/ jueves 31 de octubre de 2024

La Nöwayomo: La leyenda tabasqueña más terrorífica que La Llorona

Esta es una de las leyendas más antiguas de México que nace en el municipio de Teapa, Tabasco

En el municipio de Teapa, en el popular barrio de El Mure, en la intersección de las calles Ing. José N. Rovirosa y Anastacio Luque, se encuentra una fuente de agua con una leyenda emblemática más terrorífica que “La Llorona”.

Durante años, esta fuente fue un punto de encuentro social para las mujeres que acudían a lavar ropa en las bateas colocadas frente a una capilla dedicada a la Virgen de Guadalupe, construida en este espacio de convivencia a principios del siglo XX. Sin embargo, este sitio tiene una historia que se remonta a tiempos prehispánicos impregnada de misticismo.

El Mure, fuente que se construyó en el ojo de agua a principios del XX donde se colocó una Virgen de Guadalupe. Foto: Cortesía

El municipio de Teapa, que recibió su nombre del náhuatl Teapan, originalmente formó parte de una provincia zoque que se llamaba Tzono mo antes de ser dominada por los tres cimatanes (habitantes de los pueblos Cimatán, Cunduacán y Cuaquilteupa), que tenía bajo su yugo los poblados de Nicapa, Magdalena Colpitan, Ixtapangajoya, Pichucalco, Tapijulapa, Tacotalpa, Oxolotán y Tecomaxiaca.

Teapan era un centro comercial vital, con mercados abiertos a pueblos cercanos y rutas de comercio que se extendían a Chiapas, el Altiplano Central de México, Honduras y Guatemala.

Lee más: Día de Muertos busca mantener vivos los altares Yokota’n

En la cosmovisión de los zoques, los cerros y cavernas eran considerados templos naturales, entradas al inframundo, hogar de los muertos y deidades.

El manantial de El Mure que nace de un cerro era un sitio sagrado para los zoques en el siglo XVI, quienes erigieron un altar en honor a la diosa Nöwayomo (“la mujer originaria del agua”). Esta deidad, asociada con el agua, la guerra, el comercio y la vida matrimonial, jugaba un papel central en la vida cotidiana del lugar.

Se cree que en el ojo de agua había una figura de piedra de Nöwayomo, donde se realizaban rituales y ofrendas en su nombre, tomando sus aguas cristalinas de los dioses que provenían del inframundo y que pensaban que tenían propiedades místicas.

Imagen ilustrativa conceptual sobre la estatua de la Nöwayomo. Foto: El Heraldo de Tabasco

Aquí nace la leyenda que dice que si el manantial se secaba, el pueblo desaparecería. Además, se creía que cualquier extranjero que bebiera de sus aguas se quedaría a vivir para siempre en Teapa, idea que se volvió una conseja que perdura hasta nuestros días en la comunidad local.

Con la conquista española, los lugares sagrados zoques fueron transformados en sitios malditos. Los soldados confiscaban sus ídolos y los rituales se tuvieron que volver clandestinos.

El lugar se volvió una zona desolada donde los indígenas adoraban en secreto a su diosa, pero cuando eran sorprendidos escapaban por el ojo de agua que tenía comunicación directa con los ríos cercanos.

Lee más: Cómo hacer un altar de muertos y el significado de sus elementos

Cuando los soldados llegaban encontraban a una mujer hermosa de cuerpo seductor bañándose en la fuente del agua que los invitaba a meterse con ella, los hombres despojándose de sus ropas y sus armas sucumbían a la tentación cediendo al placer carnal, pero la Nöwayomo les guardaba una terrorífica sorpresa con su vagina dentada que cuando mordía se transformaba en una gran víbora que no dejaba escapar a sus víctimas ahogándolas.

Pasaron 300 años de dominio español con el sitio inalterado, convirtiéndose en un lugar cargado de sobrenaturalidad formándose la leyenda de la Nöwayomo, también conocida como Tisigua, Tishanila, Siguanaba o Llorona, pero con un contexto histórico diferente, que se describía como una bella mujer y escultural que atraía a los hombres transformándose en víbora cuando la tocaban, para luego perderlos por siempre, devorarlos o ahogarlos dejándolos sin ojos y con un rostro petrificado de miedo.

Lee más: Memento Mori: Una exposición que celebra el arte y la cultura mexicana en CEIBA

Entre 1810 y 1815, se habla de avistamientos de la Nöwayomo, asociada con una peste que diezmó la población. En 1834, un segundo brote fortaleció su leyenda que se fue diluyendo con el paso de las décadas, que de acuerdo a la tradición oral, se paseaba desnuda en el ojo de agua o en los márgenes de los ríos cercanos que también se hacía pasar por la novia, esposa o amante, de los descendientes de los indígenas que la habían olvidado.

Fue hasta finales del siglo XIX que se construyeron calles que formaron un esquina en esta fuente cristalina y un altar dedicado a la Virgen de Guadalupe, posiblemente para santificar el lugar y alejar a la diosa vengativa.

En El Mure se congregaban mujeres del barrio para lavar ropa. Foto: Cortesía

El Muro que se construyó para detener el paso del arroyo que nacía del manantial, con el paso de los años se conoció como El Mure, donde las mujeres que llegaron a habitar el nuevo barrio lavaban ropa en las bateas desconociendo la mayoría la historia del antiguo centro ceremonial, y quizás, lavando junto a la Nöwayomo que esperaba pacientemente a alguno de sus hombres, en la soledad del lugar.

