Las nuevas generaciones poco a poco van perdiendo el interés por leer y en consecuencia, por escribir correctamente. Una buena escritura proyecta educación, nivel intelectual, atención y cultura general, entre otros. En contraste, un pobre nivel de redacción puede impedir que se logren los objetivos de progreso que una persona pueda alcanzar.
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Actualmente se ha puesto de moda escribir con faltas ortográficas, situación que se ha agudizado con el uso de las redes sociales, en donde la juventud ven esta práctica como algo “cool”.
Por ello, en esta ocasión el escritor y dramaturgo Vicente Gómez Montero destaca la importancia de tener una sana ortografía.
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“El poeta Francisco de Quevedo hizo una apuesta con sus cofrades de la taberna. Que él le diría a la reina que era coja y no recibiría ni un castigo. Los cofrades sabían de la excentricidad del poeta así que apostaron. Al poco tiempo, don Francisco entró a la corte e, inclinándose ante la reina, le mostró sus manos. En una tenía un clavel, en la otra una rosa. El poeta dijo en voz alta: Entre el clavel y la rosa, su majestad escoja. Los cofrades pagaron la apuesta la tarde siguiente. Lo que es saber jugar y retrucar el idioma.
“Alguna vez, alguien dijo que deben gobernarnos los mejores hombres. Para eso, para compensarnos de otros placeres menos inocentes, los griegos inventaron la democracia. Sostengo que quien tiene un cargo público lo tiene por méritos y no es inocencia, es simple fe. Claro, a medida que pasan los años veo tambalearse la idea. Vamos un poco más atrás. En la primaria nos enseñaron la buena ortografía. Recordamos con enorme aprecio a los maestros de preparatoria o de universidad por esas clases donde realmente entendimos que nos enseñaron algo. Los héroes, sin embargo, fueron los maestros de primaria, los que nos enseñaron a leer. Fíjese el avezado lector. Cuando niños tuvimos un canon literario, llámese La Ilíada, La Odisea, El Quijote o el Popol Vuh. Con ese canon vivimos una infancia y una adolescencia de corrección y de conocimiento. Después las cosas cambiaron. El canon se diluyó en aras de enseñar más rápido, no más concienzudamente. Las generaciones venideras no tuvieron un canon. Lo más que tuvieron fue un atisbo a las letras. Qué podíamos esperar, nos dijimos. La juventud rebelde. Después, algo pasó, algo peor supongo. Nadie leyó. Al aparecer la serie de novelas del niño mago, Harry Potter, la lectura se hizo presente, se retomó el hábito de leer. Fue un chispazo apenas. Después la tecnología se hizo con los ánimos de la Humanidad y volvió a dejarse la lectura. En la novela Las púberes canéforas de José Joaquín Blanco, un personaje le pide al profesor que le haga una lista de libros para que los lea cuando tenga tiempo. Esa es la suma pretensión de los jóvenes. Que alguien les dé una lista para de ahí tomar ruta de lectura y ponerse a leer… algún día. Ese algún día nunca llega. Antes, cuando los años ochenta donde TELEVISA tuvo el poder por sobre información, noticias, políticos, el teleprompter no tenía faltas de ortografía. Hoy cualquier teleemisora las tiene. Eso sí, todo sea por la veracidad, las resuelven de inmediato. La generación antes de la mía nos corregía a coscorrón por falta diciendo el conocido, que no sabio, refrán La letra con sangre entra. Hoy veo en la entrega de la medalla Belisario Domínguez a la maestra Efigenia Martínez tildar su apellido erróneamente. No fue Martínez sino Mártinez. ¿Nadie pudo revisar el texto y decir la incorrección? ¿Era necesario que el senado pasase por tamaña afrenta? ¿El autor de la falta aun trabaja en la institución? Espero que alguna de las preguntas sean respondidas, porque la ortografía, víctima de tal vilipendio, es la que salió perdiendo. Recuerde el lector que gracias a los retruécanos del conocido y perruno cronista deportivo el error se convirtió en horror. Y muchos niños comenzaron a decir horror por error, aunque la idea es errática. Cervantes lo dijo en un lugar de La Mancha, la pluma es la lengua del alma. Qué lengua tan sucia es la que tienen los senadores. Ninguno de ellos, además, revisó el texto tampoco. Qué desdén. No solo a la ortografía ni a la tan llevada y traída RAE. Donosa es la historia del poeta chino Li Yu quien tratando de hacerse grato al saludar al emperador de la China dijo arrodillándose, besando la tierra entre sus manos, oh gran empeorador de la China. Cuando lo ejecutaban Li Yu solo alcanzó a decir Y todo por una letra. Una letra mal usada, mal empleada, mal escrita no es letra es letrilla. El uso de la ortografía eleva al hombre, lo hace sensato, correcto, veraz. Quien no hace caso de ella o quien desdeña sus disposiciones no pasará de perico perro, como decíamos antes igualmente.
“El escritor colombiano Gabriel García Márquez hizo un chiste que nadie comprendió. Cito al premio Nobel. ¿Qué pasaría si la letra h desapareciera súbitamente? ¿Qué si escribiéramos “uérfano” y no “huérfano”, “cacauate” y no “cacahuate” o “umanidad” y no “humanidad”? La verdad es que nada. La h en todas esas palabras es un fantasma. Su única función es hacernos la vida imposible. Para decir una frase hecha, se le dio voz al idiota del pueblo. Creo que lo dijo Umberto Eco. Recuerdo cuando el árbol de la Noche triste – antes de la que se armó este año – fue tema de una encuesta de calle, como la llaman los medios. Muchos fueron preguntados sobre lo que simbolizaba el árbol. Muchos dijeron no saber, otros se escudaban alegando que su profesión era la química o la física, no sabían – les interesaba – la historia. Otra encuesta echó al ruedo el número de los niños héroes o de la figura del pipila. Igualmente los encuestados pretextaron que no era de su profesión. El saber no ocupa lugar, dijo don Quijote.
