida de Nieves y Damián, lo que marcó una parte clave en su rehabilitación.
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Nieves compartió en exclusiva con El Heraldo de Tabasco cómo ocurrió el singular encuentro, y todo lo que representó en su vida: "Me encontraba con mis hijos en el patio de adelante. Nosotros vivimos en una zona donde hay demasiada vegetación, muchos árboles. Estábamos precisamente limpiando las matas de guanábana cuando de repente el transformador hizo como una chispa, hizo un sonido feo.
"Inmediatamente nosotros dijimos, ¿qué está pasando? ¿Un cortocircuito o algo? Nos espantamos también. Le dije a mis niños, métanse a la casa por seguridad. Yo les hablo por cualquier cosa que haya un corto o algo.
De repente el transformador dejó de echar chispas y de hacer ruido, y en ese momento Nieves se percata de que algo cae, por lo cual le pide a Damián las llaves del portón para salir a averiguar qué ocurría.
"Salimos y vimos que estaba esta ave. Y nosotros pensamos, ¿qué tipo de animal es? Si es un halcón, si es una aguililla, no sabemos. Lo que nos importó fue darle auxilio. Lo primero que pensamos fue, vamos a ayudarla. Porque tuvo una descarga el animalito".
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Acto seguido, Nieves comenzó a soplar el pico del ave para que no muriera; sus plumas sacaban humo y "olía tipo ave rostizada", comentó. "Entonces nosotros le acudimos, le empezamos a soplar, le empezamos a hacer como una camillita en trapos, y logramos meterlo a la casa, en lo que Damián conseguía el botiquín que yo le pedí, cremas, azulín, ahora sí que algodón, usamos igual agua oxigenada, y empezamos a limpiar al animalito. Y tratábamos de no moverle tanto su alita porque se quejaba, lloraba. Pero nunca hizo por picarme, o por irse, o por lastimarme con las patas", narró.
En ese momento, la pequeña familia se enfrentó a un predicamento: Qué harían con el ave: "Recordamos que tenemos una jaulita que se compró para nuestros perritos, cuando eran cachorros, y pues ahí quedó. Le hicimos como una camita adentro de lo que es la jaula", señala.
La socióloga explicó que tenía una perra de raza Pitbull de nombre Kenia, quien lejos de atacar al aguililla, también se sumó a sus cuidados y atenciones. Después para alimentarla recurrieron al internet para saber qué le podían dar de comer que no le hiciera daño. "Y decía el internet que comen culebras, que comen ratones, que comen insectitos, ¿y nosotros qué les damos? Y buscaba yo maíz para pollos, porque igual tenemos pollitos, y le damos maíz, le doy masa, agüita; la cargaba como un bebé y le daba de comer".
Al cabo de unos días aparecieron dos culebras dentro de su vivienda, al tiempo que se escuchaba un ave gritar, y en respuesta el aguililla hacía lo propio. "Dije, Dios mío santo, ¿y ahora cómo le voy a hacer para sacar a esas culebras? Y con el miedito así, tratando de sacar a esos animales, pero de repente yo sacaba, y de repente como que en la misma casa, en la misma ventana, me las volvían a aventar".
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Nieves asegura que cada día aparecían esos pequeños reptiles lastimados en su casa, como si otra ave se las fuera a dejar. Luego, cuando este pájaro dejó de llevarle comida al aguililla, tuvieron que darle otro tipo de alimentación. "Lo que hacía yo era comprarle, pues, las menudencias del pollo, lo mantuvimos con puros cueritos de pollo. Lo mantuvimos con un poco de masa, verduras, verduras, maíz, a lo que nos daba entender qué cosa era lo que ella podía comer".
Una terapia ocupacional para Damián
Todo este proceso de atender al ave que llegó fortuitamente a sus vidas para que sobreviviera, sirvió como una terapia ocupacional para Damián, gracias a lo cual finalmente logró controlar el trastorno neurológico que padece, y actualmente es totalmente funcional.
"Mi hijo llevaba terapia de lenguaje en el centro de rehabilitación, y el neurólogo orientó que llevará terapia ocupacional; entonces, el ave fue una terapia ocupacional para mí hijo, ya que se dedicó a darle de comer, limpiar y tratarlo con pomadas curativas, le puso una tabla con algodón en la pata y ala, y le daba sus medicamentos".
Al cabo de unos meses, el aguililla comenzó a pararse y a cantar más bonito; fue tal la conexión afectiva entre el animal y Nieves, que cuando sintió que estaba lista para emprender el vuelo se lo expresó, dándole a entender que ya no quería que la cargara como bebé, sino que la colocara sobre su brazo.
Sin embargo, en sus primeros intentos no logró volar, por lo cual le dieron cierta terapia de recuperación con masajes dados con pomadas relajantes, así como la sacaban al patio para que se ejercitara.
Hasta que finalmente llegó el día: "Ella nos cantó bonito y me acarició mi cabeza y con el pico la frente, la cara, todo. Muy agradecida. Y ya fue donde nosotros dijimos ya es momento, vamos a sacarla, abre el portón, vamos a llevarla a un lugar en donde haya muchos árboles".
Un ave agradecida
Una vez liberada, el ave llega con frecuencia a visitar a sus rescatistas y les muestra su afecto y agradecimiento.
"Pasó un mes después y me encontraba yo lavando ropa. Eran como las ocho y media de la mañana. Estaba lavando ropa, pero se me ocurrió tender, y donde estaba yo tendiendo me empieza a cantar el ave. Luego regresaba como unos ocho días después. Me cantaba y pasaba arriba de mí, aleteaba sobre mí, cantaba y luego me supervisaba".
Nieves señala que con el tiempo, el aguililla encontró pareja, y desde su hogar escuchaba sus cantos, "y luego los vi volar con sus hijos. De ahí ya no la volví a ver, no tarda y regresa", acotó.
Un enviado de Dios
La profesionista comentó que la llegada del ave coincidió con una época difícil en su vida: "Mi hijo Damián pasaba por momentos de síndrome motor tics, casi tipo Tourette, donde yo tenía que llevarlo a terapias y esa ave era como una terapia que Dios nos mandó, una terapia ocupacional.
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"Entonces, al ver que Dios en estos momentos así nos manda un ser al cual logramos salvar y rescatar, posteriormente mi hijo luego empezó a mejorar, a controlar el síndrome y es funcional totalmente, y mi ave regresó en un mes de julio, en una época de las Olimpiadas del Conocimiento", las cuales, dicho sea de paso, ganó.
Hasta la fecha, el ave sigue llegando a visitar el hogar de Nieves, y cuando ella o sus hijos atraviesan por malos momentos, llega a consolarlos con sus cantos y abrazos con sus alas. "Pero esta ave marcó algo de nuestras vidas: Esperanza y volver a nacer en vida", concluyó.
Con información de Carmen Ravelo