Con información del Lic. Eddy L. González Jiménez, historiador, y del artículo “Ritual de invocación a deidades ancestrales zoques” de Laureano Reyes Gómez.

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En el municipio de Teapa, en el popular barrio de El Mure, en la intersección de las calles Ing. José N. Rovirosa y Anastacio Luque, se encuentra una fuente de agua con una leyenda emblemática más terrorífica que “La Llorona”.

Durante años, esta fuente fue un punto de encuentro social para las mujeres que acudían a lavar ropa en las bateas colocadas frente a una capilla dedicada a la Virgen de Guadalupe, construida en este espacio de convivencia a principios del siglo XX. Sin embargo, este sitio tiene una historia que se remonta a tiempos prehispánicos impregnada de misticismo.

El Mure, fuente que se construyó en el ojo de agua a principios del XX donde se colocó una Virgen de Guadalupe. Foto: Cortesía

El municipio de Teapa, que recibió su nombre del náhuatl Teapan, originalmente formó parte de una provincia zoque que se llamaba Tzono mo antes de ser dominada por los tres cimatanes (habitantes de los pueblos Cimatán, Cunduacán y Cuaquilteupa), que tenía bajo su yugo los poblados de Nicapa, Magdalena Colpitan, Ixtapangajoya, Pichucalco, Tapijulapa, Tacotalpa, Oxolotán y Tecomaxiaca.

Teapan era un centro comercial vital, con mercados abiertos a pueblos cercanos y rutas de comercio que se extendían a Chiapas, el Altiplano Central de México, Honduras y Guatemala.

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En la cosmovisión de los zoques, los cerros y cavernas eran considerados templos naturales, entradas al inframundo, hogar de los muertos y deidades.

El manantial de El Mure que nace de un cerro era un sitio sagrado para los zoques en el siglo XVI, quienes erigieron un altar en honor a la diosa Nöwayomo (“la mujer originaria del agua”). Esta deidad, asociada con el agua, la guerra, el comercio y la vida matrimonial, jugaba un papel central en la vida cotidiana del lugar.

Se cree que en el ojo de agua había una figura de piedra de Nöwayomo, donde se realizaban rituales y ofrendas en su nombre, tomando sus aguas cristalinas de los dioses que provenían del inframundo y que pensaban que tenían propiedades místicas.

Imagen ilustrativa conceptual sobre la estatua de la Nöwayomo. Foto: El Heraldo de Tabasco

Aquí nace la leyenda que dice que si el manantial se secaba, el pueblo desaparecería. Además, se creía que cualquier extranjero que bebiera de sus aguas se quedaría a vivir para siempre en Teapa, idea que se volvió una conseja que perdura hasta nuestros días en la comunidad local.

Con la conquista española, los lugares sagrados zoques fueron transformados en sitios malditos. Los soldados confiscaban sus ídolos y los rituales se tuvieron que volver clandestinos.

El lugar se volvió una zona desolada donde los indígenas adoraban en secreto a su diosa, pero cuando eran sorprendidos escapaban por el ojo de agua que tenía comunicación directa con los ríos cercanos.

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Cuando los soldados llegaban encontraban a una mujer hermosa de cuerpo seductor bañándose en la fuente del agua que los invitaba a meterse con ella, los hombres despojándose de sus ropas y sus armas sucumbían a la tentación cediendo al placer carnal, pero la Nöwayomo les guardaba una terrorífica sorpresa con su vagina dentada que cuando mordía se transformaba en una gran víbora que no dejaba escapar a sus víctimas ahogándolas.

Pasaron 300 años de dominio español con el sitio inalterado, convirtiéndose en un lugar cargado de sobrenaturalidad formándose la leyenda de la Nöwayomo, también conocida como Tisigua, Tishanila, Siguanaba o Llorona, pero con un contexto histórico diferente, que se describía como una bella mujer y escultural que atraía a los hombres transformándose en víbora cuando la tocaban, para luego perderlos por siempre, devorarlos o ahogarlos dejándolos sin ojos y con un rostro petrificado de miedo.

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Entre 1810 y 1815, se habla de avistamientos de la Nöwayomo, asociada con una peste que diezmó la población. En 1834, un segundo brote fortaleció su leyenda que se fue diluyendo con el paso de las décadas, que de acuerdo a la tradición oral, se paseaba desnuda en el ojo de agua o en los márgenes de los ríos cercanos que también se hacía pasar por la novia, esposa o amante, de los descendientes de los indígenas que la habían olvidado.

Fue hasta finales del siglo XIX que se construyeron calles que formaron un esquina en esta fuente cristalina y un altar dedicado a la Virgen de Guadalupe, posiblemente para santificar el lugar y alejar a la diosa vengativa.

En El Mure se congregaban mujeres del barrio para lavar ropa. Foto: Cortesía

El Muro que se construyó para detener el paso del arroyo que nacía del manantial, con el paso de los años se conoció como El Mure, donde las mujeres que llegaron a habitar el nuevo barrio lavaban ropa en las bateas desconociendo la mayoría la historia del antiguo centro ceremonial, y quizás, lavando junto a la Nöwayomo que esperaba pacientemente a alguno de sus hombres, en la soledad del lugar.

Con información del Lic. Eddy L. González Jiménez, historiador, y del artículo “Ritual de invocación a deidades ancestrales zoques” de Laureano Reyes Gómez.

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