La época de la navegación fluvial en la Vieja Villahermosa dejó al menos una decena de naufragios de barcos de vapor de gran desplazamiento, mismos que se utilizaban para la transportación de mercancías y personas desde San Juan Bautista (como se denominaba entonces a la capital tabasqueña). Tal vez uno de los más tristemente célebres, fue la tragedia del vapor Clara Ramos perteneciente a la naviera Compañía de Navegación.
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Dicha compañía pertenecía al empresario maderero don Policarpio Valenzuela Yera, quien unos años antes (en 1897) fue cofundador de la primera institución crediticia del estado, el Banco de Tabasco SA, junto con Bulnes y Compañía, G. Benito y Compañía, M. Berreteaga y Compañía, así como con Ripoll, Pellicer, Sastré, Manuel Romano, Pánfilo Maldonado, José García Trubea y Nicolás Valenzuela.
Cuentan las crónicas de época que don Policarpio compró un barco en el año 1903, al cual bautizó "con el nombre de Clara Ramos, en honor de su esposa".
LAS MERCANCÍAS
Eran estos grandes naves con casco de hierro, impulsados por motores de vapor que movían ruedas de paletas; la mayoría tenían como propósito principal el transporte de carga, pero conforme fueron pasando los años y las zonas maderables se fueron reduciendo, estos barcos hicieron cada vez más espacio para los pasajeros y la carga de menor volumen.
Las mercaderías más lujosas de aquella época, pertenecían a los almacenes Berreteaga, una de las casas comerciales más prestigiosa de San Juan Bautista; a la casa Juan Pizá y Compañía; a la Casa Romano y Compañía, fundada por los hermanos José y Bernardo Romano; la Casa M. Ripoll, entre otras; estas comercializadoras vendían jabón de tocador marca Reuter, Carbonyle para curar la madera contra el comehén, coñac marca Croizet, trapiches Chatanooga, milinos para maíz marca Diablito, Niágara o Azteca; machetes marca Collins, carabinas Marlin y Sarage; cabo de Manila, máquinas de coser marca Willcox and Gibs; tuberías de hierro negro y galvanizado, así como láminas de hierro acanalado para techar, entre otras.
El Clara Ramos, así como otros vapores propiedad de la compañía de don Policarpio, como el Hidalgo, el Libertador, el Lumijá, el Usumacinta y el Chontalpa, surcaron durante años los majestuosos ríos Mezcalapa, Grijalva, Usumacinta y Palizada, además de llevar pasajeros y mercancía al puerto de Frontera.
También, desde Frontera, transportaban hacia San Juan Bautista telas provenientes de Europa. cajas de vino español, italiano y francés, ultramarinos en lata, barriles de jamón, cerveza alemana, perfumería, calzado, telas y encajes finos, paraguas y sombreros, además de ropa para caballero de la más alta factura.
El derrotero de la compañía naviera también se enfilaba desde San Juan Bautista hacia el municipio de Jonuta, Montecristo (hoy Zapata), Balancán y Tenosique; a través del río Palizada, sus barcos atracaban en la isla del Carmen, atravesando la laguna de Términos.
UN BARCO QUE NACIÓ DOS VECES
Era un hermoso vapor impulsado por una rueda de paletas de tres metros de diámetro; tenía una amplia cubierta en el segundo novel, con compartimientos y bodega de carga para aproximadamente 100 toneladas; camarotes para pasajeros, quilla rodeada de barandillas desde la proa hasta la popa, una sola chimenea de proa saliendo desde el puente de mando y la caseta de gobierno al frente, donde se encontraba el timón; un camarote principal para el capitán; estaba hecho a la usanza de los barcos que surcaban el Misissippi por aquellos años, y se conservan pocas fotografías del mismo.
EL ÚLTIMO VIAJE DEL BARCO CLARA RAMOS
Se cuenta en algunos libros que consignaron la tragedia, que el 2 de mayo de 1930, el vapor Clara Ramos inició su primer viaje con pasajeros y carga, con un itinerario que partía hacia Álvaro Obregón, Jonuta, Palizada, Ciudad del Carmen y Montecristo.
El barco ya había tenido una primera época, y al ser comprado por su nuevo dueño, fue objeto de una reparación general, o más bien, de la construcción de un nuevo barco sobre la quilla y motor a vapor del primero, mejorando sus condiciones para la navegación fluvial y aumentando la comodidad de los pasajeros.
El 3 de diciembre de 1930, el barco cargó, en el Gran Poder, 100 toneladas de tinto; salió de Boca Chica, "encontrándose con el mar muy encrespado, por lo cual el capitán decidió retornar al punto indicado a buscar abrigo, pero el vapor naufragó partiéndose en dos, de proa a popa", cuenta la crónica. El hundimiento fue en Boca Chica, entre Jonuta y Palizada.
El funesto resultado: se ahogaron la esposa y los tres hijos del capitán del navío, Samuel Beuló. Se especula que posiblemente la tragedia se debió a la carga estaba mal colocada, pero se ignoran otros datos importantes, como el número total de víctimas.
FUENTES: Crónicas y Remembranzas del siglo XX, de Elías Balcázar Antonio, y Vidas que alumbran, de Isidoro Pedrero Totosaus