No era ni por mucho la primera vez que Tabasco se inundaba con una persistencia implacable, casi bíblica. Pero esta vez nadie creía que la catástrofe iba a volver a ocurrir, y menos que lo haría con tanta rapidez e intensidad.
Y sin embargo, lo impensable pasó.
A lo largo de todo aquel año la presa Peñitas estuvo funcionando a un 30 por ciento de su capacidad. Lo grave ocurrió cuando las lluvias torrenciales, que según la Comisión Nacional del Agua (Conagua) alcanzaron los 250 milímetros en promedio, se combinaron con la decisión del Comité para el Manejo de Presas el Alto Grijalva, que a las 08:00 horas del 29 de aquel mes autorizó la extracción de 2 mil metros cúbicos por segundo.
Más tarde, las autoridades adujeron otras causas extraordinarias; un sistema de ríos que llevaba años sin dragar y dos clases de marea “taponando” hidráulicamente 60 centímetros de la desembocadura de estos en el mar; la marea lunar, causada por efecto de la luna llena, y la “marea de tormenta”, que es la subida del nivel debido a los vientos.
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Según el Servicio Meteorológico Nacional (SMN), desde el 12 de octubre la presa ya estaba llena. Del 19 al 25 de octubre, las autoridades tabasqueñas recibieron quince alertamientos de lluvias extraordinarias; el 25 de octubre la presa estaba a 89.14 metros, tan sólo a cuatro metros de su nivel máximo extraordinario (NAMO).
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Ese mismo día, el gobierno del estado de Tabasco recibió el reporte de alerta por lluvias intensas provocadas por los frentes fríos número 4 y 5 para el 28, 29 y 30 de octubre. Inexplicablemente, aguas arriba, en el sistema de presas, siguió la turbinación de 476 mil litros por segundo en promedio.
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Los efectos de las primeras lluvias del día 27 y 28 se dejaron sentir, y para el 30 de octubre (4), los niveles de la presa alcanzaban los 90.06 mts. Unos tres metros por encima de su máximo nivel, por lo que la CFE decidió abrir las compuertas y soltar 2 millones de litros de agua por segundo. En unas horas, la mayor parte del agua desalojada de golpe por la presa Peñitas descendió por los ríos Carrizal y Samaria hasta Villahermosa; rompió los endebles bordos y dejó gran parte de la ciudad sumergida bajo dos, cuatro y hasta 6 metros de profundidad.
Los ingredientes de la tragedia fueron la naturaleza implacable, la negligencia oficial y los años de atraso en materia de obras destinadas a proteger a la población de posibles inundaciones.
Sin embargo, aquel día, la historia de un drama de grueso calibre provocado por la negligencia, la falta de infraestructura estratégica y la corrupción, apenas comenzaba.
* Tomado del libro "2007: Tabasco bajo el agua", del escritor Ángel Vega