Mujeres y hombres por su actividad, alguna frase o forma de vestir han dejado huella en Villahermosa, convirtiéndose en personajes inolvidables y parte de la Nostalgia Tabasqueña y aquí te presentamos 10 de ellos.
Juanita “La Pastelera”
Juana Torres Benites, mejor conocido como Juanita “La Pastelera”, “popular desde los tiempos del licenciado (Francisco) Trujillo Gurría (que gobernó de 1939 a 1942)”, señala el sitio DeTabascoSoy. Su pregón se fue haciendo costumbre entre los ciudadanos.
“Ejemplo vivo de la mujer tabasqueña por su pasión al trabajo y a la vida, su humilde pero honesto trabajo ha sido siempre el de vender pasteles de queso y crema”, cita la página web.
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Un cibernauta al referirse a ella, escribió lo siguiente: “Ohhh Dios, como olvidar a esa linda dama, muy amable, muy trabajadora y de pocas pulgas, realmente una mujer admirable y recordada por su inconfundible voz fuerte y segura (…) increíble personaje, bendiciones donde quiera que se encuentre”.
Sobre su aspecto, la Gaceta Juchimán de la UJAT señala: “Morena, chaparrita, vivaz. Llevaba cubierta la cabeza con un paliacate rojo, su mandil y su inseparable canasta de mimbre”. La revista agrega: “Ya anciana se cambió a vivir a la avenida Paseo de la Sierra, en uno de los cuartos de la famosa Concha ‘La Espiritista’.
María Garrido
Otra mujer que dejó huella en el Villahermosa urbano del siglo XX fue María Garrido, de quien la revista universitaria la describe como una señora alta con las piernas arqueadas, que los domingos se le podía ver por las calles de la ciudad con una carretilla vacía y con sombrero cubierto de flores.
Mientras que el sitio DeTabascoSoy indica que cuando algo causaba su enojo gritaba que esas cosas no sucedían en tiempos de Tomás Garrido, y tanto aludía al exgobernador, que la gente comenzó a echarle vivas a Garrido, cuando ella hablaba, de ahí su sobrenombre.
Sus últimos años los pasó en una modesta vivienda, ubicada en el callejón de Puerto Escondido, en el centro de Villahermosa. Tras perder la razón se le veía recogiendo unos moscones, grandes escarabajos que se los metía en el escote.
José “El Cieguito”
Un hombre que con su guitarra siempre cantaba el mismo tema, se ganaba unos pesos. Su nombre José, al que el populacho le agregó ‘El Cieguito’. El apodo está más que entendido del porqué lo nombraron de esa manera. Pero su ceguera no fue impedimento para que se convirtiera en un icono más de la ciudad.
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“Pasaba casi a diario por la calle Rosales tanteando su recorrido hasta la esquina”, señala el sitio DeTabascoSoy. Las calles del primer cuadro de la ciudad fueron su lugar de trabajo, donde el transeúnte escuchó al hombre cantar. Tanto lugareños como avecindados en estas tierras, lo identificaban fácilmente, y no por su ceguera, sino por el instrumento musical y un morral grande, colgando de uno de sus hombros. La vestimenta era complementada por un sombrero y pantalones doblados de las extremidades inferiores, un poco más arriba de los pies.
La amabilidad de José se terminaba cuando alguien le gritaba ‘se va acabar el mundo’, agarraba su bastón y empezaba a moverlo para todos lados, con la intención de castigar a quien había dicho la frase. “En varias ocasiones rompió los cristales de aparadores y autos”, cita el texto.
Almirante Achirica
Un personaje que dejó huella en Villahermosa fue Humberto Achirica Aguilar, quien se identificaba como “Almirante de la Real Marina Inglesa, al servicio del Almirantazgo Británico y de Su Majestad Isabel II”, así se leía en un anuncio que tenía pintado en su casa, el cual continuaba con: “Constructor de submarinos y misiles intercontinentales con alcance de 90 mil kilómetros por hora…”, señala el sitio DeTabascoSoy.
El hombre nació el 29 de mayo de 1925 y falleció el 30 de noviembre de 1981. Sobre su atuendo, el que lo distinguía del resto de los habitantes de estas tierras, era el de un marinero al servicio de la reina. “Blanco con sus galones negros en las mangas de la guerrera, su gorra con antorchas en la visera, impecablemente vestido a la puerta de su casa”.
El Chombo
Este hombre fue conocido por ser lépero; si te acercabas te insultaba, siempre andaba medio briago con su botella de zorros, y siempre gritaba: ”¡Ya llegó el padre del diablo, hijos de la tiznada!” Los chamacos decían que cargaba su botella de ‘wiskimacañón’ porque era aguardiente de marca local llamado “Mi Caña”.
Isabelo “El Duende”
El que manejaba la lancha que cruza el río Grijalva a la altura de la avenida Méndez se llamaba Isabelino García Cruz, alias “El Duende”, un hombre de baja estatura con un sombrero chontal de enorme ala ancha, por eso el apodo. Era amable, muy platicador. Iba seguido a un taller ubicado en la calle Bastar Zozaya, entre Constitución y Malecón, donde le soldaban algunas piezas del motor de su lancha.
María “La Peruana”
Doña María “La Peruana” vestía de colores estrafalariamente de colores relucientes. Quienes la conocieron decían que tenía una voz preciosa, de soprano. Era una señora chaparrita, muy bonita, que usaba atuendos elegantes, bolsas de gala, zapatillas de tacón y sombrero con flores. Cuando hacía alarde de su voz, la gente maldosa le gritaba: ¿Quién canta como una rana? ¡María “La Peruana”! Lo que le enojaba.
El Twist
El Twist tenía los ojos azules, el pelo largo y blanco, igual que la barba; casi no hablaba. Su expresión era noble angelical, inspiraba ternura; a veces, tenía cara de tristeza. Al caminar su pierna izquierda se doblaba hacia adentro. Nunca usó zapatos. Parecía que era predicador. Vendía periódicos, se mantenía en la Plazuela del Águila. Dicen los vecinos que falleció porque fue atropellado por un autobús de pasajeros, cerca del bar El Submarino.
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Ciro Morales
Don Ciro Morales vendía tacos guisados de camarón, huevo duro, de carne deshebrada, rellena con huevo y cocida con limón. Cuando muy amable preguntaba ¿de cuál quieres? Se escuchaba el golpe de la cuchara sobre la vasija, parecía que la raspaba. Al escuchar el sonido metálico, el cliente el cliente le respondía: “Sí, pero no me lo des de peltre”. Su puesto se ubicó frente al edificio Romero, a un costado de la explanada de Palacio de Gobierno.
El Picot
Este personaje vendía el cancionero Picot, que promocionaba los sabores de sal de uvas de esa marca, impreso en sepia; ahí venían las fotografías de las hermanas Águila, de Agustín Lara, Pedro Infante, de cantantes y artistas de las década de los 40 y 50. Traía letras de canciones y sus notas musicales para interpretarlas en guitarra. Incluía recetas médicas y chistes.
Con información de DeTabascoSoy y la Gaceta Juchimán de la UJAT