“Entonces, ante el prestigio del escritor y que el experto facilitó las cosas, todos nos dimos a la tarea de eliminar la H del alfabeto, a proscribirla, a eliminarla, a desterrarla del país de la ortografía. Nos dimos a la tarea de volverla prófuga. La H tomó las de Villadiego y salió corriendo quizá esperando su definitiva expulsión del alfabeto y del idioma. Cosa que parece ya está hecha. Tenemos un alfabeto de 27 letras, eliminadas la H y la LL en 2014 según informa el premio Nobel. ¿Qué vamos a hacer? Creo que la solución no la tenemos nosotros, simples utilitarios del lenguaje, choferes de la vía alfabética, navegantes de ese mar ignoto que se llama ortografía. Extraño, o irrisorio, sería que así como Cristóbal Colón descubrió una tierra buscando otra descubriésemos una ortografía veleidosa en vez de la de la RAE, tan llevada y traída aunque nunca consultada por nadie. Nuestra ortografía está en agonía. No diré que muerta, sí enferma. La hemos enfermado a fuerza de chorros de agua fría sobre las tildes, diéresis, apóstrofes, asteriscos y virgulillas. Y propongo al lector me diga cuál es cuál y así todos sabremos más porque como dijera Cervantes a través de su personaje El saber no ocupa lugar”.
¿Quién es Vicente Gómez Montero?
El escritor y locutor Vicente Gómez Montero, nació en 1964. Cultiva la palabra en ambas vertientes. Funda en 1998 la compañía de teatro Celestino Gorostiza, A.C., montando obras de reconocidos autores universales.
Premios:
- Guiones de radio convocado por RTC, en 1984; premio Celestino Gorostiza de teatro convocado por INBA e ISSTE, en 1987; mención honorífica en guiones de radio del concurso Margarita Xirgú, convocado por REE, en 1987, y, en 1988 gana el concurso de cuentos convocado por Editorial Usumacinta.
- Premio estatal de periodismo, José Ma. Bastar Sasso, referente a periodismo cultural en 1998. Ganador en 2004, del premio Celestino Gorostiza de teatro convocado por INBA, Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte del Estado de Tabasco y Universidad Juárez Autónoma de Tabasco con la obra El otro hijo.
- Libros publicados Las puertas del infierno, relatos, 1996; Cuentos con las vocales, cuentos infantiles, 1999; Eroticón Plus, vv.aa., 2000 y Para un ambiente sin hombre, vv.aa. 2001. Además del libro de ensayos José Gorostiza, La palabra infinita, coedición Fondo Editorial Tierra Adentro y UJAT, vv.aa. 2001 y Antología de Teatro Infantil, publicada por EDIMUSA e ISSTE, donde presenta la obra de teatro El aprendiz del diablo, vv.aa. 1987.
- Publica su libro de teatro Los órganos milagrosos por la Universidad Juárez Presenta la obra Así que pasen 500 años, de su autoría, dentro del marco del Festival Cultural CEIBA Tabasco 2004.
- El 1 de septiembre de 2005 estrenó su obra El reposo del ogro, en el Teatro esperanza Iris. Su novela La enfermedad de la rosa se presentó en junio del 2006 dentro de las festividades de la Ciudad de Villahermosa. Publica en 2010, El cargador de juguetes, editorial GUESA. El IVEC (Instituto Veracruzano de Cultura) publica su libro de obras teatrales, Cuando las hadas se volvieron locas en 2011. Ganador en el año 2010 de la Muestra Estatal de Teatro con la obra de su autoría, Las lámparas no son estrellas sobre la vida de Esperanza Iris.
- En el año 2011 presenta su obra La fortaleza de los nombres olvidados, en el teatro Esperanza Iris, dentro de la Temporada de Teatro organizada por el Instituto Estatal de Cultura. En 2012, estrena El triunfo de la mujer, basada en textos de tres dramaturgos mexicanos, dentro de las celebraciones de la Muestra Estatal de Teatro.
- Estrena en abril de ese año, su obra La canción de Salo, divertimento musical para actores, café, guitarra, canciones y público interesado en el auditorio del Centro Cultural Villahermosa. Presenta en el auditorio de la UVM, la Pastorela Virreinal de Miguel Sabido en diciembre de 2013. En 2014 funda el grupo de teatro “Tras los rostros”, con jóvenes de distintos niveles universitarios, monta con ellos 6 obras de teatro de diversos autores. Además, dirige la obra de teatro de Octavio Paz, La hija de Rappaccini, inaugurando temporada en el Centro Cultural Villahermosa, diciembre de 2014.
- Recibe en 2015 apoyo para proyectos culturales, otorgado por el IEC para realizar la dramaturgia de su obra de teatro Los otros 43.
- Publica en 2015, La pandilla de la musa en San Cristóbal de Las Casas, Chiapas. Publica en 2016, El príncipe y los sortilegios, Gobierno del Estado de Tabasco. En 2017, El árbol de los siete demonios, Ediciones de pasto verde y con Ediciones IP, El error de Titivillus, ambos libros de teatro.